El Castillo de los Espejos

Capitulo II

  1.  

Los baches en la carretera me incomodaban como cada vez que tenía que rodar por allí. No era muy dado a salir de mi pequeña cabaña, que le queda a un hombre  más que vivir de sus memorias y recordar sus pecados.

 

Me aproximaba cada vez más a la ciudad, mejor me hubiera sido perderme en el camino y demorar una semana más en llegar, quizá si hubiese hecho caso de mi amigo de quedarme un tiempo a disfrutar más de su familia… Lo mejor era ya no excusar mi necedad. Quizá el destino ideo en mi contra y dejo que estuviera allí presente, dejándome como único testigo para poder develar la verdad a través de mí.

 

Quince minutos más tarde ya me encontraba allí, los nubarrones no se habían ido pero si la lluvia y los relámpagos. El letrero que citaba el nombre de la desastrosa ciudad se mostraba esplendoroso y limpio, esto me sorprendió­ ­­­­­­­­­­­­­­­­­— Vaya, pero sí parece que el querido Gobernador le ha dado un toque a este lugar—. Dije sarcásticamente, no me malinterprete usted, nada tenía contra el Gobernador de Ciudad León, pero ya me cargaba yo la maña contra cualquier funcionario de la política; era un sentimiento más general que selectivo.

 

Recorrí tranquilamente la ciudad, las casas en su mayoría de tipo colonial, según lo investigado en la biblioteca, Ciudad León había sido fundada por colonizadores españoles dos siglos antes. Pero para mí que esta gente no se había dado cuenta del cambio de época, actualmente lo más moderno que había era una pulida locomotora a carbón que transportaba los víveres desde la ciudad vecina con la que tenia tratos comerciales. Aunque ciertamente lo más llamativo de aquel lugar, era Castillo. Una especie de edificio gótico que cumplía la función de casa para Gobernadores. Era una de las cosas por las que a veces me detenía un momento antes de partir a casa, se decía que había sido construida por unos viajeros ingleses que habían vivido allí, una poderosa familia asentada desde los primeros años de este siglo, aunque estos habían muerto de una extraña enfermedad que en menos de un mes los consumió a todos. Así que la gobernación haciendo ejercicio de su poder la tomo como casa para sus regentes y desde hace más de 50 años estaba cumpliendo ese rol.

 

Sus hermosos vitrales de color esmeralda hacían contraste con el color carbón general que tenían este tipo de estructuras. Según sabia, ya que nunca había entrado allí, tenía un magnífico salón al puro estilo inglés cuya función principal era ser el receptor de visitas, los dueños originales lo habían usado para los bailes, cosa para la que actualmente nunca había sido utilizado ya que ni el regente en vigor ni los anteriores habían permitido realizar vistas a su interior. El nombre se lo habían puesto los mismos habitantes ya que entre tantas casas de una sola planta, se mostraba formidable, alta e imponente, hacia un contraste notable con sus varios pies de altura, yo no entendía para que se guardara allí el gobernador. Desde una cierta perspectiva, Castillo parecía un fiel protector del resto de la ciudad, por supuesto nadie se esperaría la desesperación que se puede vivir, en un lugar tan grande, al intentar escapar.

 

Algo que me sorprendió cuando me fui adentrando a un mas a aquel lugar fue ver la mayoría de casas adornadas, ahora que lo recordaba por allí solía celebrarse el Carnaval, con las mascaras típicas y los bailes, no hacía falta nunca la elección de candidatas para coronar como reina casi siempre a la tímida hija de uno de los riquillos que se codeaba con la gente del gobierno. A todo esto yo nunca había asistido, el escándalo y todo el alborozo que se levantaba con los preparativos y finalmente la celebración no me competían en lo más mínimo. Yo solía coger mi caña de pescar y adentrarme, en mi pequeño barco de vela, lo más que podía en el Lago Azul. No lo hacía por ser un ermitaño, que si lo soy, más bien porque esta pobre gente creía gozarse lo mejor de la dichosa fiesta, pero yo me llevaba el premio mayor al observar como al final del evento los fuegos artificiales de múltiples colores por un momento iluminaban el obscuro cielo de Ciudad León. Por un momento esta oculta ciudad se parecía un poco a las que estaban afuera.

 

A todo esto se me hacia raro que a estas horas de la tarde no anduviese por allí nada de gente. Las calles se veían desoladas e incluso las tiendas estaban cerradas. Mi duda fue aclarada cuando al pasar cerca de Castillo observe a una multitud enfrente del pórtico sur. Estacione mi camioneta cerca, tenía algo de curiosidad acerca de tal eventualidad.



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Editado: 23.04.2018

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