El cazador de plumas

El santuario de los vitrales

Verde, rojo, azul y dorado, esos son algunos de los colores que se filtran a través de los vitrales instalados casi a ras del techo, alto y con multitud de detalles que se mezclan con los colores de la luz. Hoy el santuario parece tener una identidad muy similar a la de la sagrada familia en Barcelona, con su multitud de detallas, pero a menor escala y exactamente debajo de uno de esos vitrales, iluminada por esa luz, había una persona, que mantenía su mirada decidida e inteligente fija en la inmensidad, una mirada de batalla y llena de fuerza y valor, la mirada de un general que se prepara para la batalla.

Tres toques se escucharon detrás de las grandes y pesadas puertas en el salón.

—Abre —dijo la persona que estaba bajo la luz en un escritorio inmenso, rodeada de papeles y plumas de distintos tipos y épocas.

Las gruesas puertas de roble se abrieron dejando entrar a una figura que a Sofía le parecía muy familiar.

Mosquetero se paró en seco por un momento, pero luego recobrando la compostura, avanzó unos cinco pasos hasta quedar situado en el centro de un circulo de mármol que contenía una estrella náutica en blanco rodeada de un fondo oscuro, desde donde alcanzaba a ver a la perfección a la persona que estaba sentada en el escritorio, sin importar la cantidad de veces que la hubiera visto en ese estado, que no eran muchas, no se acostumbraba a verla, estaba muy molesta, sus ojos plateados estaban encendidos, con latente indignación e ira silenciosa, quien no la conociera, podría pensar que estaba tranquila, incluso hubieran pensado que jugaba con la pluma que tenía en la mano mientras pensaba en cuál sería la siguiente línea que iba a escribir, pero él la conocía, solo con ver a esos encendidos ojos plateados, podía entender la gravedad de la situación, esos ojos, que parecían plata cristalizada, le mantenían alerta e intranquilo, más de lo que hubiera querido admitir, pero, era muy bueno ocultando sus pensamientos, justo como el resto de los miembros de la orden, ella por supuesto que podría haberlo visto aun así, pero eso no le preocupaba, pues parecía más inmersa en sus pensamientos que en ver a Mosquetero, parecía más interesada en contener su ira para poder organizar sus pensamientos de ese modo.

Mosquetero seguía frente a Sofía que lo veía sin observarlo, aun conteniendo todo lo que pasaba por su caótico interior.

—La hora ha llegado, siempre quise que este momento nunca llegara, pero también tenía la certeza de que iba a llegar, es momento de luchar.

—Lo más reciente es… abominable, pero no veo por qué Ayala siga siendo un problema para nosotros, pienso que bien podríamos neutralizarlo y así acabar con todo esto de una vez.

Sofía cambió su mirada de dirección hacia la nada al tiempo que una media sonrisa, resignada y de frustración se perfilaba en su semblante. Una sonrisa sarcástica, que hizo pensar a Mosquetero que quizá había dicho una estupidez, o que bien a ella le hubiera parecido eso.

Me miró de reojo y dejó salir algo del aire que llevaba un rato conteniendo.

—Te equivocas al pensar que no será un problema, si ahora está en una posición donde pudo derribar a Augusto, no es precisamente porque no hayamos intentado detenerle, sino porque realmente es bueno en lo que hace, no solo es muy astuto, sino también muy poderoso, sí, sé muy bien lo que debes estar pensando, que en nuestra orden hay muchos miembros más poderosos, pero Alberto no solo es poderoso, sino que es un increíble estratega, siempre sabe bien cuál será el mejor movimiento, cuando avanzar o retroceder, y siempre, siempre busca la posición que más le aventaja, eso, ha sido lo que lo ha llevado a una posición que ahora nos causa muchos problemas. Su capacidad de evaluar y acomodar el plan a su conveniencia, incluso cuando este va sobre la marcha, es lo que le ha dado el poder que tiene ahora, no es el más fuerte y aun quitando mucho de lo que tiene, podría arreglárselas para causar líos, lo conozco bien, e incluso a mí se las arregla para sorprenderme, con algunas de sus decisiones, y eso lo digo… porque él fue mi pupilo.

Las últimas palabras, así como toda la explicación de Sofía, tuvieron el mismo efecto en Mosquetero que un golpe seco en la boca del estómago, no por saber que su maestra había tenido a otro pupilo y que este no era otro que el cazador de plumas, sino por la seriedad de lo que representaba eso, más aún, lo dejo helado la confesión de que incluso a ella se las había arreglado para sorprender, a ella que descifraba todo a su entorno, a tal punto que los miembros de la orden, incluso los grande como Zaconte la llamaban por el seudónimo; Oráculo, no solo era eso, a juzgar por el tono con el que lo había mencionado, no solo la había sorprendido, sino que lo había hecho en más de una ocasión.

Sofía coloco la pluma sobre el escritorio y observó a Mosquetero de verdad, esta era la primera vez que se detenía a observarlo en serio desde que llegó.



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En el texto hay: magos celestiales, espectros, amor

Editado: 18.08.2019

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