El chico de cera

Capítulo 3 *amenaza*

Diaco Montesi, jefe de la mafia italiana, instalada en mí país. Un hombre con el que no debí haberme cruzado jamás en la vida, pero que sin embargo, por razones del destino, pasó y ahora estoy pagando las consecuencias de ello.

Si ese día no hubiera tomado el atajo, nada de esto estaría pasando, pero lo hice, todo para no llegar tarde a la escuela. Tampoco debí quedarme a presenciar aquello que no me inmiscuia, pero también lo hice.

Fui una niña estúpida, tal y como me llamó, mientras me apuntaba a la cabeza con su arma.

¿Pero como podía ignorar el hecho de que estaban golpeando a un hombre de forma cruel e inhumana?

No sé si era un hombre mayor o un joven, nunca pude ver su rostro debido a esa capucha que lo cubría, pero si pude ver claramente a ese niño que se encontraba acurrucado entre unos contenedores, tapando sus oídos, siendo custodiado por dos hombres armados, como cuidando de que no escapara.

Una parte de mí quería irse, correr y hacer de cuenta que nada pasó, pero la otra, la que siempre me gana, no podía ignorar el hecho de que dejar a ese niño allí era algo que me carcomeria la conciencia.

Ninguno me veía en ese momento, pues estaba en un sector que me cubría, pero al ver que de la nada, ese maldito sacó su arma, me tensé, aún más cuando vi que le apuntó al niño, como amenaza para que le dieran lo que quisiera.

En mí inocencia creí que se trataba de un robo, uno de los muchos que ocurrían. ¿Que podía saber que habían mafiosos en la zona? Eso solo lo veía en películas o leía en libros.

Marqué a la policía y conté lo que estaba viendo. Al principio fue como que no me creyeron, pero cuando en el ambiente los gritos se hicieron presente, se dieron cuenta de que no estaba bromeando.

Ese infeliz estaba sacado, gritaba y daba ordenes a todos y cuando vi que estaba por apretar el gatillo en dirección a ese inocente, lo hice, cometí la mayor estupidez de mí vida y esa fue llamar su atención.

_¡Idiota!

 

Sí, no se me ocurrió otra mejor forma de hacerlo que insultándolo.

Recuerdo perfectamente como su cabeza giró de forma lenta en mí dirección y su mirada verdosa se encontró con la mía. Odio, es todo lo que destilaban de sus ojos y algo en mí se encendió. La alarma de "peligro".

Cuando ví que dio media vuelta y con una señal de su cabeza mandó a sus matones en mí dirección, quise huir, pero no logré dar ningún paso, ya que sus gorilas estaban listos detrás de mí para detenerme.

Me tomaron violentamente de los brazos y aunque me retorcía y gritaba, no logré nada. Esos idiotas me levantaron como si pesara nada y me tiraron justo a los pies de ese infeliz.

Mí cabello cubría mí cara, por lo que sentí sus dedos tomar mi barbilla y bruscamente obligarme a mirarlo.

 

_ Vaya, vaya ¿Qué tenemos aquí?¿Una heroína?

 

La risa de todos sus secuaces se hizo presente en el ambiente y estoy segura que mis ojos llorosos demostraban cuan asustada estaba.

 

_No debiste hacerlo, debiste haberte quedado escondida dónde estabas.

 

No pude evitar abrir mis ojos en exageración al escucharlo ¿Él ya sabía de mi presencia? Su mirada me lo dijo todo.

 

_ Ahora tendré que mostrarte que les pasa a los que se hacen los héroes... Que desperdicio.

 

Sentí la repulsión en mí estómago al sentir sus dedos acariciar mis labios.

 

_ Mira, preciosa.

 

Pronunció, forzandome a ver al hombre encapuchado a mí lado, que me miró con angustia y sus ojos azules estaban enrojecidos.

Montesi colocó el cañón en la frente de éste y me miró.

 

_ Esto le hacemos a los héroes, cariño.

 

Sin más apretó el gatillo, no le importó los gritos del niño, ni mis pedidos angustiosos, no le interesó el trauma que esto ocasionaría, simplemente lo hizo, perforó el cráneo de ese hombre, bañando mí uniforme y parte de mí rostro con su sangre.

Olvidé como respirar, sentía estar llorando, pero ningún sonido salía de mí, hasta que esa misma arma se posó en mí sien. Cuando le sentí hacer presión, un sollozo sonoro se me escapó.

 

_ Shhh, tranquila, prometo que no sentirás nada.

 

Susurró en mí oído, poniéndome peor. Todo el cuerpo me temblaba y me encontré con la mirada del pequeño, sus ojos eran iguales a los del hombre muerto. Luego me enteré que era su hijo. Le dí una sonrisa leve, la cual el devolvió y sus ojitos llenos de lágrimas se cerraron por un momento, tal vez porque no deseaba ver cómo mis cesos serían exparcidos.

 

Le copié, hice lo mismo, porque sabía que ya nada podría salvarme. Sólo deseaba que nada malo le hicieran al niño y sin querer ese pensamiento salió por mí boca.

 

_ Cumpliré esa petición.

 

Escucharlo me hizo levantar mis párpados.

Sonrió macabramente cerca de mí rostro, haciéndome sentir su aliento mentolado cuando me respondió. Se podía ver en su mirada que disfrutaba el momento. 

 

_ El niño quedará sano y salvo. Promesa de caballero.

 

Si no fuera por el miedo que sentí, seguramente me habría reído en su cara.

 

_ Mátame de una vez, maldito.

 

Fue como si le fascinara que lo hubiera desafiado. Porque mordió su labio inferior y tuvo la intención de querer besarme, pero corrí mí rostro y su risa baja llegó a mis oídos.

 

_ No quiero arrepentirme de hacerlo, pero tu actitud provoca que quiera secuestrarte y llevarte conmigo.

 

No voy a negar que si me lo hubiera cruzado en la calle, habría caído embobada, porque era muy lindo, aproximadamente unos veinticinco años, cabello claro, barba rabajada, ojos verdes y un muy buen físico. Pero gracias a Dios lo conocí en su verdadera faceta.

 

_ Pudrete.

 

No conforme con decirle eso, tuve que escupirlo, por lo que me gané una cachetada que me hizo chillar. En mis pesadillas siempre sentía sus golpes. Sí, también me goloearon. Fueron unos imbéciles.



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En el texto hay: amor surrealista

Editado: 20.12.2020

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