El tan ansiado viernes había llegado para los jóvenes enamorados que contaban las horas para que esa cita impuesta amablemente por Sara, madre de Nathan, se les cumpliera, tan entusiasmados estaban que casi esos dos días de espera se les pasaron volando. El más joven le embargaba una gran emoción a tal punto que ya había limpiado y arreglado el desorden de su habitación aun cuando su madre no lo obligó a hacerlo, con una pícara sonrisa miraba la cama aunque no era probable que le dieran uso esa noche aún así le cambiaba las sábanas pues quien sabe como se darían las cosas esa noche, y planeado o no todo debía ser perfecto pensaba mientras canturreaba una canción.
Tanta era su emoción que ignoró el asedio de sus compañeras de clases en esos dos días, ellas que parecían en imponer sus "radiantes" presencias por las tardes en la biblioteca, pero ni ese detalle le fastidiaba ahora; sentía que no había nada que arruinara su felicidad, en su pequeño mundo no había un mañana solo estaba esa noche de viernes que sería especial junto a su querido Michael. A partir del lunes volvería a refunfuñar por su acoso pensaba divertido.
—¿Crees que Michael se enoje? —Murmuraba su madre por teléfono cuando le llamaba ese viernes por la tarde cuando estaba en la biblioteca.
—No creo... ¿Quieres qué le pregunte?
—No... Me da vergüenza.
—Déjame hablar con él y llámame en cinco minutos.
Era la conversación telefónica de madre a hijo, el otro joven en mención no entendía de que hablaban, deseaba que no le dijeran que habría cambios de planes o la cancelación de estos, cuando vio que terminaba su llamada se acercó de inmediato a preguntarle, la curiosidad y la incertidumbre le mataban.
—¿De qué hablaban?
—Mi mamá pregunta... —Hizo una pausa para aumentar la intriga— Si no te molesta el que ella no va a estar en la cena, que dejará todo preparado porque saldrá con unas amigas.
—¿Nos dejará solos? —Cuestionó dudoso.
—Si... —Coqueto el joven le respondía sintiendo como el otro lo abrazaba con emoción.
—Claro que no me molesta. —Le susurraba con una sonrisa a la vez que lo llenaba de besos en sus mejillas y labios preso de la emoción — Estaremos solos.
—Oye... Cálmate alguien puede entrar.
—Lo siento, lo siento... —Se le apartaba tratando de calmarse— Solo diré que ahora espero con más ansias la noche.
—¿Sabes? Lo más gracioso es que mi madre piensa que te ibas a enojar porque vas a creer que te puso de mi niñero, estaba tan avergonzada. —Le hablaba con una risita traviesa— Debería enojarme por insinuar algo así pero me pareció gracioso.
—Así que seré tu niñero —En un susurro sensual se le insinuaba apegándose a su cuerpo— Como tu niñero responsable te acostaré temprano en la cama.
La tensión sexual entre los dos era evidente pero eso fue interrumpido por el timbre del teléfono de Nathan que sonrojado se le separaba disponiéndose a responderle ya que seguramente era su madre y le daría su respuesta. Así la ansiada noche al fin llegaba, los dos jóvenes disimulaban al extremo lo que sentían esperaban que fuera la velada perfecta, Sara pasó a recogerlos para llevarlos a casa, ella no dejaba de disculparse por su salida repentina creyendo que su hijo y amigo se tomarían a mal su desplante cuando no sospechaba que era todo lo contrario.
—Que linda casa tienen. —Exclamaba Michael con su ánimo acostumbrado cuando entraba a la casa de su querido "amigo".
—Gracias —Decían al unísono madre e hijo, Michael se sentía feliz al estar en esa casa el ambiente familiar que hacia falta en su vida podía percibirla, un poco nostálgico miraba como Sara iba a la cocina a terminar la cena mientras esta le preguntaba si deseaba algo para beber, le recordaba a su madre.
Un par de minutos después Nathan le llevaba un vaso con gaseosa helada, su favorita, notando como este en la sala miraba los portarretratos con fotos familiares con una sonrisa.
—Siempre has sido tan lindo... Desde pequeño. —Embelesado halagaba tomando el vaso que le era ofrecido.
Nathan podía notar un destello de extraña tristeza en su mirada no entendía el motivo aunque podía intuirlo sonriéndole trataba de animarlo, viendo que su madre se habia ido a arreglar lo tomaba de la mano.
—Te enseñaré mi habitación pero promete no intentar nada extraño hasta que mi mamá se vaya.
—No prometo nada. —Le insinuaba divertido se dejaba llevar a la habitación al llegar notaba lo sencilla que era sin colores llamativos, solo unos cuantos posters en las paredes, tenía lo necesario era acogedora, reflejaba muy bien la personalidad de su joven amante.
—Bueno aquí está, como ves no es nada del otro mundo. —Murmuró un poco apenado en voz baja.
—Yo creo que es perfecta por ser tuya, así de simple.
—No digas esas cosas en esta habitación ya que están prohibida las cursilerías.
—Pues entonces me retiro porque soy el rey de lo cursi. —En un murmullo hablaba como que pretendiendo marcharse con fingido resentimiento. Nathan solo sacudía la cabeza lo detenía mientras sonreía sutil, no podía evitar el sentir como su corazón latía un poco más acelerado de lo normal al estar en su habitación junto al chico que provocaba todo este cúmulo de confusos pero hermosos sentimientos.
—¡Nathan...! —Era el llamado de su madre que resonaba en el pasillo, al oír su nombre salía de su habitación con prisa encontrándola a unos pasos— Todavía faltan unos veinte minutos para que se terminé de cocinar la carne en el horno.
Murmuraba un poco ansiosa terminando de ponerse los zapatos con prisa.
—Ah... ¿Ya se te hizo tarde? Ya ves te dije que ordenáramos pizza pero no... Tú querías mostrarte como buena cocinera y se te hizo tarde.
—Ya sé pero solo falta eso... Ya dejé la ensalada y fideos listos para servirse. ¿Puedes vigilar que la carne no se queme?
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Editado: 10.04.2019