El chico de la fiesta +16

Capitulo siete|| Parte tres

Luego de aquella conversación, mi teléfono vibro, al principio lo ignore, no quería apartar la mirada de aquellos chicos en ningún momento, pero al final, la curiosidad y el aburrimiento de hacer de vigía, me hizo tomar el aparato  para leer un mensaje que había entrado, era un mensaje de aquel número que había registrado como Señor Oveja Negra, con rapidez pude leer lo expresado.

 

“No pudimos hablar bien en nuestro encuentro, señorita. Y a lo mejor su persona pensara que mi ayuda es algo sin relevancia alguna, sin embargo se equivoca. Mi ayuda es indispensable para usted, como su colaboración es precisa para mí.

 

Por esto y muchos otros motivos, me gustaría pactar un nuevo encuentro.

 

Pero esta vez, no solo seremos nosotros dos, Adelfia; una buena amiga, está interesada en su caso y desea conocerla, aunque no lo crea, ella va a prestar su increíble conocimiento con la mera intención de que usted logre entender ciertas cosas, supongo que la repentina inclusión de mi amiga le debe parecer de mal gusto pero tengo el deber de informarle que mi persona no puede aclararle todas sus dudas sin recurrir a ciertos individuos.

Pese a que poseo una vida mortal ocupada, de alguna forma he podido hacer un espacio en mi atareada agenda especialmente para usted, lastimosamente el encuentro  no puede ser más cercano, gracias a que porque no posee la información adapta de los hermanos y por esta razón nos toca encontrarnos un día antes de que la fiesta conocida como  la Golden Party sea llevaba a cabo. Estimo que la hora de nuestro encuentro será alrededor de la media noche, pero no se preocupe por el lugar en donde nos veremos, mi  mejor y más silencioso empleado la recogerá  en la parte de atrás de su vivienda cuando el reloj marque las 11:30 no tolero la impuntualidad. Pero de ante mano, le informo que debe llevar con usted algún tipo de queso y a su hermano.

Antes que reciba algún tipo de mensaje criticando la fecha, me gustaría que aprovechara este tiempo como una oportunidad para recopilar la mayor información de los hermanos como sea posible, pero debe ser totalmente discreta, no queremos que nadie sospeche.

Atentamente; su aliado. Sir Oveja Negra. ”

 

No me moleste en hacer un chiste con la elegancia que el Sir Oveja Negra había texteado. No me asusto que Oveja Negra me pidiera que supiera de la existencia de mi hermano, tampoco que supiera que le iba a reclamar por el tiempo de nuestro encuentro, ni siquiera se me hizo extraño  sus planes y mucho menos que me pidiera llevar queso. No, mi persona estaba en otro lugar y era en  la hermosa Villa Quiero Matar a los Stampone. De todas pésimas confesiones que  Pablo pudo decir, admitir que su hermano estaba drogado era, con creces, lo peor que pudo su boca formular. ¡Por el amor a todo lo bueno en este mundo, nadie va por el mundo diciendo; “Hola, mi nombre es Pablo y este es mi hermano Paulo, pero ignórenlo ya que se metió droga hace pocos minutos”!

 

Cada vez que veía hacia ellos no podía evitar reproducirlas palabras en mi cerebro, me estaba lamentando el hecho de que siempre hacia las cosas y jamás se me cruzaba por la cabeza pensar en las consecuencias que mis actos traerían. Era consciente que odia decir “no” y seguir con mi vida como si nada pasara y como si los Stampone fueran un sueño, nadie me estaba obligando ir aquella fiesta y  tampoco tenía a alguien apuntándome con una pistola en la cabeza para ir de compras con esos chicos y fácilmente podía pedirle a Pablo que detuviera el auto ya que cambiaba de idea, pero no, en lugar de ser una persona lógica iba de compras dos chicos con los que no tenía mucha interacción. No sé de donde  saque la voluntad para quedarme en ese auto pero lo hice, por más de veinte minutos  me encontré sentada en un lindo asiento de cuero escuchando las canciones de raperos que ni tenía la más remota idea de que existían, mientras estudiaba cada acción que hacían los Stampone esperando que esos condenados rayos de colores salieran de su cuerpo, me sentía como Candece esperando que sus hermanos hicieran algo para acusarlos con su madre, y eso incomodaba a Pablo, en sus miradas fugaces note que no le agradaba el hecho de que tuviera el ojo puesto en ellos. 

 

 

Viajar en auto a veces es divertido, lo admito siempre he amado la idea de recorrer el país en auto mientras millones de canciones son tocadas en la emisora, creo que es algo muy lindo. Sin embargo, pienso que viajar en auto con un tipo drogado y con otro que trataba de ser lo más cuidadoso con sus acciones es una pesadilla. Aunque Pablo siempre fue lo más cercano al hermanito bueno, dudaba de su persona, algo en él me impedía tragarme en el cuento de que le caíamos bien, nadie va por allí regalando vestido y cosas caras a las personas.  Había tensión en el ambiente, pero todo había empeorado en  el momento que notamos que Pablo no mentía con respecto al estado de su hermano.

 

 

Habían drogas en el auto, si ojito, como has leído, en el portavasos de la camioneta había una inyectadora pequeña junto a una bolsa de polvo blanco,  Pablo había tratado de ocultarla de nuestros ojos pero había sido tarde, mi hermano había sido el primero en ver aquello que estaba en la Jeep y claro ocultar nuestras caras de pánico fue algo imposible, ninguno de mis acompañantes quería ir preso por porte de sustancias ilegales.

 

 

Yugenis, antes de unirse al Club “Oh por Dios, no quiero ir a la cárcel por algo que nunca he consumido”  le dio una mirada triste al cuerpo inconsciente de  Paulo, a pesar de que este le había ofendido, de alguna forma ella sintió pena por ese pobre  imbécil. Antes de aquel misterioso día, ambas habíamos hablado sobre la posibilidad de que los Stampone estuvieran vinculados con drogas, y a pesar de que ella se había imaginado, le había dado lástima que esas ideas locas que tuvimos de ese chico tuvieran cierta verdad, ella de alguna forma creía Paulo tendría un mínimo grado de sensibilidad y sensatez.  Pero lo cierto es que, si Paul era a mi criterio cruel y perverso, su hermano por ley divina era alguien que nació para ser odiado, pues se alimentaba del odio que los demás sentían por su ser, sin contar que siempre quería demostrarse diferente a sus otros familiares, el deseaba ser el marginado de la familia no porque tuviera un buen motivo para serlo sino porque le gustaba.




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