XLVII. El padre
Alejandro Schieber
Mi mente aun intentaba razonar todo lo que estaba pasando. Esa llamada me había dejado demasiado aturdido. Abril dijo que no iría a Los Ángeles de un momento a otro. No entendía porqué si ya me había arreglado con esos molestos profesores...
Un momento
Los profesores
Las vacaciones que les di
Suspiré frustrado, algo se me cruzaba por la mente pero quería que no fuera eso. O bueno, tal vez sí, y de ese modo no sería algo muy preocupante. Aunque bueno, con Abril todo lo era. Y siendo sincero lo amaba
— Sarai ven a mi oficina por favor — la llame por el teléfono
— Ahora voy, señor
No pasaron mi cinco minutos cuando tocó dos veces la puerta, yo permití que pasara diciendo un «pasé»
— ¿Necesita algo? — me pregunta, yo asentí antes de hablar
— Quiero que recorras la junta que iba a tener en veinte minutos. No me gustaría cancelarla, pero tengo que salir y tal vez me tarde un poco
— ¿Le parece bien programarla a las cuatro treinta de la tarde? — pregunta después de revisar algo en su tableta
— Sí, me parece perfecto. Me voy para no demorar tanto. Llámame si se ofrece algo importante
— No se preocupe señor
Yo salí de ahí y me dirigí hacia la residencia que ya se me hacía costumbre visitar. Mire la fachada del edificio y apreté un poco mis labios, siendo sincero, la idea de que Abril pasará los últimos dos años viviendo en ese edificio no era de mi agrado.
A pesar que sabía que ella estaba conforme con eso, yo sentía que no merecía vivir ahí. Ella se merecía algo mejor que un cuarto compartido y un baño tan pequeño. Yo podía darle mucho más de lo que era esto. Yo podía comprarle una mansión si ella me lo pedía, un departamento o lo que ella deseará.
Pero el problema no era lo que ella deseara, era que lo aceptará. Ella podría decir que quería un auto del año, aunque si yo se lo regalaba no lo aceptaría. Su orgullo era tan grande como su belleza, y si ella se lo proponía podría conseguir lo que quisiera.
Toque la puerta un par de veces y a los pocos segundos Samanta abrió. Me sonrió un poco antes de dejarme entrar
— ¿Y Abril? — le preguntó, ella señaló con la cabeza la puerta del baño, antes de sentarse en su cama
— Se estaba duchando.
— ¿Sabes lo que me dijo del viaje? — le pregunté en un susurro, ella sonrió divertida
— Sí, se enteró de lo que hiciste porque un profesor se lo agradeció
— ¿Esta molesta? — ella negó antes de hablar igual de bajito para que Abril no escuchara
— No. Pero tu siguele el drama — yo reí un poco, en ese momento la puerta del baño se abrió dejándome verla
Ella frunció un poco el ceño al verme ahí, antes de rodar los ojos y cruzarse de brazos
— Esto ya no tiene sentido, se que te dijo la verdad. Gracias, Sam, por arruinar mi momento — exclama acercándose hacia un pequeño buro y tomar el cepillo de cabello
Yo reí junto con Sam, antes de dejarme caer en la cama de Abril. Ella me miró, juzgandome con la mirada
— Sí acuéstate cariño, no importa que me llenes de pulgas mi cama
Yo reí mirando el techo, antes de sentir que me golpeaba con una almohada en el estómago
— ¡Auch! — me queje, ella me sonrió
— Estamos a mano, Schieber
— Mi madre llegó por mi, nos vemos mañana Abril — se despide Samanta
— Sí está bien, disfruta tu día
— Adiós Alejandro
— Adiós — La puerta se escucho cerrarse antes de que Abril también se tumbara a mi lado
Mire su perfil y me permití enamorarme de ella por milésima ocasión. Era realmente hermosa y perfecta. No sabía que había hecho en otra vida para merecerme que ella me amará. Que ella quisiera estar a mi lado a pesar de todo. Que ella me eligiera a mí entre tantos hombres para pasar el resto de su vida a lado. No sabía que había hecho para que ella decidiera entregarme su corazón por completo...
Ella era la mujer de mi vida, y no dudaba ni un poco que eso fuera una equivocación, porque no sabía que se podían experimentar tantas cosas por una sola persona hasta que la conocí. Porque no tenía ni la menor idea que una persona te podía acelerar de una manera tan espectacular el corazón con tan solo regalarte una sonrisa. Porque jamás había pensado que era posible querer ser una mejor persona para que otra se sintiera orgullosa de ti. Y sobre todo, porque nunca había tenido el sentimiento de amar tanto a alguien hasta el punto que sientes todo lo que ella le pasa.
Si ella sufría yo también lo hacía, si ella reía yo también lo hacía; porque sin darme cuenta se convirtió en mi motivación más importante, se convirtió en mi punto más débil y al mismo tiempo en mi fuerte. Sin darme cuenta, se adueñó de mi corazón, de mi alma, de mi espíritu, se adueñó de mi por completo
— ¿Alejandro? — me llamo, yo la mire. Nuestros ojos se conectaron, ambos sintiendo todo con sólo una mirada — Prométeme que está vez no me vas a lastimar
Mis labios se entre abrieron y un dolor punzante apareció. Yo me acerque a ella y le di un beso en la frente, antes de abrazarla
— Te prometo que nunca lo haré. Te juro que nunca quise lastimarte — ella me abrazo recargando su cabeza en mi pecho.
Le di un beso en su cabeza antes de inhalar su dulce aroma. Ella se alejo un poco para verme a los ojos