El Chico De La Mesa 4

CAPÍTULO CUARENTA Y OCHO

 

 

XLVIII. El departamento

 

 

Abril Martinelli

 

 

— ¿De verdad quieres que te acompañé a esa cena, Alejandro? — pregunté, algo nerviosa

 

— No quisiera. Pero tal vez, con eso nos pueda salvar de ir a la otra espantosa cena — note el disgusto en su voz y en su mirada.

 

— ¿También quieres que vaya a la otra cena? — pregunte esta vez más sorprendida

 

— Sí eso implica pasar momentos a tu lado, claro que sí. Pero si eso significa que veas a ese nido de víboras, preferiría estar en otro lugar menos ahí

 

Yo mordí mi labio inferior,  antes de suspirar y sonreírle un poco

 

— Esta bien. Iré ahí contigo. Todo saldrá bien, no te preocupes por eso — le aseguro, el me sonrió de una manera tan hermosa que sentí mi corazón acelerarse —. Además, nunca he ido a un evento de ese tipo, tal vez sea interesante

 

— Son demasiado aburridas, las detesto como no tienes una menor idea. — confieza exasperado —. Pero volviendo al tema. La cena es en tres horas, puedes venir a mi departamento para que te prepares, si quieres puedo pedir que te ayuden a arreglarte, o yo que se

 

— ¿A que te refieres a tu departamento? ¿A dónde estuvimos por un tiempo? ¿O a otro lugar? — el hizo una mueca

 

— A otro lugar. El otro departamento no me e atrevido a pisarlo desde hace meses — murmuro, antes de negar por repetidas ocasiones — ¿Y? ¿Qué dices? ¿Vienes a arreglarte a mi humilde hogar?

 

— No se porque presiento que de humilde no tendrá nada, pero esta bien. — él rio un poco —. Solo tengo que ir por algunas cosas para arreglarme

 

Alejandro asintió, y yo tome unas cuantas cosas antes de que él me tomará de la mano y nos dirigiera hacia la camioneta.

 

Comenzó a manejar y poco a poco nos fuimos adentrando al corazón de la ciudad. Los edificios departamentales más lujos, costosos, y mejores de toda Italia se comenzaron a ser cada vez más visibles.

 

Las grandes y majestuosas estructuras de aquellos edificios me tenían como idiota mirándolos. Ir a esa zona de la ciudad, era algo muy poco común en mi vida. La mayor parte de esa zona,  eran edificios y algunos restaurantes igual de costosos que aquella zona. Alejandro entró al estacionamiento de uno de los tantos edificios, antes de dejarlo en lo que parecía ser un garage privado, en donde había varios autos que desde lejos se notaba la fortuna que seguramente debieron de haber costado

 

Ricitos me ayudó a bajar y yo aprecie mejor el lugar, y si que era realmente asombroso

 

— ¿Estos autos son tuyos? — pregunté mirando cada uno de ellos

 

— Sí, pero normalmente no los uso. Llaman demasiado la atención. Más de la que me gustaría

 

— ¿Entonces para que los tienes? — pregunte, frunciendo el ceño. El se encogió de hombros

 

— Tengo el dinero suficiente para comprarlos aún cuando no los necesite.

 

— Cosas de millonarios — susurre, el sonrio un poco antes de tomarme de la mano nuevamente, y dirigirnos a recepción. Una señora de algunos cuarenta años nos resivio con una sonrisa de oreja a oreja

 

Ella me miró y cuando creí que me dedicaría una mirada de superioridad — asi como la otra chica lo hacía —, pero me sonrio más y me deseo un buen día

 

— Creí que me trataría de otra forma — confesé cuando subimos al ascensor, Alejandro sonrio

 

— Es mentira eso que las recepcionistas son malas, o que tratan mal a las personas

 

— Alexia me trata como si le hubiera arruinado la vida — hablo antes de darme cuenta. Cubrí mi boca con mis manos, dándome cuanta del grave error que cometí

 

— ¿Qué dices? — pregunta, frunciendo profundamente su ceño

 

— Nada — digo desviando mi mirada. Sus ojos azules penetraron los míos con tanta intensidad que tuve que suspirar y hablar — Solo no le agrada verme ahí, es todo — murmuro, intentando sonar convincente y de esa manera no afectar demasiado a la chica

 

— No me mientas, Abril — habla con un tono severo — ¿Qué es lo que a pasado? ¿Y porque no me lo habías dicho? — yo suspiré, cansada



— Ya te lo dije. Odia verme ahí. No le agrado, desde el primer día que puse un pie en tu oficina me odio. La vez que te fui a buscar para hablar contigo, ella no me quería dejar entrar, e intento sacarme de ahí, pero la ignore y aun así entre. ¿Lo vez? Nada grave — dije indiferente

 

Los hombros de Alejandro estaban tensos, y sus ojos estaban llenos de ira, yo me puse de puntitas y le di un beso en la mejilla, provocando que sus hombros se relajaran un poco

 

— Tranquilizate, no pasa nada. ¿Sí? Tampoco es que me haya intentado golpear — bromeó, él aún tenía la cara de molestia — No le hagas nada, por favor. Seguramente necesita el trabajo. No la despidas por una tontería — Alejandro me sonrió un poco antes de acariciar mi mejilla

 

— No tengo ni la menor idea de como algo tan bueno y perfecto como tú, se pudo fijar en mi — yo sonreí, sintiendo mis mejillas encenderse

 

— Tus rizos son encantadores — el rió, antes de negar un par de veces —. No la despedire, pero si tomaré cartas en el asunto. Y si algo así vuelve a pasar, quiero que me lo digas, Abril. Serás mi novia, te tienen que respetar quieran o no —. Yo alce mi ceja, sonriendo

 

— ¿Seré tu novia? ¿Por qué tan seguro de eso, ricitos? — el hizo una mueca

 

— Ambos sabemos que será así

 

Yo reí, pero no lo negué. Llegamos al último piso, y él volvió a tomar mi mano. Varias personas de seguridad rodeaban la entrada del que parecía ser el único apartamento. Todas ellas asintieron en modo de saludo a Alejandro, quien me abrió la puerta y me dejó entrar a aquel lugar




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