El restaurante de la señora Betty no era muy grande ni bonito pero era aceptable cuando tienes hambre y no sabes cocinar, las paredes estaban decoradas con cuadros de comida y no había menos de 7 mesas, en las cuales había como media docena de pan como sobremesa. Tenía un ambiente familiar—quizá demasiado familiar— había muchos niños y por un momento sentí vergüenza de traer a Simón.
Nos sentamos en una de las mesas del centro junto a una pareja mayor que hablaba sobre los buenos tiempos— sonreí un poco, siempre la gente mayor dice que sus tiempos fueron los mejores, yo no lo creo… la primera guerra mundial…la segunda…las mujeres no consiguieron el voto en mi país hasta 1957… las mujeres se casaban muy jóvenes, en fin eso comparado con la tecnología no era tan mala, aunque no puedo ignorar que el mundo en que vivimos ahora es una real porquería y que la tecnología muy pronto nos hará parecer idiotas, y la contaminación ambiental muy pronto nos mataría, entonces no podía evitar esta pregunta ¿Cuál época era la mejor?
Estaba un poco nerviosa, no soy muy buena conversadora, nunca se me ocurre que decirle a un chico, nunca me he tenido que preocupar por ello, siempre he estado rodeada de chicas… ¿Qué tal el partido de anoche? O ¿te parece linda la camarera? ¡Qué preguntas tan estúpidas!—me regañe, piensa en otra cosa, Pretelt. Sabía que en algún momento tenía que hablar, así sea para pedir algo del menú, tenía que admitirlo… él me estaba intimidando…. ¡rayos!, mejor era cuando lo odiaba, ideaba planes de venganza en mi mente sin problemas, pero a lo que se referiría a una conversación normal con él, no parecía tener la misma suerte; entonces llego a mi mente algo que mi madre me decía cuando poseía problemas de confianza con otra persona: “imagínatelo en el retrete” efectivamente, mi imaginación tomo el mando y recreo la escena con una nitidez extraordinaria, tanto, que hizo que mis mejillas ardieran y mi boca se expandiera en una carcajada.
***
4 fueron las personas que se voltearon a verme.
5 las veces que no trate de reírme.
2 fueron las veces que simón me pregunto porque me reía.
1 persona preguntó si estaba bien
Pero yo me mordía el labio inferior tantas veces para no reírme que hice que sangrara y no tarde mucho en sentir el sabor metálico de la sangre revolviendo con mi salida, Simón se dio cuenta y tomo una servilleta y me ayudo a limpiarme, con su pulgar libero mi labio inferior y con su otra mano limpio la herida que me hice, seguramente estará pensando que soy un desastre, y no lo culparía… (Disaster girl) su rostro estaba cerca al mío y un calor familiar picaban mis mejillas, sabía que me estaba sonrojando, su colonia de olor dulce con un toque de pino y sus ojos grandes iguales a los míos amenazaban con hacerme desmayar, si rosaba su mano con mi mejilla seguro terminaría en el suelo. Cerré los ojos para respirar y aclarar las ideas en mi mente.
- ¡Ya está!—dijo retirando su mano y poniéndola de nuevo sobre la mesa. ¿podrías no hacerte daño? No me gusta Alex,
- Lo siento—dije sinceramente mientras abría los ojos lentamente.
- ¿Ahora si me vas a contarme el chiste?—pregunto sonriendo.
O ya sabes te imagine en el baño con los calzones abajo y leyendo El Espectador, Nada raro.
—No tiene importancia—trate de no reírme esta vez.
- ¿no tiene importancia?—repitió. Te reíste como 5 minutos.
Mi boca se curvo en una media sonrisa y me obligue a vetar esa imagen de mi cabeza….por ahora
- Bueno, me acorde de algo realmente vergonzoso y me reí como loca…—encogí mis hombros— lo admito.
- Cuando me quieras contar…—hizo una media sonrisa— soy todo oído.
Para que quede claro, las medias sonrisas son ahora mis preferidas.
La mesera se acercó a nuestra mesa, era alta, su cabello era de negro azabache y sus labios color rubí combinaban a la perfección con una hilera de dientes afinadamente blancos y usaba ese uniforme que indicaba “No me gusta trabajar aquí, pero igual lo hago” me miro un segundo y arqueo una ceja luego miró a simón por más de lo necesario y las comisuras de sus labios se elevaron en una sonrisa.
—Hola, soy Wendy y seré su mesera esta noche—dijo.
Justo cuando dijo eso me sentí como en esas películas de comedia romántica donde yo casualmente no soy la protagonista. Nunca me había dado una bienvenida así y eso que he venido aquí varias veces, siempre me decían… debe ser el efecto simón o quizás la camarera solo lo dijo para decir su nombre.
- ¿Qué desean el día de hoy?
- Yo quiero unos macarrones con queso, por favor—dije
- Para mí también lo mismo—dijo simón
- Si desean algo más solo llámenme—dijo descaradamente mirando a simón y mordiéndose los labios.
Lanzada.
- Gracias. —dio media vuelta y se fue.
Lo único bueno de todo, fue que la mesera se tomó en serio lo de atendernos, a los 5 minutos nuestro pedido estaba ya en nuestra mesa y con el hambre que yo tenía le di las gracias mentalmente por ser tan lanzada. Naturalmente me sentiría avergonzada por comer delante de simón, trataría de guardas los modales y de poner en práctica el manual de Carreño que me enseño mi profesora… ¡pero al diablo! tenía hambre y eso le ganaba a la vergüenza. Cuando ya terminados (yo terminé primero) la mesera se acercó a darnos la cuenta, hice un ademan de tomarla pero simón se me adelanto y me ofreció esa media sonrisa y dijo que el pagaba…Dios tengo que acostumbrarme a esas sonrisas o si no un día me resbalaré con mi propia baba.
- Aquí tiene la cuenta,—extendió su mano con uñas perfectas, demasiado perfectas para alguien que trabaja llevando bandejas— además con una sorpresita extra—dijo guiñando su ojo
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Editado: 06.03.2022