Alex :
A cada segundo que trascurría aprendía cosas nuevas sobre Miseria. Por ejemplo, cuando tomaba helado, si era de chocolate no escatimaba en hacer dietas como las otras chicas y al entrar al agua primero metía la punta del pie derecho para comprobar la temperatura. Y a veces se quedaba absorta por segundos observando la lejanía, en eso nos parecíamos los dos aunque en su caso no sabía en lo que pesaba.
—¿En qué piensas? —Le pregunté.
Ambos estábamos recostados boca arribas observando el cielo, ella encima de mi pecho y nuestras piernas colgaban en el borde de la piscina dentro del agua.
—En algo de lo que no quieres hablar.
Me tencé sabiendo a lo que se refería.
—¿Alguna vez te has preguntado qué sucede con nosotros después de que morimos? —No contestó —No hablo de nuestros cuerpos sino de nuestra alma, eso que sentimos dentro, el amor, el odio, todo aquello que nos hace tomar decisiones, nuestros pensamientos, nuestros recuerdos. Me niego a creer que en el momento en que nuestro corazón deja de latir todo acaba. Ese no puede ser el final.
Me quedé en silencio creyendo que había metido la pata pero Miseria siguió con el tema —Quizás la muerte no es el final sino el comienzo de algo mucho más grande y externo.
—Quie sabe. —El silencio regresó y nos quedamos observando el mar a lo lejos. Hacía una tarde perfecta, de esas en las que te quedas embelesado sin pensar en nada más, sólo observando el paisaje.
Al cabo de media hora cuando estaba un poco oscuro Miseria se dio la vuelta quedando encima de mí. Sólo de sentirla tan cerca de mí, mi cuerpo comenzó a reaccionar.
—¿Quiéres bañarte? —Le dije mirándola fijamente. Sus ojos brillaban con el reflejo naranja de los últimos rayos de sol.
Sin decir nada se echó hacia atrás y se quitó la blusa quedándose sólo con el sostén puesto. Luego se puso de pie y lentamente se quitó el short que traía. Trague en seco involuntariamente y mi corazón comenzó a acelerarse.
Sin apartar la mirada de ella me quité el suéter y los pantalones quedando sólo con mis bóxers. De esa forma comencé a caminar hacia ella y antes de que mi cuerpo tocara el suyo se impulsó lentamente hacia atrás en el agua. La imagen parecía un espejismo y me adentré de inmediato antes de que viera lo que estaba provocando en mí.
Al llegar a ella la tomé por las caderas y la senté en el borde de la piscina para tenerla a mi altura. Entonces sin previo aviso tomé sus labios entre los míos, aún guardaba el sabor a chocolate y se sentía demasiado bien. Así estuvimos, primero con besos suaves, luego estos se fueron acentuando hasta que mi cuerpo no tardó en responder a sus estímulos y ella lo notó pues me apretó hacia si logrando que soltara un quejido. De esa forma, en la piscina ( protegiéndonos claro ) hicimos el amor por segunda vez y fue mucho mejor que la primera, la imagen de una Miseria jadeando de placer se guardó para siempre en mi mente como un recuerdo de algo que nunca deseaba olvidar.
Dicen que después de la tormenta viene la calma, en nuestro caso fue distinto, la calma llegó primero junto con una tarde llena de placer. La tormenta llegó después, cuando estacioné mi auto detrás del edificio donde vivíamos.
Ambos notamos el ambiente tenso que se torno entre nosotros. Miseria miraba por la ventanilla y yo, apretaba el volante con fuerza con temor a su redacción cuando le contara mi verdad.
—¿Y bien? —Dijo ella distraída —Es hora de irme.
—No —Tomé su mano izquierda —Aún tengo que contarte, la verdad de todo. Te lo prometí.
—No se si quiero saber esa verdad. Me da miedo.
Suspiré sin poder evitarlo, estaba nervioso y más aún sabiendo que mi madre me había advertido que no le contara eso a nadie pero aún así lo iba a hacer, Miseria Elizabeth tenía que saberlo.
—Tienes derecho a saber todo de mí así que adelante, has cualquier pregunta que aquí estaré para responder sólo te pido que lo que hablemos aquí aquí se quede.
—Como en las vegas.
—Como en las vegas. —Sonreí.
—Bueno, empiezo —Dijo acomodándose en el asiento para verme de frente. —¿Cuál es tu verdadero nombre?
Entonces después de tanto tiempo dije mi nombre en voz alta :
—Alexandro Montalvo Rodriguez.
—No es que desconfíe de ti ni nada pero luego lo buscaré en google. —Puse los ojos en blanco como solía hacer ella y continuó después de pensarlo por unos segundos —¿Qué haces en un lugar como Cielo estrellado si tu familia es rica?
Trague en seco y apreté los puños —Nos estamos escondiendo.
Pareció sorprendida pero continuó —¿Por qué se están escondiendo?
—Porque la policía me está buscando. —Abrió los ojos como platos ante mi respuesta y antes de que lograra decir algo continué —Mi padre murió hace un par de años, después de eso mi vida dio un giro de 180°. Antes de él morir yo era como tú, tenía mis amigos, mis sueños, mis metas a cumplir. Quería ir a la universidad, graduarme, conocer el mundo. Los típicos sueños que tenemos cuando nuestra vida es perfecta. Todo se fue a la mierda con la muerte de él. Fue como un choque de realidad amargo, algo que me sacó de mi mundo de ensueño, ese mundo que mis padres crearon para mí con su dinero, un mundo en donde todo era perfecto. Después de eso mi madre conoció a otro hombre y yo no estaba en mi mejor momento, en aquel tiempo salía con Cristal y me comencé a relacionar con personas que no tenían una vida buena.
—¿Te drogabas?
Asentí —No me justifico, se que cometí un error al entrar a ese mundo pero te juro que fue la única forma que encontré para sacarme el dolor que sentía por dentro. Mi padre lo era todo para mí y de buenas a primeras ya no estaba. Un día llegué a mi casa, hacía varios días que no aparecía por allí y escuché cuando ese hombre que estaba con mi madre...—Apreté la mandíbula, estaba siendo difícil continuar. Ella tomó mi mano y me dio fuerzas para seguir —Él le pegaba a mi madre y yo...yo no sabía nada, mi hermano estaba en un internado, era mi deber cuidarla y no lo estaba haciendo, todo por ser tan cobarde y no enfrentar mi dolor. Cuando entré, ella tenía un moretón en el rostro, me quise morir cuando la vi así y quise que él muriera también, quise matarlo...—Una lágrima corrió por mi rostro con sólo pensar en lo que sucedió, el estómago se me revolvió al recordar todo —Los dos empezamos a forcejear, nos estábamos peleando y yo no sabía de mí ni de lo que estaba haciendo sólo sabía que debía pagar. En una de esas el tropezó con algo y se dio en la cabeza cuando calló al suelo o eso me dijo mi madre, yo no recuerdo muy bien, sólo se que desperté en el hospital con una herida en el estómago. Te juro que no quería matarlo, fue sin querer. Yo quería pegarle pero no así, fue la droga la que hizo que actuara de esa forma. Por eso nos fuimos de nuestra antigua casa, si me quedaba iba a ir a prisión.