El chico del segundo B parte 2

Capítulo 27 Un cofre dorado.

¿Cuándo conoció a la familia Montalvo? ¿Sabía lo que estaban haciendo en Cielo estrellado? ¿Conocía el echo de que estaban siendo buscados por un posible delito de asesinato? ¿Cuál era su relación con Alexandro? 

Las preguntas iban y venían sin parar, mi madre y yo fuimos interrogadas por la policía y fue espantoso escuchar la forma en la que se referían a Alex. Hablaban de él y Alicia o mejor dicho de Ester como si fueran unas personas horribles. Yo los conocía, sabía que no era así. 

—¡Ya vasta! —Grité para la sorpresa de todos. El policía frente a mí me dio una mirada cautelosa esperando a que continuara y lo hice —Hablan de Alex de esa forma porque no está aquí, no se puede defender. Cuando lo vi por primera vez creí lo mismo que ustedes, que era un delincuente, uno de esos chicos que viven  metidos en problemas pero cuando lo conocí de verdad supe que estaba equivocada, él era una de las personas más nobles que he conocido. Lo único que quería era ser libre, libre de su enfermedad, de lo que le tocó vivir con su padre y cuando lo estaba logrando sucedió lo peor. No tienen ningún derecho de juzgar a alguien sin que esté presente. —A ese punto ya estaba sollozando sin poderlo evitar. Mis puños apretaban la tela de mi abrigo y sentí como mi madre me apretó en un abrazo, ella se encontraba a mi lado.

—Niña, no conoce de verdad a esas personas, llevamos mucho tiempo detrás de ellos como para saber que son peligrosos. —Me dijo un policía canoso detrás de mí con tono de reproche. 

De pronto entró un hombre de piel morena y labios grandes vestido de traje y corbata. En su mano derecha llevaba un portafolio marrón y un reloj dorado sobresalía de su muñeca. —Buenas tardes, yo soy el abogado Leandro Samir,  encargado de la defensa de las presentes Elizabeth y Miseria Aslan. 

El alma me regresó al cuerpo, al fin alguien nos estaba defendiendo.

En tan solo unos minutos logró que nos dejaran ir y nos habló de lo que podíamos o no decir y descubrimos que él era el mismo abogado que estaba defendiendo a la mamá de Alex, era su abogado de confianza y estaba enterado de todo.
Después de salir de la policía nos marchamos a casa, allí nos esperaban Lía, Ethan y Piter. Mi padre venía con nosotros.

Al entrar me senté en el sofá y eché la cabeza hacia atrás. Estaba agotada, las últimas semanas habían sido un cúmulo de sentimientos que me habían desgastado.

Los presentes en la sala parloteaban sin parar sobre lo sucedido pero yo no tenía ganas de escuchar a nadie, sólo necesitaba descansar un poco así que sintiendo la mirada de todos en mí nunca me fui a mi habitación y si les soy sincera fue peor. Sentía que me faltaba algo. Era esa sensación que nos queda cuando estamos leyendo un libro que amamos con locura y de pronto termina, eso me sucedió, mi historia con Alex había terminado dejándome sin estabilidad emocional. ¿Qué sería de mi día a día de ahora en adelante? 

Con los ojos a punto de llorar otra vez me fui a mi balcón recordando aquella vez que sin querer tiré el helado. Ese hecho sin sentido tuvo una conscecuencia en mi vida. Fue como el efecto mariposa que plantea que el alterar de una mariposa puede desatar una tormenta en otro lugar. Alex fue mi tormenta y después de voltear mi mundo patas arribas se fue. 

—¿Mise? —Escuché la voz de Lía y vi como asomó su cabeza entre la puerta medio abierta. —El abogado de ustedes te quiere ver.

Diciendo esto terminó de abrir la puerta y lo vi. —Miseria Elizabeth necesito hablar con usted.

Al escuchar mi nombre completo no pude evitar pensar en él aunque no era lo mismo, no era su voz ni su sonrisa. 

—Si, adelante. 

El hombre entró y me incorporé sentándome en la cama. En sus manos traía un pequeño cofre dorado con un cerrojo, entonces vi como miró a Lía y después a mí así que capté el mensaje. 

—¿Lía nos puedes dejar solos un momento?

Ella milagrosamente asintió y se fue sin reclamar cerrando la puerta.

—¿Es sobre Ali.. Ester? 

—Si y no, sobre ella te puedo adelantar que pronto estará libre, sólo me faltan entregar algunos documentos y que me ayudes con una cosa. 

—¿Cómo los puedo ayudar? 

—Hace unas semanas Alex me pidió que hiciera algo por él, por eso estoy aquí. Me dijo que si le sucedía algo quería que te entregara este cofre, que tú tenías la llave para abrirla. 

Observé el cofre confundida —Tiene que haber algún error, yo no tengo ninguna llave. 

—También me dijo que te diera esto. —Se sacó un papel doblado de su bolsillo y me lo dio. A ese punto ya estaba nerviosa sin entender que sucedería. Con las manos temblorosas lo tomé y lo desdoble.

"Miseria Elizabeth, te preguntarás de qué llave te está hablando mi abogado, pues te lo responderé con una frase. "Las estrellas tienen las respuestas" Entonces pensarás que fui un estúpido que amaba los misterios, pues si que lo fui. Igual descuida, te diré la respuesta. La llave es tu colgante, la llave que abre las puertas de mi corazón."

Apreté el papel entre mis manos y tomé la estrella de mi colgante. 

—Creo que debo irme, mi trabajo aquí terminó. De más está decirte que me puedes localizar en el momento que lo desees si se les presenta algún problema.

—Muchas gracias. 

Sin nada más que decir se marchó. En cuanto cerró la puerta me quité el colgante con el corazón en la boca. A ese punto ya mis manos estaban sudadas, aún así tomé la estrella y probé de varias formas hasta que la introduje en el cerrojo y abrió. Hice una pausa para respirar con calma antes de ver el contenido y lo hice. Dentro habían unos documentos pero no los revisé, lo primero que mis ojos captaron fue una pequeña cúpula de cristal. Dentro tenía la figurita de un pequeño unicornio con los ojos torcidos y la lengua afuera. Al agitarlo muchas estrellas pequeñas se esparcieron dentro y no pude más, Alex estaba siendo romántico aún después de su muerte.




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