— ¿Y bien? —preguntan los chicos.
Hoy es viernes y estamos en la reunión del club pero parece que ahora la costumbre es hablar sobre mi desastrosa vida amorosa con ellos antes que venga el profesor.
—Um, no mucho —respondo—. Adam no parece muy afectado.
Adam y yo hablamos poco, pero él siempre está con otras personas así que no importa. Adam tiene amigos por montones y aunque siempre creí que lo nuestro era especial, comienzo a darme cuenta que tal vez no es como yo pensaba.
—Karlie, ¿Quieres venir a mi casa después? —pregunta Chase, sonriendo de lado y el cabello cayéndole sobre la frente.
Jason le golpea el brazo. —Oye, no intentes nada con ella. Somos aliados y no debemos hacer eso.
Chase pone los ojos en blanco —No tonto, es para la ropa —me recuerda—. Mi hermana es como de tu altura, creo que te quedará.
Asiento dos veces. —Está bien —miro a Erick y a Mason—. ¿Me acompañan? ¿Están ocupados?
Erick rasca su mejilla —Mason está libre —lo empuja por la espalda—. ¿No es así, amigo? Siempre estás libre para este tipo de cosas.
Mason lo mira serio y luego asiente. —Sí, claro, lo estoy.
Jason suelta una carcajada —Pobre Chase, quería intentar algún movimiento contigo Karlie.
Chase lo fulmina con la mirada pero se sonroja. —Claro que no, aquí nadie saldrá con Karlie.
—Tal vez yo lo haga —Henry se cruza de brazos—. Cada día se ve mejor.
Ya me estoy acostumbrando a sus comentarios de broma.
Arthur bufa. —Vaya Karlie, parece que al final sí tendrás novio pero será uno de este club.
Arrugo la nariz. —Ya les dije que no me gustan, respetuosamente —estiro mis piernas—. Todos ustedes podrían formar parte de una banda de chicos y derretirían el corazón de todas las personas, menos el mío, en especial tú, Arthur.
Arthur ríe. —Tranquila, no me gustas.
Guido se encoje de hombros. —Me caes bien, no sé si me gustas para salir pero, ¿Quién sabe? Tal vez algún día.
Niego varias veces tocándome la trenza. —Por favor no digan esas cosas, me veré obligada a contar mis secretos vergonzosos para que se sientan desinteresados.
Henry suelta una carcajada. —A ver, inténtalo.
Muerdo mi labio pensando si debería hacerlo pero luego sonrío, ¿qué más da? —Tengo uno, cuando era niña me gustaba comer pegamento escolar, ya saben, ese blanco.
Bobby arruga su nariz. — ¡Pudiste morir!
Sacudo la mano —Claro que no, decía no toxico —y me gustaba ese sabor, no recomiendo comerlo pero en su momento, era asquerosamente delicioso.
Aunque solo probaba un par de gotas, nada exagerado.
Nick se cruza de brazos. —Creo que me siento un poco atraído a ti, dinos algo más —ríe.
Miro hacia el techo mientras intento recordar. —Aprendí a atarme las agujetas hasta que tenía doce años, antes de eso mi hermana mayor lo hacía por mí.
Ellos ríen, Jason asiente con una sonrisa. —Karlie me estoy enamorando de ti, dame algo fuerte.
Ruedo los ojos, por supuesto que no sienten nada por mí y solo quieren as anécdotas tontas pero es divertido recordar mis momentos humillantes. —Pues me gustaba guardar gusanos de tierra debajo de mi cama, pensaba que eran mis mascotas pero siempre huían a otras partes de la casa y lloraba cada vez que se escapaban.
Mason sonríe —Eso es tierno, en realidad.
Me inclino sobre el escritorio. —Ah, ¿También quieres otro momento humillante de Karlie? Bien, tengo uno bueno —tomo aire—. Hace como un año fui a la feria con alguien y durante ese paseo él me dijo que tal vez, mi primer beso debería ser con él y cuando le pregunté si hablaba enserio me dijo que sí, que nos viéramos en mi jardín a media noche.
Hablo de Adam. Durante el verano pasado fuimos a la feria unos días antes que acabaran las vacaciones, él y yo la pasábamos muy bien subiéndonos a los juegos mecánicos y compitiendo entre nosotros mientras comíamos comida grasosa y muy deliciosa.
Antes de regresar a nuestras casas, Adam me detuvo de la mano. —Espera Karlie, quiero decirte algo.
Me emocioné, pensé que ese sería finalmente nuestro comienzo. Adam y yo, felices para siempre. Como debí ser.
—Dime —me alegré de haberme metido a la boca dos mentas de dulce que compré después de comer esas hamburguesas.
Adam dio un paso hacia mí. — ¿Planeas salir con alguien después del verano? —él reía pero había algo de curiosidad en su mirada.
Solté una carcajada. —Claro que no —a menos que seas tú, pensé.
Adam afirmó con su rostro —Lo sabía —miró hacia abajo—. Um, ¿nunca has besado a nadie, no?
Él lo sabía, sabía que jamás he besado a nadie. Que su hermano menor me ha ganado en esto, que es probable que Trevor también haya besado a alguien. Sé que Hannah besó a un chico cuando tenía diez años, algo rápido e inocente pero al final, un beso. Allie dio su primer beso a los quince.
Era mi momento, ¿no?
—No Adam, aun no —contesté viendo a sus labios por un segundo.
Adam sonrió de lado. —Creo que lo mejor para ti será dar tu primer beso con alguien que tenga experiencia, como yo.
Me reí pero tenía el corazón latiendo al ritmo de la canción de fondo, una antigua de tempo acelerado. — ¿Cómo tú?
Adam se acercó a mi rostro y susurró: —Esta noche, a media noche.
Y se dio la vuelta para regresar a casa mientras yo lo seguía flotando entre nubes. No podía ser verdad, ¿Finalmente iba a besar a Adam Brien? ¡Finalmente!
Eran las nueve cuando llegamos, nos separamos para ir a nuestras casas y yo fingí estar cansada para correr a mi habitación y agradecerle a Dios por ayudarme con Adam, le había pedido que me ayude a tener la mejor historia de amor del universo.
¡Dios lo estaba a punto de hacer!
El reloj no podía ir más lento, cada minuto se me hizo eterno. Mientras tanto me coloqué un poco de perfume de mamá, lavé mi cara y mis dientes tres veces, me puse un poco de bálsamo labial y me senté en la cama hasta que las once y media se marcaron en mi reloj.