Capitulo Tres
La dulce belleza
Risas y cantos abstractos interrumpieron el reconfortante sueño de las casas pequeñas con balcones extensos del sector del centro histórico pero sola una mujer se atrevió a ver de qué se trataba. Claramente Paula seguía siendo una persona muy pero muy curiosa. Tomó su cigarrillo y su encendedor para salir disimuladamente hacia el balcón.
Observó como un chico con cabello alborotado y ojos miel estaba tirando piedras a la cruz de la iglesia, desde ahí sinceramente se veía sumamente atractivo y a la vez algo perdido.
Tenía sensaciones encontradas, por un lado, curiosidad ¿Qué hacía alguien como él en este lugar? y por otra parte miedo por ver a un hombre ebrio tirando piedras a la iglesia cerca de las once de la noche.
Siempre que el miedo y la curiosidad se mezclan en una pequeña dosis que se vuelve incontenible, causado los más grandes desastres de la historia
Una fuerte inquietud hizo que Paula lanzara palabras que hasta a ella misma las hizo sorprender.
—¿Tú crees que para Dios es correcto ver las piedras caer?
Cuando se dio cuenta de que el joven regresó a mirarla sin querer soltó un suspiro.
Desde la perspectiva de abajo una especie de calor invadió a Wladimir al ver que la mujer que le robó más de un suspiro en menos de veinticuatro horas, estaba en el mismo balcón donde la plasmó en sus bocetos para tatuajes. Ahí tan inalcanzable con un viento que se movía al son de su cabello y sincronizaba con la larga calada que aspiraba de su cigarrillo.
Quedó plasmado por lo que no supo que decir, en un momento hasta que las sonrisas mutuas dieron entrada a una peculiar conversación.
—Dudo que le importe el destino de las piedras si deja escapar a los ángeles a la tierra —pronunció mientras intentaba no mostrarse nervioso.
Paula involuntariamente soltó otra sonrisa y sin saber por qué quedó cautivada por el rostro y la voz del chico que sonaba ligeramente seductora.
Era extraño. Desde aquel suceso siempre trata de huir lo más posible del contacto social. Sin embargo, esta vez tras ver a este joven con una mezcla de "felicidad" y melancolía algo excavó en su antigua personalidad antes del secuestro y no pensó mucho antes de hacerle aquella pregunta.
La respuesta del tipo fue más llamativa, invadió ese pequeño ser que salía a flote después de tanto tiempo.
—¿Cuál es tu nombre? —volvió a preguntar Wladimir quién no quería dejar escapar a la joven.
—P… Paula —pronunció ella mientras daba una calada y el humo se perdía en el aire— ¿Y tú?
—Wladimir —habló en seco y disimuló demasiados los nervios.
Y es que Paula si era muy hermosa, un rostro angelical, pero a la vez misterioso que logra dejar sin palabras a cualquiera, Wladimir no era la excepción. Posiblemente el hecho de estar un poco ebrio lo dejaba en ridículo ante tan semejante dama.
—H... Hola Wladimir —dijo sutilmente sin dejar de mirarlo.
—No te había visto nunca por aquí —se atrevió a decir Wladimir con la intención de quererla ver de cerca.
—Digamos que soy una nueva visitante —no quería demostrar su propia personalidad tan pronto.
—¿Por qué no bajas aquí por un instante? —preguntó el chico intrigado por tan singular mujer.
—¡Me encantaría! Pero no tengo la llave de la puerta —respondió ella acabando de fumar.
—Si no estuviera tan ebrio —admitió Wladimir un poco avergonzado— Yo subiría por el balcón —señaló hacia allá con un algo de torpeza.
—Cuando ya te sientas mejor, busca este balcón la ventana estará abierta —se miraron fijamente con misterio.
El chico se mordió el labio sigilosamente quedando cautivado por la peculiaridad de esa atrayente muchacha.
—¿De veras? —alzó su ceja acercándose lentamente cerca del lugar donde estaba Paula.
—Posiblemente antes de que suene la campana de las doce.
Wladimir sonrió con victoria. No sabía si era por los efectos o por lo alucinante que era este encuentro, pero tenía el presentimiento de que no se arrepentiría ni un solo segundo de haber estado aquí en estos momentos tan críticos de su vida.
Entonces, el pito de un auto interrumpió cierta magia haciendo que Wladimir regrese a ver a otro lado.
Una persona baja el vidrio del asiento del piloto y comenzó a hablar.
—¿Dónde te metiste Wladimir? Te busqué hasta en la puerta de tu casa —era su primo Antonio quien estaba un poco molesto por no encontrar pronto su primo.
—¡Antonio! ¡Primo Querido! Quiero presentarte a la mujer con la más dulce belleza jamás vista—rio levemente volviendo a señalar al balcón donde estaba su bella dama.
Pero cuando regresó a ver de nuevo allá se encontró con la novedad de que su muza ya no estaba en ese lugar. Su ángel había desaparecido ¿Dónde estaba ella? ¿Había imaginado todo?
—¡Estas loco! ¡Ahí no hay nadie! —Antonio lanzó una carcajada.
—Te juro que acabo de ver a la mujer más interesante y hermosa de este mundo y lo que le sigue —Wladimir buscó por todos lados a Paula.
—Yo no veo nada —Antonio se siguió burlando de su primo y quitó el seguro del auto —Sube y sigamos la fiesta en mi casa.
El pobre de Wladimir no tuvo otro camino que irse de allí, no sin antes dar un vistazo de nuevo a las casas altas del lugar.
No podía creer que esa chica simplemente lo dejó ahí anonado y a la vez feliz sea un producto de su imaginación.
Tras llegar a la casa de Antonio siguió bebiendo hasta quedar dormido. Sin embargo, un suspiro acompañado de un nombre salió sin ninguna potestad.
—Paula....
Al día siguiente una Paula incrédula se despertó al darse cuenta de que lo pasó ayer era real.
Pudo hablar con alguien más sin miedos, ni traumas pasados. Al decir verdad tuvo más desenvolvimiento con aquel chico de cabellos alborotados que con su nuevo amigo Martín.
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Editado: 08.07.2020