La familia de Adrián se había movilizado al instante de oír la noticia de lo que le había ocurrido a Gianna. Ante el incierto diagnóstico que pendía sobre la joven, Julia, la madre de Adrián, se había encargado en persona de contactar a los mejores profesionales para su atención, cobrándose para ello todos los favores que les debían sus colegas. Su padre había autorizado a su hijo a faltar al colegio para que fuera a la clínica, pero Adrián se había negado categóricamente. La noticia lo había dejado paralizado. Se sentía roto, fracturado, había dejado de hablar por completo. Ante la reacción traumática de su hijo su padre había decidido tomarse el día para quedarse en casa para hacerle compañía, algo que era sumamente inusual. La verdad era que tenía miedo de las reacciones de su hijo.
Adrián se sentía perdido. Había recurrido a su mecanismo de defensa de siempre, encerrarse en sí mismo. Trataba de no pensar en Gianna. Si se concentraba en ella el dolor se hacía imposible de soportar. Por eso había decidido no ir a la clínica. No solo no le iban a permitir verla sino que él sabía que si veía a Gianna en ese estado iba a derrumbarse del todo como un frágil castillo de naipes. Melina lo había llamado mil veces, pero él había apagado su celular. Replegado sobre sí mismo, maldijo su estupidez. Habían tenido la oportunidad de recordar y ahora, con Gianna en estado crítico, la habían perdido otra vez. Se maldecía una y otra vez por su falta de visión. Debería haber ido a su casa y obligarlas a recordar, como lo habían hecho esa noche. El contacto físico les había abierto una puerta al pasado, en donde se hallaban todas las respuestas. Quizás allí se hallaba la verdad sobre lo que le había ocurrido a Gianna, algo extraño y retorcido. ¿Y si Gianna tenía razón? ¿Y si todo esto se debía a una venganza sobrenatural de Ella, más allá de la tumba?
Había pensado que tenía tiempo, cuando en realidad había tenido los días contados. La puerta se había cerrado. A pesar de que había sentido que ya no iba a olvidar nada, temía que su memoria se desvaneciera otra vez. Luego de lo que le había sucedido a Gianna su intuición, cuya guía parecía tan fuerte hacía apenas un día atrás, se había debilitado. Volvía a ser el chico temeroso que siempre había sido. Ante ese temor Adrián se había dedicado toda la mañana a tomar medidas para no olvidarse de lo que había descubierto. Cada detalle de la verdadera identidad de David estaba anotado en su computadora y en una libreta. No podía correr el riesgo de olvidar todo otra vez. También había anotado el recuerdo de Ella y el misterio de Elena, pero todo parecía ahora un intento inútil, una investigación fracasada de un detective amateur que cometía más errores que aciertos.
Lo sucedido con Gianna lo había afectado físicamente. Se sentía débil, hasta afiebrado por momentos.
Si tan solo pudiera hipnotizarse a sí mismo. Adrián tenía unos doce años cuando había pedido a sus padres ser sometido a sesiones de hipnosis por primera vez. Quería recordar, necesitaba entender. Quería confirmar que las respuestas se hallaban dentro de su mente y quizás encontrar una explicación para salvar la vida de Gianna. Cuando el psicólogo infantil que los atendía a los tres por fin accedió a hipnotizarlos, todos esperaron con gran ansiedad la posibilidad de desvelar el misterio. Sin embargo, a pesar de las repetidas sesiones y los distintos enfoques, ninguno de los tres había sido capaz de recuperar ningún recuerdo. Las pesadillas volvían a transformarse en un misterio, los reportes tuvieron que firmarse como inconclusos y la hipnosis pasó a ser un tratamiento fallido más. Por esa razón sus padres no considerarían siquiera volver a someterlo al procedimiento. Si no había arrojado resultados la primera vez, ¿por qué lo haría una segunda?
La única pieza nueva de información que tenía era el verdadero alcance de su amnesia post traumática. Nunca había tenido un registro de lo que había olvidado todos esos años. Nunca imaginó que pudiera olvidar cosas tan trascendentales para él, como su verdadera relación con David. Saber que era su primo no cambiaba la naturaleza de su hermandad, pero lo hacía sospechar de todo. Un registro oficial hecho por un psicólogo hubiera resultado útil para encontrar esos hechos perdidos. Hacía un tiempo había llamado al consultorio de su ex-psicólogo para pedirle los archivos de sus fallidas sesiones de hipnosis, solo para enterarse de que el hombre había fallecido el mes anterior. Nadie parecía recordar donde estaban sus viejos archivos ni su historia clínica. Al parecer habían sido destruidos por los dueños del consultorio. Adrián se recostó en su cama, jugando con uno de los pequeños artefactos de madera que había recuperado de la habitación de su hermano. En su recuerdo infantil, estos objetos eran “juguetes” que le había regalado a su hermano. Los había juntado en el bosque. ¿Cuándo? No podía saberlo. Era uno de esos registros perdidos en el tiempo.
“El bosque te ha tocado, como a mí” había dicho Elena. El bosque. Adrián se incorporó de golpe y se lanzó sobre el asiento frente a su computadora. No había buscado la combinación más básica y simple de todas. Mientras tipeaba en el buscador “Bosque de Castel + objetos de madera”
La tercer fotografía que le devolvió el buscador era lo que estaba buscando. Era una fotografía del suelo del bosque en la que se veían dos símbolos de madera muy parecidos a los que tenía en su poder. La fotografía era del año 1994 y pertenecía al periódico local. Adrián abrió el vínculo y se encontró con un extenso artículo ilustrado sobre la historia de Castel, el bosque y su propio colegio, que era uno de los más antiguos de la zona. Luego de leer la historia de cómo el bosque había sido plantado llegó por fin a la extraña fotografía y a su descripción:
Fotografía tomada en 1994, luego de la tormenta eléctrica que azotó a la ciudad en mayo de aquel año y que provocó una tragedia e innumerables pérdidas materiales en la región. Parte del bosque se incendió debido a la caída de rayos sobre el pinar. La feroz tormenta dejó tras su paso pequeñas ramas fundidas que los locales coleccionaron como recuerdos. Luego de la tormenta sobrevino un leve temblor que dejó a la ciudad sin energía eléctrica por tres días. Todavía hoy se pueden encontrar algunos de estos objetos. Algunos ejemplares fueron enviados a un laboratorio con el fin de explicar cómo se habían producido, pero la explicación fue escueta: no había datos suficientes para afirmar lo que había ocurrido, la mejor explicación era que altas temperaturas creadas por la descarga eléctrica habían logrado fundir la madera verde sin llegar a quemarla.