Después de la reunión con el director, los tres padres habían llegado a un acuerdo: "divide y vencerás"; la mejor manera de corregir a estos tres muchachos seria evitar que estuvieran juntos en primer lugar.
—Sé que suena a cliché, y sé que decir que algo suena a cliché también se ha vuelto un cliché, pero recuerda hija que estoy haciendo esto por tu propio bien —mencionó Colleen a Allyson en el auto de regreso a su hogar.
Colleen trataba de mantener la calma; no es como si no tuviera ya suficientes presiones en su día como para tener que lidiar con esto; no gustaba el rol de mala del cuento; ni siquiera en las producciones escolares donde todos y en cada uno de los años la elegían como la bruja malvada, la madrastra malvada, la bruja del oriente lo cual, ciertamente es un fiel testimonio de la manera en que Colleen era percibida por sus compañeros de clases durante sus años mozos.
—Sé que son un poco raros, pero no son tan malos como todos dicen…—Allyson dijo
—¡Por favor! Lo único que agradecí al momento de la reunión fue el saber que aun no los han descubierto por otras cosas…no quiero siquiera pensar acerca de todo aquello por lo que ni los han cachado aun…
Allyson rió discretamente, como si de un chiste se hubiera acordado.
—De todos modos —continuó Colleen—, tú no eres así Allye; digo, se que puedes ser un problema, pero nunca a esas alturas; ellos son una mala influencia para ti…
—Ahí tienes otro cliché…
—¿¡Me dejas terminar!?
—Lo siento…
—De todos modos, ¿cómo se conocieron en primer lugar? Es decir, no parecen el tipo de personas que siquiera formarían una amistad
—¿Qué quieres decir con eso?
— ¡Ya sabes! Ese chico Jake debería estar con los idiotas que fuman en los baños en horas de clase…y entre menos sepa de esa Sarah mejor...
—Creo que has visto demasiadas películas de John Hughes últimamente, mamá…
Pero sin duda la propia Allyson ahora se estaba preguntando esa misma cuestión: ¿Cómo había llegado a esto? De ser por ella, bien pudo haberse quedado sola durante toda su vida escolar, y no le hubiera molestado un poco; con una hermana como Jessica quizás hubiera tenido toda la interacción humana necesaria para evitar la locura, y ahí se hubiera acabado la historia…
…Pero ahora, Allyson trataba de recordar
Fue en algún punto del lejano y legendario año del 2002, antes que tantos sucesos que marcarían el rumbo de nuestra cultura ocurrieran: antes de la Guerra en Irak, de la invención de Youtube y Facebook, antes de un hijo de un inmigrante africano se convirtiera en presidente de la nación más poderosa del mundo, de los Juegos Olímpicos en Vancouver y antes incluso aun cuando idiotas promiscuos y borrachos de la zona de Jersey obtuvieran tiempo al aire en MTV.
Allyson era entonces tan solo una niña de cinco años, hija menor de una familia rota por un amargo divorcio que para aquellos tiempos se había convertido en el estándar para la mitad de los matrimonios canadienses.
Allye acudía al jardín de infantes de Hopewell: el Jardín de Niños Jaques Cartier, para tantos niños semi-abandonados en el sentido de ser la prole de una generación de padres trabajadores que son más extraños para sus propios hijos que el hombre que reparte el correo.
—Muy Allye, quiero que te portes bien ¿de acuerdo? —Colleen le dijo a su hija menor al parquear su coche frente al jardín de infantes
La niña no respondió al estar completamente molesta con el hecho de tener que regresar a esa maldita escuela: Allye era más bien el tipo de infantes que preferían mil veces perder el tiempo todo el día jugando Mario Kart que el de tener que…socializar…
Tampoco estorbaba para que una niña tan joven tuviera esa actitud de amargura prematura el hecho de que ella realmente no se llevaba nada bien con sus compañeros; no los odiaba, ojala fuera así: eso implicaría que al menos tienen una impresión sobre ellos, pero era indiferencia lo que ella sentía, sin poder esperar por la impaciencia el momento en que la hora marcara el fin de las clases para poder largarse a su casa y aislarse como la adorable antisocial que a su lustro de edad ya era.
Entró a su aula con la misma expresión de desdén y desprecio como el del año pasado, y al tener su clase un número de alumnos impar, ocupó la misma silla sin compañero que tanto gustaba.
La profesora, la señorita Langley, entró al aula con noticias importantes.
—Clase, primero que nada: feliz comienzo de año, espero que la hayan pasado muy bien durante el receso del verano, y para comenzar este nuevo ciclo vengo a presentarles un nuevo alumno.
La maestra hizo una seña hacia afuera del salón y un pequeño niño medio cansado y mal encarado ingresó al frente del aula.
—Puedes presentarte joven —le dijo la docente.
—OK., como sea… —dijo el niño con actitud desafiante—. Me llamo Jake Zabrocki, tengo cuatro años, me acabó de cambiar desde el norte de la ciudad; me gustan los videojuegos, el rugby y las películas de terror…