El club de los raros

Capitulo XI — El Zoológico

 

 

—¿Qué es esto? —Pregunta con el papel que previamente le di, en la mano.

 

—El letrado no sabe qué es... Léelo. —Tomo algo de jugo.

 

—¿Irán al zoológico? —La sorpresa en su pregunta me causa gracia.

 

—Aparentemente, pero esté es el plan… —Lo miro con decisión. —Harás una de tus súper cartas bien elaboradas y dirás que no puedo ir porque... Tengo fobia a los autos... ¿Sí? —No quiero ir a esa excursión, habrán personas y no me parece provechoso.

 

—Demuéstrame que le tienes fobia a los autos... —Sacude la arrugada hoja, acusándome con su movimiento.

 

—Y tú demuéstrame que no... —Recurrir una falacia es lo más común que hago, y me ayuda a ganar.

 

—Irás, pasaras un día increíble y te divertirás, fin de la discusión... —Me cruzo de brazos.

 

—No me puedes obligar si me enfermo... —Enarco una ceja algo retante. —Pero lo podría pensar si hicieras algo por mí...

 

—Te levanto el castigo... —Es mal negociante, siempre tiendo a salirme con la mía.

 

—No, quiero otra cosa... —No sé qué exactamente, pero eso no.

 

—Toma cien dólares y ve... Además, estaremos fuera desde mañana y quiero que te comportes. —Advierte con cara de póker.

 

Tomo el dinero, no me puedo negar. —Sí, estará todo bien... Yo soy muy responsable...

 

—No te creo; solo que la casa esté en pie, ¿De acuerdo?... No debería dejarte sola...

 

—¿Me contratarás una niñera? —Me burlo de tal idea, ya estoy suficientemente grande para cuidarme sola.

 

—Contigo toca contratar un sargento. —Ahora él ríe.

 

—Me estás ofendiendo... Creceré como una niña traumada y tendré problemas de conducta. —Digo trágicamente. 

 

—Eres una señorita... —Me quita el vaso de jugo. —Y tienes problemas...

 

—Así parece... ¿Y Mandy? —Pregunto, pues no llegó con él.

 

—Fue a hacer las compras en el súper mercado...

 

—¿Por qué mundo cruel? —Pregunto a la nada interrumpiéndolo. —Quiero que compre comida de verdad, no eso que come, que malos gustos tiene... —Mi cara de asco debe decirlo todo.

 

—Pues gracias... —Sonríe falsamente, creo que lo ofendí de alguna forma.

 

—Sin cometarios... —Me limito a decir.

 

...

 

Viernes, cuatro de la mañana, salgo de mi casa al auto bus que nos llevará al dichoso zoológico. No sé la razón por la que voy, pero los cien dólares fueron un gran incentivo. Al subir, la maestra me da una manilla de color rojo, sin explicación, veo dos asientos y escojo el que está al lado de la ventana. Me gusta ver como pasa todo, porque en los viajes no puedo dormir.

 

En mi mochila llevo una botella con agua y algo de comer, por lo general, en los viajes no puedo ingerir muchos alimentos que digamos, mi apetito huye en ocasiones. Él último en subir es Julián y de todos los lugares disponibles, elige el que esta junto a mí, parece que se acaba de levantar. Continuamos en dirección a la autopista, aproximadamente veinte minutos después todos se quedan dormidos, excepto el conductor y yo.

 

Julián apoya su cabeza en mi hombro, si no es porque está dormido, lo golpearía. Ya me duele el hombro y no tengo nada más interesante, que ver por la ventana, evito moverme al máximo, para no despertarlo. ¿Por qué nadie ve lo buena persona que soy?... Porque nadie ve más allá de su nariz...

 

Mi nivel de aburrimiento va aumentando alarmantemente, volteo a ver a Julián y está babeando mi chaqueta. Tengo dos opciones, cuando llegue lavar la chaqueta o quemarla, y estoy pensando seriamente en llevar a cabo la segunda. Es muy asqueroso, llegué a mi límite. —Oye. —Subo el hombro bruscamente.

 

Se asusta y frota sus ojos, ya está amaneciendo y la vista es increíble. —Ummm... ¿Qué? —Inquiere confundido.

 

—Llenaste mi chaqueta de saliva. —Inquiero molesta.

 

—Lo siento. —Bosteza. —No fue mi... Deja de fastidiar mi vida... —Debe ser bipolar, si, es lo más seguro.

 

—Ok. —No tengo la suficiente paz mental para contestar y no lanzarlo por la ventana. El resto del viaje no lo volteo a ver, me mantengo al margen de la situación. Al llegar a esa ciudad todos quedaron asombrados por su incomparable infraestructura.

 

En la entrada del zoológico nos detienen en seco, la maestra se posiciona frente a todos y llama la atención. —Cada uno tiene una manilla de un color, busquen al que tiene el mismo color que ustedes...

 

Que no me toque con un fastidio... Que no me toque con un fastidio... Que no me toque con un fastidio...Me repito internamente, como si eso pudiera cambiar. —¿Rojo? —Pregunta Julián. 

 

Mátenme, porque tengo este tipo de suerte, debo mandarme hacer algo o buscar un trébol de cuatro hojas, ambas opciones funcionan. —Verde. —Levanto mi mano, dejando en evidencia la pulsera.

 

—Eso es rojo... —La señala y asiento.

 

—¿Ah?, cierto, rojo... Ahora tengo que aguantarte el resto del día. Esto no se puede poner mejor. —Digo sarcásticamente.

 

El recorrido fue agradable y Julián no se me ha acercado en toda la mañana, aún mejor. Conocer tantos animales juntos, ignorando las bestias de mis compañeros, fue muy cool. Lo que más lamento es que no me hubieran dejado tocar un león, me pudo arrancar un brazo, pero necesitaba tocarlo. En el almuerzo, nos hacen reunirnos con nuestros compañeros.

 

Cuando Julián y yo recibimos el almuerzo, tomamos siento en una mesa lejana de la multitud. Él come como si nunca lo hubiera hecho, yo me limito a picar la comida con el tenedor, no tengo mucha hambre. —¿No quieres? —Cuestiona con la boca llena, escupiendo algunos trocitos de comida.

 

—¿Quieres? —Le ofrezco mi almuerzo.

 

—¿Qué comerás? —Pregunta después de tomar jugo y tragar lo que tenía en la boca.



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En el texto hay: diversion, locuras, raros

Editado: 21.06.2021

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