El Cocinero asesino

Capítulo 2

Después de conseguir contener todo lo que quería decirle en ese momento, contestó con voz grave. Quería parecer imponente, así que, hinchó los pulmones con tanto aire como pudo, para que su pecho pareciera más grande y musculoso. 

-No, la cena estuvo... Correcta. -El hombre pareció intrigado, pero seguía esperando más información. -Es otra cosa. 

-¿Y bien?

- Resulta que soy un cocinero profesional y... 

-¡Oh, Dios! ¿Eres un inspector de sanidad? 

Cada vez empezaba a odiar más a ese hombre. ¿Sería capaz de decirle educadamente que cerrara la boca hasta que acabase de hablar? No. Si él hablaba, era para decir solo cosas importantes. 

-No. Le acabo de decir que soy cocinero, no inspector. ¿Me equivoco? -Él soltó un suspiro y negó con la cabeza. -Bien, pues... -Sacó un papel de un bolsillo interno que se encontraba dentro del abrigo, y lo dejó sobre la barra. La chica estuvo tentada a cogerlo, pero el otro se le adelantó. 

-¿Qué es esto?

-Ese de ahí es mi currículum. Busco trabajo. He pensado que este restaurante podría ser una buena opción, ya que la comida parece muy elaborada y eso es lo que sé hacer yo. -El hombre levantó las cejas, estaba sorprendido. Primero miró al hombre del sombrero, después al papel, y finalmente al hombre de nuevo. 

-¿Y cómo puede un hombre como usted...? ¿Con toda esta experiencia, no tener trabajo?

-La vida nos sorprende. -Mintió. 

-Ajá... Bueno, pues... Me gusta tu currículum. ¿Hablamos del sueldo?

-No hace falta. -Y después de un fuerte apretujón de manos, quedaron con los horarios y el hombre del sombrero se marchó. 

De camino a casa, se aseguró de que nadie lo seguía. También aprovechó su único momento de lo que él consideraba tranquilidad, que era ese rato dónde podía caminar sin tener que preocuparse por nada más que llegar sano y salvo a su vivienda, un piso en buenas condiciones que pasaba desapercibido.

Cogió el manojo de llaves y, como siempre, buscó a la elegida. Tenía dos llaves más, que le entregó el dueño del piso cuando se lo vendió, pero no sabía para qué servían. En su piso, ninguna puerta requería de una llave para abrirse (aparte de la principal). Tampoco las ventanas tenían cerradura. Era todo un misterio que no valía la pena resolver.

Pero descubrir a qué puerta pertenecían sus llaves no era el mayor de sus problemas en ese momento, así que, cuando entró, se dejó caer en el sofá para intentar quedarse dormido. Sin embargo, su mente pudo más que su cuerpo, y tomó el periódico que había encima de una mesita de madera. 

Los primeros artículos resultaron ser bastante aburridos (al igual que la mayoría de las veces), así que pasó las páginas hasta llegar a la última, donde a los periodistas les gustaba escribir todas y cada una de las muertes más interesantes que habían sucedido en la ciudad: normalmente, las primeras no tenían ninguna gracia para él... Alguien que había sido atropellado, otro que se había caído desde un balcón... 

Pero cuando empezabas a leer las últimas frases del periódico, se te ponían los pelos de punta, pues esa sección era la más macabra. Y por ese mismo motivo era la parte favorita del señor del sombrero. 

Siguió leyendo:

6: Fred Wilson: asesinado por arma de fuego. 

Ea palabra, "asesinado", era la que le sacaba una sonrisa cada noche. No importaba si había tenido o no un buen día, o si había cumplido sus objetivos y metas o no. Cuando la escuchaba, su corazón se ponía a palpitar más rápido y no podía sacársela de la cabeza. 

Ese era su trabajo. Matar. Era su verdadera pasión. Eso que había estado buscando durante tanto tiempo. 

En la fotografía que había al lado de su nombre, aparecía el mismo Fred Wilson, al que había matado el hombre del sombrero meses atrás. Por lo que vio, no habían encontrado su cadáver hasta ahora. Eso sí que era trabajar profesionalmente. 

Aun con la sonrisa en el rostro, retiró el sombrero de su cabeza para dejarlo caer sobre la mesita. Podría haber puesto la televisión, sí, para entretenerse. Pero no lo hizo. Cogió una pequeña libreta que llevaba en uno de los grandes bolsillos del abrigo, y también un bolígrafo negro. Tenía pendiente planificar un asesinato, y cuando antes empezase, mejor. 

Había muchas cosas que tener en cuenta para que todo saliera bien. Y, si alguna cosa no iba a la perfección, podía acabar siendo una tragedia para el asesino. Por ese motivo era mejor planificar antes de actuar. Aunque hacer esto conllevaba varios meses, valía la pena. Sentir esa satisfacción...

La parte buena de cometer asesinatos a menudo, era que ya sabía como hacerlo para que no hubiera consecuencias. La parte mala... Que hasta podía volverse aburrido. Pero ese no era su caso, pues el hombre tenía dinero de sobra (las muertes no eran baratas) y solo trabajaba por gusto. 

Repiqueteó los dedos sobre la pequeña libreta antes de empezar a escribir:

1. Observar 

2. Trabajo

3. Confianza

4. Asesinato

5. Huida

Esos eran los cinco pasos que más destacaban. Escritos parecían simples, pero llevarlos a cabo no lo era tanto. El número uno, observar, ya lo había cumplido. Bien, solo una parte, porque siempre tenía que observar para que nadie lo pillara. También había pedido el trabajo, y se lo habían dado con gusto, pues su currículum era una maravilla absoluta. 

Esos papeles llenos de letras, palabras y frases definían una parte de él a la perfección. La cocina había sido su salvación durante años, y lo seguía siendo. Porque, aun teniendo tanto dinero, le costaba mucho conseguir sentir felicidad. Aunque fuera solo un poco. 

Para ganarse la confianza de sus compañeros de trabajo, y clientes habituales del restaurante, debían pasar un par de meses, lo tenía comprobado. Al principio la gente dudaba, pero al final todo el mundo se acababa abriendo y le explicaban sus problemas. Ese era el objetivo principal del momento. 
 




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