Capítulo 2
Yoni había llegado temprano a la confitería; esperaba a su hija; le había pedido que se reuniesen para hablar; miró su reloj: “llegué temprano, o Paula demora más de la cuenta” pensó; estaba fumando en su boquilla; cuando la vió entrar, la apagó. Su hija parecía alérgica al humo, pero más que eso, detestaba verla fumar.
- ¿hola querida, cómo estás? - se levantó a besar a Paula
- bien, porque guardaste esa porquería en la cartera, pero igual ¡¡estás apestada del olor!!
Su madre sonrió simplemente, porque no esperaba escuchar otras palabras de su hija, ya no se asombraría por nada.
- decime que es lo importante que tenés para decir, tengo poco tiempo.
- hija, quiero que pongamos de nuestra parte para recomponer nuestra relación, es por el bien de todos…
- ¿otra vez con esas estupideces? ¿Qué quieres mama? Yo jamás voy a aceptar tu forma de ser, tus historias, tus aires de gran dama, tu idea de que sos sabia- y gesticulaba torpemente, sabiendo que molestaba a su madre- ¿qué quieres recomponer?
- querida hija, no es bueno que mi nieta viva en un clima de continuo roce…
- te recuerdo, que tu nieta, es mi hija, y yo decido lo que ella hace y deja de hacer, mira o deja de mirar; yo decido porque es mi hija, y de paso, te prohíbo que te atrevas a hablar con ella de todas tus estúpidas historias!!
- no levantes la voz hija, no es necesario, no hace falta que te alteres si…
- ¡¡te dije que termines con tu hipócrita manera señorial!!!- le decía Paula apretando los dientes al punto de parecer querer saltar sobre su madre.
- A ver hija, veamos, decime vos entonces como quieres que te hable, de que quieres que conversemos, qué podemos hacer juntas..- decía ella con suma paciencia y buscando serenar a su hija.
- De nada mama, no quiero que hablemos de nada, ni que hagamos nada juntas, yo hago mi vida, y vos hace la tuya, pero deja a mi hija de lado, hace tu vida sin ella
- Cómo me pedís eso Paulita, si Uds. dos ¡son lo único que yo tengo, y no hay motivos para vivir en tanto disturbio familiar!
- ¡¡Que memoria que tenes súper dama!!! Te has olvidado cuando yo tenía 7 años, y me sacaste de la escuela donde tenía todas mis amigas, donde yo era feliz, jugaba y me divertía, sólo porque tenías la demente idea de que yo era “superior” al resto, que yo ya sabía francés, que sabía matemáticas, que había leído a los filósofos rusos y alemanes, mientras los otros niños todavía no sabían leer!! ¿Sabes qué pasó? Se me olvidó todo, mi mente tiró todo a la basura, y en aquel mismo instante que me sacaste de aquel colegio, todas mis lecturas y todos mis conocimientos se borraron, entiendes, porque mi mente acepta lo que quiere, y no lo que le imponen, ¿entiendes, súper mujer? Nunca más me obligarás a leer un libro, a aprender nada, a querer ser superior a nadie...
- Hija mía, es natural, es innato, yo no te obligaba a hacerlo…
- ¡¡No!! ¡¡Claro!! ¿Te olvidas de que nunca ningún chico estaba a mi altura?, mis vecinos me miraban raro, en la pileta nadie quería jugar conmigo, yo era un bicho raro...y en el único lugar donde era feliz, me llevaste de allí!!
Su madre retenía las lágrimas, y miraba a su hija incapaz de reponerse a malas experiencias de su niñez, e incapaz de querer aceptar ayuda para aceptar la realidad.
- negarte a estudiar y a tener una profesión cuando hoy todo el mundo, es lo que busca, un título profesional, no ha sido una buena elección Paulita
- según vos, quien no tiene un título profesional es “nadie”- decía levantando sus brazos hacia el aire – pues yo soy “nadie”¡¡ y me encanta, me encanta!!!
- hijita mía, te encanta porque no has tenido que salir a buscar trabajo nunca, y nunca tuviste a un hombre frente a vos, en un escritorio, negándote un puesto porque no tenéis una profesión
- ¡¡suena a reproche lo tuyo dama perfecta!! Es cierto lo que decís, y he vivido siempre de tu dinero, pero si no tuviste más hijos, a quien piensas dejar tu herencia si yo no la gasto ahora...- decía burlona.
Su madre interpretaba muy bien sus palabras, sus burlas, sus intenciones, y era justamente todo eso lo que ella intentaba cambiar en la relación con su hija, porque cada vez que cruzaban una palabra, era igual.
- Bueno Paulita, he aceptado tu forma de ser y de elegir tu vida, pero deja que sea tu hija ahora la que tenga esa libertad, y no la quieras obligar a que me ignore porque sabes bien que ella me adora…
Paula se reía a carcajadas, quería ser grosera con su madre, y lo lograba a la perfección. Yoni era una mujer impecable, en su vestimenta, en su peinado, en sus modales, en su postura, en sus palabras; pero lo que veía en su hija, le dolía por ella misma, por ver lo que había elegido ser su hija, por castigarla a ella, sin ningún sentido, sin razonamiento de ningún tipo. Paula gozaba de su fortuna, sin límites, pero quería ser distinta, vestir con ropas caras, pero con desaliño, tener el cabello brillante, pero nunca peinado, hablar fuerte y agredir a cualquiera por nada, sólo porque a ella le molestaba que el otro quisiera “figurar”, según sus palabras; tenía amigos que nunca habían terminado de estudiar, que empezaban a trabajar, y a la semana renunciaban porque era mucho “sacrificio”, que a veces vestían muy bien, y otras veces hasta olían muy mal. Yoni ni siquiera podía preguntar qué amistades tenía su hija, de dónde eran, que hacían para vivir. Había elegido bien al marido, que era contador y trabajaba ahora en su empresa, pero era el muchacho quien había elegido bien, sabía de la fortuna de Yoni.
- A ver Paulita, Tatiana tiene derecho…
No la dejó terminar de hablar, se levantó y se fué llevándose por delante a una señora mayor que entraba en ese momento. Yoni quedó sentada en la confitería, fumando y pensando en las palabras de su hija, pero ella no debía asombrarse ahora, porque sabía que Paula tenía el trauma desde niña, sabía que no se recuperaba de las malas experiencias de su adolescencia, pero más que todo eso, ella conocía de la crueldad de su hija. Su pensamiento la llevo lejos: