Aura
Mi madre me encerró en mi habitación todo el fin de semana.
Ni siquiera tenía razones claras, solo lo hizo. Como siempre. Solo el domingo en la noche me dejó salir para cenar, y aún así, antes de darme un solo plato, me maldijo por el simple hecho de existir.
"Si no hubieras nacido, mi vida sería otra", me escupió con desprecio mientras servía la comida.
Comí en silencio. Ya ni siquiera tenía fuerzas para discutir, y la verdad, ¿de qué serviría? Siempre tenía razón, incluso cuando no la tenía. Yo solo era su error favorito.
El lunes llegó, y con él, un nuevo miedo que hasta ese día no conocía: el miedo de seguir fingiendo ante Asher que todo estaba bien.
Y no, nada estaba bien.
Nada en mi vida tenía equilibrio.
Ese día empezábamos oficialmente el proyecto de ciencias. Era una de esas asignaciones de largo plazo que nos acompañarían hasta el final del año escolar. En mi caso, el final de mi secundaria. Siempre soñé con graduarme, trabajar en algo sencillo, ahorrar… y escapar. Irme lejos. Romper este ciclo que parecía haberme marcado desde que nací.
Pero ahora, con un hermano en camino, ese plan ya no se veía tan cercano. ¿Cómo podía pensar en irme sabiendo que él podría pasar por lo mismo que yo?
Como de costumbre, salí temprano de casa. No solo porque caminaba, sino porque necesitaba despejar la cabeza antes de llegar. Esa caminata era mi única tregua.
Al acercarme al colegio, los vi.
Katy y Kevin.
No tenía por qué llamar mi atención, pero algo en su comportamiento me pareció… extraño. Doblaban con prisa por la esquina que daba al patio trasero de la escuela, justo esa zona donde los profesores casi no pasaban.
No sé por qué, pero los seguí. Tal vez por costumbre. Tal vez por simple curiosidad.
Y ahí estaban.
Besándose.
Pero no de una forma dulce o romántica como las que leía en mis novelas escondidas bajo la cama. No. Era algo apresurado, intenso, casi desesperado. Había pasión, pero ninguna emoción. Ningún cuidado.
Me congelé.
¿Katy estaba engañando a Asher?
¿A él?
¿Cómo podía alguien como ella traicionar a alguien como él?
Asher era... no sé, diferente. Atento. Cálido. De esos que no solo te escuchan, sino que te miran como si fueras importante. ¿Y ella… lo traicionaba así, sin culpa, en un patio sucio detrás del colegio?
Di un paso atrás. No quería seguir mirando. No me correspondía, no era mi lugar, no debía estar ahí. Me volteé, intentando regresar por donde había venido… pero ahí estaba Lucy.
—Mira nada más quién husmea donde no la llaman —soltó con su voz chillona. Era parte del grupito de Katy, una sombra que solo sabía seguirla.
Y en segundos, como si mi desgracia tuviera un imán, Katy y Kevin aparecieron de nuevo.
Katy me miró con desprecio, como si yo fuera algo que se pega a los zapatos.
—Mira, Kevin, la mugrosa estaba espiándonos —dijo con veneno en la voz.
Yo levanté las manos.
—No… no era mi intención. Iba de camino, juro que no quería verlos.
Pero ella se acercó con pasos rápidos y me jaló del cabello con fuerza.
—¿Quién te crees para meter tus narices donde no te llaman?
—Lo siento… —susurré, apenas con voz. Mis ojos se llenaron de lágrimas, pero las contuve.
Otra humillación. Otro golpe invisible.
—¡A mí ni me hables! —gritó, y fue entonces cuando sentí su mano estrellarse contra mi mejilla.
El ardor me quemó la piel. No por el golpe, sino por la impotencia.
Bajé la cabeza. No quería que me vieran llorar. No otra vez.
—Solo espero, maldita pobre, que esto no salga de tu lengua bastarda. Porque si me entero de que alguien más lo sabe… lo vas a pagar.
Sus palabras fueron cuchillas directas al corazón.
—No te creas importante porque Asher te haya hablado —escupió con odio—. Eres y seguirás siendo patética.
Nada. Nadie.
Y se fue. Así.
Como si yo no fuera más que una piedra en su camino.
Kevin no dijo nada. Lucy se rio.
Y yo me quedé ahí. Sumida en el dolor. Humillada, como si fuera el papel para el que había nacido.
Me apoyé en la pared y cerré los ojos.
Y por primera vez en mucho tiempo, me dejé llorar.
Sola.
Como siempre.
Editado: 08.07.2025