-¡Alir, Alir! -Tocan a la puerta -Se que estás ahí, por favor, déjame pasar
-¡Callate! -Gritó, pero inmediatamente se arrepintió del tono que usó con Paulette -Lo siento, no quiero hablar con nadie
-Solo quiero ayudarte a superar esto, Alir, sé que es difícil
-No, no lo sabes, no tienes ni la más minima idea de como me siento
-Alir... Por favor
Después de oir su voz quebrarse el muchacho se levantó para abrir a la joven esperándolo detrás de aquella puerta de roble obscuro sin barnizar, sus miradas se encontraron después de mucho tiempo, esto conmovió a Paulette, quien comenzó a llorar mientras corría para abrazarlo, apretándolo fuertemeente entre sus brazos, ante la idea que tanto le aterraba de que él también pudiese desvanecerse entre la nieve. Alir estaba temblando, pero no por el frio si no por el recuerdo de Maxime golpeteando en su pecho, inconscientemente empujó suave a su amiga para despegarla de si mismo, la chica entendió, cerró la puerta pues lo había olvidado dada la conmosión, después se sentó en una sillita que agarró de la cocina, mientras su acompañante le imitaba
-Ah... -Suspiró -¿Cómo te encuentras?
-Mal, evidentemente -Respondió cortante
-Si, lo siento, esa fue una pregunta muy estúpida de mi parte
-¿Para qué has venido? -Preguntó en tono amenazante
-He estado investigando con una amiga mía, que es tanatóloga, sobre como puedo ayudarte y me dijo sobre una terapia que funciona para estos casos, ¿Quisieras intentar?
-Como sea, igual no va a ayudarme en nada, pero te veo emocionada, dime de qué va
-Debes narrarme todo lo que ha pasado con Maxime como si fuera una historia, como si yo no los conociera y estuviese preguntando
El joven se levantó del sillón, se dirigió a la cocina para preparar una taza de café, miró a la muchacha sentada en la silla a manera de pregunta, si ella deseaba café también, ella entendió y negó con la cabeza, después Alir regresó a su sitio
-No lo haré -Dio un sorbo a la taza -Eso sería demasiado doloroso
-Vamos, Alir, debes enfrentar lo que sucedió
-¡He dicho que no voy a hacerlo! -Dió un golpe a la mesa que estaba en frente de él
-Entonces no lo hagas por ti, hazlo por Maxime, por su memoria. A él jamás le hubiera gustado verte así
-Entonces no debió...
-¡Alir! -Exclamó, interrumpiéndolo -Por favor, trato de ayudarte, no sé que más hacer
-De acuerdo, te lo contaré todo -Accedió a regañadientes -Pero no se por donde empezar
-Empieza por el principio, por cuando se conocieron
-Bien...
........
Era invierno, bajo una helada brisa, estaba esperando en la fila de un banco cuando vi a un joven tropezar entre la nieve mientras jugaba con una amiga, ese es mi primer recuerdo. Tiempo después, mientras miraba la nieve caer por la ventana en medio de un examen llegó un nuevo estudiante a mi curso, se llamaba Maxime, venía de México, pero tenía descendencia francesa, sus ojos color de trigo me facinaron, lucía joven, más que yo, su cabello negro como el carbón, sus orejas sonrojadas por el frio, sus labios rosados y finos, todo me maravilló al instante.
-Hola, me presento, me llamo Maxime, soy francomexicano y me gustan las artes -Hizo una reverencia al estilo asiático -Es un honor para mi poder estar con este grupo, espero que nos llevemos muy bien
-Muy bien Maxime -Dijo la profesora - Sientate en el asiento disponible de la tercera fila
Como si se tratase de una extraña coincidencia de este destino tan retorcido, ese asiento del que hablaban ,era el que estaba a mi lado, Maxime obedeció a la maestra, después hizo el examen con nosotros ese día. Recuerdo que tenía que llegar a casa rápido ya que mi hermana iba de visita, así que salí apurado del salón, cuando tomé el camión el chico se subió corriendo gritándome
-¡Tú, el chico de la sudadera blanca!
-¿Sí? -Pregunté extrañado
-Se te olvidó tu celular -Dijo entregandome el objeto en cuestión
Su voz era dulce, como escuchar las gotas de lluvia rebotando contra un vaso de cristal en un otoño fresco, combinadas con el compás de los vientos. De pronto, antes de que pudiese bajar el autobús arrancó
-¡Maldición! -Exclamó -Mi casa queda para el otro lado... ¿Qué voy a hacer?
-Bueno, no tenemos tarea, y en parte esto fue culpa mía, deja que te lo compense permitiéndote que te quedes en mi casa
-¿En serio harías eso por mí?
-Claro, si no te molesta que esté mi hermana menor
-Para nada
Mientras íbamos camino a casa en aquel carruaje color mostaza, que se meneaba con cada piedra que había, platicábamos sobre la razón detrás de la vida, u otros temas filosóficos, tardamos una hora en llegar. Bajé yo primero para abrirle la puerta, ingresamos a mi domicilio siendo recibidos por mi hermanita, una niña de nueve años muy tierna e inocente para su edad, me abrazó fuertemente, y como era tan cariosa, también corrió para darle una cálida bienvenida al extraño que había traido a la casa. Posterior a eso, le pedí a Maxime que esperara en la sala con mi hermana mientras yo preparaba la cena, esa noche, si no mal recuerdo, preparé pollo al horno con una ensalada rusa para acompañar, cenamos aunque noté a el chico preocupado en todo momento, pero no fue hasta que preparé la recamara en donde se iba a quedar nuestro invitado que me atreví a preguntarle
-¿Qué sucede? Te veo extraño desde que llegamos
-Lo siento -Ocultó la cara entre sus manos -Es solo que me preocupa mi madre, no quiero angustiarla, pero no la puedo llamar porque mi batería está muerta, así que no sabrá porque hoy no llegué a casa
-Hombre, te preocupas por nada, toma -Extendí mi mano, ofreciéndole el teléfono celular que el anteriormente me había dado, causante de todo esto -Puedes llamar a quien necesites, pierde cuidado por el saldo
-¡Muchísimas gracias!
En cuanto terminó la frase me abrazó de improvisto, no sé si es porque ya me sentía atraido por el o por el hecho de que no estaba tan acostumbrado al contacto físico, pero en ese momento mi corazón latía con fuerza, y lo empujé lejos como un reflejo, aunque trató de ocultarlo pude notar que lo había lastimado con esa acción, quise disculparme pero las palabras no salieron de mi boca, así que simplemente me fui a dormir