El comienzo de un nuevo destino

Capítulo 9

Celeste.

Me encontraba en un túnel donde todo estaba opacó, maloliente, húmedo, sucio y con una luz tenue.

«Todo se veía totalmente horrible».

Me levante con un poco de dificultad del frío suelo, no entendía porque estaba ahí ni como había llegado, o porque estaba tan adolorida. Al estar en pie uno de mis pies flaqueo haciendo que por poco cayera, pero me logre mantener firmé.

Cojeando llegué al final del túnel, lo sabía porque desde lejos se veía la radiante luz del día—o quizá medio día, ya que no sabía la hora que era—. Pero antes de llegar aún más cerca de esta, una inmensa reja metálica me lo impidió.

Pero ¿por qué está esta reja aquí?

Me di la media vuelta para dirigirme al otro final del túnel, pero cuando llegué, estaba igual que el otro extremo: con una reja metálica en esta.

Me comencé a desesperar un poco ya que si no podía salir, entonces ¿cómo entre?

«Lógicamente alguien me trajo, pero no sé cómo me encerraron aquí» «Hubiera requerido mucho trabajo, ya que los huesos pesan».

Una constante pregunta rondaba en mi cabeza a cada nada.

¿Dónde me encontraba? ¿Y quién me trajo aquí?

Un sonido a mi espalda hizo que se me erizaran los bellos de la nuca al mismo que me tensaba de forma inmediata.

Me di vuelta con lentitud para ver de quién se trataba, pero eso fue peor porque había dado justo con mi peor pesadilla; la persona que abuso de mí en más de una ocasión.

Rápidamente quise huir pasándole por el lado, pero él de una forma rápida agarro mi muñeca con mucha fuerza, logrando que instantáneamente soltara un gemido de dolor. Traté de safarme de su agarré, pero eso empeoró las cosas porque la tomó con más fuerza aún y como no le bastó, lo hizo también con la otra, pero antes, golpeó mi rostro tan fuerte que podía sentir el sabor metálico en mi boca y lo obvio se hizo evidente: estaba sangrando.

Tirando de ambas muñecas hacia abajo haciendo que quedara arrodillada ante el. Acarició mi cabeza con sus medianas manos mientras que con la otra sacaba de su bolsillo una soga.

No otra vez.

No lo soportaría. No de nuevo.

—Abre tu hermosa boca, muñeca—dijo con su voz chillona y ronca a la vez.

Esa combinación me daba asco y repulsión, más viniendo de él. Todo me causaba una repulsión infinita si venía de él en especial.

Negué con la cabeza comenzando a llorar mientras mis labios hacían una delgada línea para hacerle más difícil el trabajo para abrirla.

«No te la dejaría fácil. Ya no».

—Si no lo haces por las buenas, tocará hacerlo a las malas.

Con su dedo índice comenzó a tratar de meterlo dentro de mí boca de manera brusca y dolorosa, trate como más pude de que se le hiciera difícil, pero no lo logre y metió su asqueroso dedo moreno en mi boca.

Hice de mis manos puños y le di justo en sus bolas—sin ni siquiera el esperándoselo—, provocando que este se quejara del dolor, lo que aprevoche para salir corriendo de ahí lo más rápido que pude. Corrí lo más rápido que mis flacuchas piernas me lo permitían, pero no tenía mucho donde correr ya que el lugar, si bien era grande, estaba cerrado.

Sentí un enorme jalón de pelo que me hizo caer al suelo golpendo fuertemente mi cabeza contra el pavimento, con la soga que tenía anteriormente en sus manos ató las mías con rudeza provocando que estas se apretaran y mi boca emitiera otro gemido de dolor.

—Al parecer te gusta a las malas—dijo con ira notoria en su voz y ojos.

—Por favor no—rogué.

—Oh, cariño, rogar no te servirá de nada. No aquí. No conmigo.

—¡Por favor! —supliqué aun más fuerte con lágrimas que sentía que me ahogarian de tanto soltarlas.

Con su mano derecha apretó con fuerza mi mandíbula jalandola para abajo mientras que con su otra mano sostenía de mi cabeza, logrando que mi boca se abra.

«Esto dejara marcas».

Y si que lo harán.

Con su mano disponible comenzó a desabrochar su pantalón y a quitárselo junto con su bóxer. Como pude comencé a negar con la cabeza, no quería que pasara.

Su duro y pequeño falo erecto estaba casi tocando la punta de mi nariz por la cercanía de su cuerpo.

Gruesas lágrimas comienzan a bajar por mis mejillas con más intensidad que las otras dando paso a sollozos ahogados en mi garganta.

Tomó de mis cabellos con ambas manos haciendo con estas una cola de caballo con estos, jalando de este hacia delante provocando que su pene se metiera en mi boca de una sola estocada. Y sin darme tregua alguna, comenzó a meter y sacar su pene con brusquedad de mi boca provocandome arcadas.

—Celeste.

Me moví tratando de que parará, pero no funcionaba, y mis intentos eran en vano.

—Celeste—sentí a alguien sacudir mis hombros—. ¡Celeste!

Me senté en la cama en un nanosegundo golpeando a la persona que sacudía mis hombros con un puñetazo.

Abrí los ojos con mis mejillas empapadas en calientes lágrimas.

«Así que todo había sido un sueño».

¡Todo había sido un sueño —o mejor dicho, pesadilla!

Estaba tan feliz de que así fuera. Me sentía llena de alivio, pero culpa se instaló en mi al recordar que había golpeado a alguien.

Cuando me adapté a la luz pude notar la figura de Alexander. Se estaba quejando por el golpe que le dí mientras me fulminaba con la mirada, desvié rápidamente la vista cuando las nuestras chocaron.

No fue mi culpa golpearlo de esa forma. No estaba en mis cinco sentidos, pero tampoco puedo mentirme a mi misma y decir que no lo disfrute, cuando en realidad si lo hice. Demasiado.

Hace ya mucho tiempo que quería golpearlo y hacer que su hermosos y carnosos labios sangraran por uno de mis golpes.

Y que me caiga como un reverendo culo no impide que ese idiota sea un jodido Dios griego en todo su maldito esplendor.

«¿Sería igual su pene al de los Dioses griegos que salen en los museos o en la Internet?»

Ahora que lo pensaba mejor, las personas que alardeavan sobre las "magníficas" cosas que hacían o decían tener, no eran más que una farsa.



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En el texto hay: peligro, secuestro, verdades

Editado: 11.06.2021

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