Desperté con todo el cuerpo entumecido, me pareció observar más suciedad que la noche anterior, pero lo achaque a la oscuridad. Los callejones anoche peligrosos, rebosaban de actividad a primera hora de la mañana, el bullicio del comercio y el mal olor en las calles parecía haber incrementado, las recorrí perdido durante un par de horas hasta que la sensatez venció al orgullo.
- ¿Sabría decirme como llegar a Almarwill? - pregunté a una mujer anciana de nariz aguileña y mirada perspicaz.
- ¿La ciudad vieja de Almarwill? – Inquirió la anciana que parecía asombrada– Hacia mucho tiempo que no escuchaba ese nombre... ¿eres un estudiante de La Biblioteca? – Al ver mi cara de asombro, se apresuró a decir algo antes de dejarme responder – Ven conmigo joven, creo que te has perdido muchas cosas.
- Lo siento mucho, tengo prisa y debo partir ya. Agradezco su ayuda igualmente – Dije apresuradamente mientras me marchaba.
Tenía un hambre y sed voraz, la comida del día anterior fue bastante pésima y la bebida, si digo decente, es decir mucho, así que mi prioridad era encontrar algo que llevarme a la boca ¿qué ironía verdad? Una bolsa llena de dinero y no tenía nada que comer o beber.
Al final conseguí salir de aquel laberinto, una proeza en mi opinión, y llegué a lo que parecía ser un mercado donde por lo que me pareció, habían montado una buena celebración. No entendía nada, no sabía dónde estaba, pero me fijé en una taberna que había cerca, era muy decente en comparación a la posada en la que tuve el “honor” de hospedarme ayer.
- Buenos días, amigo – Dije con mi mejor entonación - ¿haría el favor de darme una de esas botellas de hidromiel y un buen plato caliente que llevarme a la boca? No se retraiga si siente la necesidad de hablar, disfruto de las conversaciones como lo haría un Dragiuns.
- Buenos son en verdad ¡Brimia prepara nuestro mejor plato! – Grito el tabernero que parecía haber agradecido mi deseo de conversar – Espero que un joven tan elocuente, sea capaz de pagar la comida y la bebida sin problemas – Dijo con una afable mirada – De lo contrario, siempre puedes fregar los platos y limpiar algunas habitaciones.
- Dígame cuanto le debo y lo tendrá – Dije con confianza, esperanzado de haber encontrado tan grata compañía.
- Medio Misdrir sería lo que cobraría por tan delicioso manjar, pero lo dejaremos en un cuarto, dos Rurir y cinco Kilvirs – Estaba claro, que le había caído bien.
- Aquí tiene Un Misdrir – El tabernero metió la mano en su bolsa y sacó el dinero. Diez Kilvirs equivalen a un Rurir, cinco Rurir equivalen a un cuarto de Misdrir, él me debía entregar dos cuartos de Misdrir, dos Ruris y cinco Kilvirs. Antes de que pudiera entregarme el cambió, hice la pregunta que tanta curiosidad me daba - ¿Que está celebrando la gente?
- ¿Acaso no te has enterado de lo que ha ocurrido? – preguntó sorprendido – ¡Zyrolyr ha destronado a Zimrur! – Esta vez, su tono tenía una mezcla de preocupación y alegría.
- ¿Qué ha ocurrido con El Concordato de Marthrius? - la preocupación había sustituido la curiosidad – ¿No estábamos en paz con el El Reino?
- Por Zimrur chico, creo que te has quedado un poco atrasado en La Eternidad. Hace 140 años de aquello ¿has estado viviendo en una cueva?
No podía ser, no podía haber perdido tanto tiempo, solo había una explicación lógica a aquello, pero no estaba dispuesto a aceptarla y mucho menos a contarle a aquel desconocido mis sospechas. Al fin llegó el plato con el hidromiel, claramente valía mucho más de lo que había pagado… al ver mi cara de pasmado, el tabernero me sugirió ir a ver el curandero que había en la otra esquina del mercado, rechacé la oferta educadamente y me despedí.
- Ha sido una charla muy interesante, pero debo ir a comprar provisiones, si algún día vuelvo por aquí, no dudare en pasarme.
Al decir esto, me percaté de una necesidad que había olvidado por completo y entendí por qué la gente no se dignaba a pasar demasiado tiempo conversando conmigo, estaba sucio, peor que sucio. Mis botas estaban llenas de sangre seca, olía peor que el ajo y mis exóticas ropas dejaban mucho que desear. La Biblioteca sería un sitio privilegiado, no podía asistir en mis condiciones actuales.
- ¿Podría usar algo para asearme antes de irme?
- Tengo un barreño en el desván, ve y Brimia se encargará de subirte el agua, el jabón está en la estantería de la derecha, justo delante de la ventana.
Subí por las escaleras y me percaté en la tercera planta, de que el edificio era más grande de lo que parecía por fuera.
- Hola ¿quién eres y por qué hueles tan mal?
- Dzuwan a su servicio ¿maese…?
- Jabón.
- ¿Como?
- Jabón y en cantidades es lo que buscas, luego vuelve a hablar conmigo.
Era un joven apuesto de estatura media y semblante feroz, seguí mi camino hacia el desván donde esperaba mi humilde baño y me sumergí de nuevo en mis pensamientos, mientras el agua recorría mi cuerpo, noté una dulce caricia en la nuca, desnudo y sin mi espada con la sorpresa en mi contra. Me sentí indefenso.
Al observar a mi alrededor, vi aquel rostro sobre el frio suelo, retozando con su mirada apoyó su mano sobre mi hombro y antes de que pudiera decir nada, me pronunció las palabras más dulces que haya escuchado nunca.