Los días avanzaron, y Romani esperaba el regreso de Dame, pero la princesa no contaba con que su enviada había traspasado los confines del reino. La Toeluma recorrió grandes distancias, notando que, si bien el mundo había evolucionado, Gama seguía siendo superior, hasta que llegó a un pequeño pueblo de frías y grises edificaciones. Dame se alejó del mismo, y divisó una cabaña pequeña, donde vivía un hombre con un rostro que reflejaba dolor y frustración.
Dame tuvo dudas al inicio, pero algo le decía que aquel hombre de cabellos rojizos era el elegido, así que lo observó durante unos días. Quien parecía ser un cascarrabias, no era más que un humilde caballero que apoyaba a otros siempre que podía, cosa que Dame fue notando. La Toeluma adquirió forma humana para, constantemente, pasearse y tomar sus debidas notas.
La rutina del hombre era monótona, pues dedicaba gran parte de su día a cortar troncos, y el resto de la tarde lo invertía en pintar cuadros. De vez en cuando, el hombre solía ayudar a cualquier persona que se cruzara en su camino, alimentaba a los indigentes que veía, y también regalaba monedas a los niños que no paraban de correr en los parques, todo sin esperar nada a cambio.
Con esa información, Dame estaba convencida de que ese hombre podía ser su elegido, pues aunque vivía atrapado en la inmensa soledad, tenía un corazón de oro. No obstante, en el fondo de ese corazón, había un tormento compuesto por los dolores del pasado, cosa que, desde luego, Dame no sabía.
Una noche, la Toeluma fue a la cabaña del pelirrojo para ver qué hacía, y descubrió que él estaba pintando a una mujer con un paraguas, pero dándole la espalda a su creador y sus posibles espectadores, por lo que su rostro no era visible.
Y mientras daba las últimas pinceladas en su ilustración, el hombre se veía triste, casi aguantando el llanto. Dame dedujo que esa chica debió ser alguien importante para él, pero decidió dejar eso a un lado para poner a prueba a ese hombre, así que generó una ilusión en la que se mostraba a varios niños golpeando y arrojando a un ave herida.
Debido a lo realista que era aquella ilusión, el caballero escuchó a los niños, y salió de su cabaña para pedir que dejaran en paz a aquella ave. Parecía que los infantes habían huído, mas solo se desvanecieron, mientras que Dame mantuvo su forma de ave hasta que el hombre terminara de revisarla.
Luego de que el hombre le preparara una pequeña caja con una cobija y alimento, Dame pudo comprobar que la bondad del hombre era auténtica.
—Lo sabía, sabía que eres mi elegido —comentó Dame en su forma de ave.
—¿Eh?
Dame mostró su forma real, provocando que el hombre se asustara al creer que estaba frente a un fantasma. Como toda persona con sentido común, el pánico lo invadió, incluso durante las explicaciones que recibiría.
—¿Quién eres tú?
—Oh cielos, perdón por haber hecho eso. Mi nombre es Dame, la gema de la luz, ¿y tú eres?
—No hablaré hasta que me des una explicación.
—Llevo días buscando a mi elegido, aquel que protegerá a Gama de todo peligro. Parecía que no lo lograría, hasta que vi una chispa de esperanza en ti, una chispa que me hizo seguirte para comprobar tu bondad con la cual sé que nos ayudarás.
—Pero, yo no soy ninguna persona importante, además, ¿qué rayos es Gama?
—Un reino donde los sueños y las posibilidades existen. Vengo de ahí mismo, y es precioso.
Y mientras Dame le explicaba al hombre sobre Gama, él tenía en mente un recuerdo de una mujer que le decía esas palabras. Aún le dolía recordar ese amor perdido, pero algo le decía que tal vez había una posibilidad de salir del caparazón de sus pesares.
—¿Acaso eres un ángel? —No, pero soy una luz que busca guiar a almas bondadosas como la tuya.
—Dime, ¿Crees que alguien como yo pueda adaptarse a una nueva vida ahí?
—Por supuesto —respondió Dame—. Las oportunidades en aquel lugar son algo a aprovechar.
—Tal vez tu aparición sea una señal de que es hora de dejar de estar llorando aquí.
—Hmmm, me agrada tu optimismo —respondió Dame.
—Pero quiero saber a qué te refieres con que buscas mi ayuda.
—Mi líder está interesada en conocerte. El servicio que brindas a este pueblo puede hablar de lo que has de mostrarle a ella.
—¿En serio?
—Así es. Al amanecer, te guiaré con ella. Por cierto ¿Cómo te llamas?
—R-Ryan, Ryan Tategami.
—Vaya, qué nombre interesante —concluyó la mariposa, antes de recuperar el hilo de la conversación—. Por cierto, la ubicación a la que debemos acudir corresponde al monte espejo, un lugar misterioso, por lo que te pido que seas muy cuidadoso.
La plática se extendía sin parar, pero las aclaraciones convirtieron el temor de Ryan en destellos de esperanza, mismos que se manifestaron incluso durante su descanso. Cada noche, el hombre tenía pesadillas de una silueta que destruía todo a su alrededor, pero esa ocasión sería distinta.
Ryan se hallaba en medio de un colorido campo de flores. A lo lejos se hallaba una figura femenina, misma que el hombre quiso conocer, pero antes de poder ver su rostro, despertó. A pesar de lo breve que fue ese sueño, Ryan sentía que eso era otra señal sobre los cambios que debía hacer, cosas que supuso por las palabras de Dame.
A la mañana siguiente, Ryan tomó el primer autobús para patir. Su llegada al monte espejo tomó unas cuantas horas, pero lo difícil vino en que el resto del viaje fue a pie, llevando a que el hombre tomara uno que otro descanso, momentos que aprovechaba para tomar agua de los arroyos, y también apreciaba el ambiente que lo rodeaba.
Editado: 12.10.2024