Ⅰ

El cuerpo de Géminis se adornaba de moretones de varias tonalidades entre violetas, azules, rojos y fucsia, la ropa roída al igual que los pantalones gastados y manchados de sangre había terminado así en la final indiscutible de un solo vencedor.

‒Quítate eso‒ le dijo su compañera apuntando a su camisa mientras acomodaba junto a él varios trastos donde colocaba algunas agujas e hilo para sutura, el calor humeante de un pasillo lleno de agua hirviendo un par de velas que iluminaban el pequeño cuarto de hotel, debían hacer el menor ruido posible y evitar encender cualquier artefacto que emanara sonido alguno, si llegase a pasar el encargado del hotel se daría cuenta de que una de sus habitaciones había sido violentada.

Géminis se regodeaba en un éxtasis de satisfacción, felicidad, y adrenalina la misma que se apagaba desde poco a poco provocando que las sensaciones volvieran a él en un fuerte dolor y ardor a causa de los cientos de golpes y cortes que se habían desatado en la pelea campal.

‒Debías de haber visto como quedó el otro‒ dijo mientras se quitaba la camisa ‒ni su propia madre podría reconocerlo ‒dijo orgulloso de su hazaña.

El torso desnudo de Géminis mostraba más de lo que ya sus brazos y la extensa mancha de sangre en sus pantalones habían anunciado.

‒Tengo que limpiarte primero‒ dijo su compañera usando las sábanas blancas de la cama ‒solo te limpiaré por encima así que no te muevas, apenas logro ver con estas velas‒ concluyó mientras mojaba una punta de las sábanas para después quitar el rojo sangre del pecho bajando lentamente a su abdomen y envolviéndolo hasta terminar en su espalda.

‒Si comienzas así creo que tendré que sacarme otra cosa‒ dijo en tono pícaro Géminis

Su compañera le dio un manotazo en la nuca por el osado intento.

‒Eres un tonto‒ le reclamó al terminar de revisar todo el cuerpo de Géminis hallando varias heridas provocadas por algo cortante, algunas peores que otras, pero que ninguna que fuese de gravedad lo que la alegró un poco ‒¿Cómo permitiste que te acorralara? Fue un acto sucio de su parte te juro que estaba a punto de entrar y partirle la cara yo misma‒

Géminis sonrío levemente sabía que sus palabras eran ciertas.

‒Ahora no te muevas‒ le advirtió ella examinando el hilo a utilizar en cada herida.

Entre sus dedos sostenía la aguja curva por donde el hilo se había enervado, la punta giraba lentamente entre el fuego de la vela sin que se quemara para después limpiarse en un tajo de su camisa al cual había empapado con un poco de alcohol

‒Te juro que si te mueves te suturo dos veces‒ advirtió ella.

Géminis paro de reír al tiempo que respiraba hondo.

La aguja atravesó la piel para después salir al otro lado de la herida, Géminis arrugo un poco el entrecejo mientras la herida se suturaba con sumo cuidado y precisión. El silencio dominó la pequeña habitación, apenas el crispar de la vela era el único que se hacía notar.

Géminis aguardó en silencio, al tiempo que su pareja suturaba las heridas una a una, se tomaba el tiempo en cada una de ellas y su mano firme sabía dónde clavarse y cuánta fuerza necesitaba para tensar el hilo, su acto era casi profesional.

Varios minutos después y la mayoría de cortes o perforaciones habían sido selladas.

El silencio no era incómodo, para ambos era pacifico un respiro al caos de la ciudad, Géminis sentía el rozar de esas manos que acariciaban cada centímetro de su piel que recorrieron su espalda, los hombros, el cuello con cubierto de una fina capa de sudor el cual ella provo con un beso suave, sus manos rozaron su abdomen subiendo lentamente a sus brazos que terminaron entrelazando sus manos.

‒Recuéstate‒ le susurro en la nuca de Géminis.

‒¿Así todo malherido?‒ sonrío a su actuar coqueto.

‒¿Acaso eso te ha detenido alguna vez?‒ dijo ella subiéndose sobre él.

Géminis sonrió dejándose llevar por el beso apasionado. La noche fue ligera llena del encanto de la aventura y del amor.