BESTIA
(Londres – Inglaterra)
Palacio de Westminster.
Diciembre de 1808…
«—No pueden salir lastimadas.
—No necesito tus inservibles recomendaciones cuando todas estas molestias me las hubiera evitado si ese maldito coño no tuviese efectos adictivos —iba a replicar ante eso, pero antes de siquiera abrir la boca le dedicó una mirada fría fulminante que le hizo medir sus palabras, no por miedo, sino porque de verdad necesitaba de su intervención para poder actuar por libre, y que todo acabase de una maldita vez —. Soy fanático de los que saben callar cuando les conviene, y en estos momentos estoy a un suspiro de intentar degollarte, y lo disfrutaría como no tienes una jodida idea —respiró profundo para no darle un puñetazo.
Acababa de bajar de un maldito barco, y las ojeras en su rostro simétrico aristocrático atractivo lo hacían ver como alguien mortalmente peligroso.
» Ni bien estén en el punto acordado, si me apetece te lo haré saber —intentó palmearle el hombro, pero se lo pensó mirándole la extremidad con asco, apretando el puño como si tuviese algo contagioso.
—¡Hans! —le llamó cuando le dio la espalda, pero no paró su andar, solo mermó el paso para que estuvieran relativamente cerca y escuchase lo que tenía por decir.
—Hasta hoy no he necesitado un hermano, asi que ahórrate tus palabras para el imbécil que lloró al verte perdido cuando le quitaste de encima a esa fulana educada como Lady, y a mi déjame lamerme las putas heridas por lo que perdí, mientras te entrego mi parte del trato para recordarte que no tengo paciencia para esperarte mucho más, porque quiero el reconocimiento ya».
ʚ•☪•ɞ
El juicio en contra de Lord francisco Javier de Borja, Conde de Belalcázar, conocido como el ajedrecista, se estaba tornando eterno.
Siendo la palabra de un hombre pateado como una piltrafa lo único que poseía para poder proseguir con lo que aún lo tenía metido en esa mierda, y no lo habia dejado actuar.
Tanto era su frustración y desesperación que no habia puesto atención a lo que pasaba en la sala, y lo que posiblemente seria la sentencia de muerte del hombre que creía invencible.
Pues, en lo único que pensaba era en la figura que estaba al lado del maldito de Edmund Harris, que tampoco dejaba de observarlo esperando que le diese la señal requerida para mandar todo al carajo, y correr a sus brazos.
Alternaba la mirada de ella a la biblioteca, sabiendo de antemano que la persona que estaba escondida presenciando un juico en el que debería ser el juzgado, y por eso mismo se obligó a enfocarse hasta el final, porque lo necesitaba.
Aurora necesitaba que el también cerrara todos los caminos que los alejaban, que dejara atrás a los Borja, que se enfocara en recuperarlas, y que la pusiese como su prioridad, por eso cuando se la encontró meses atrás a las afueras de la prisión simplemente se quedó sin palabras.
Sabía lo que era capaz de hacer, hasta donde podia llegar, pero ponerse a la merced de Francisco no lo vio como viable.
Es que ni siquiera se imaginó que acercarse a Luisa fuese por petición expresa del mismo hombre que los tenia a todos en su juego macabro.
La quería fuera, pero estaba tan dentro como todos, por él, y de regreso solo le habia dado migajas de lo que merecía, haciéndola sentir insuficiente cuando el que no estaba a la altura era él.
Al parecer la esencia Lacroze estaba arraigada a su sistema, pero era tanto o más imbécil que su primo, y lo que menos habia querido es que se sacrificara por él, cuando debía ser al revés.
Son golpes de pecho que no servían para un carajo, pero no dejaban de rondar en su cabeza cuando el patrón en los hombres de su familia se repetía, al tardarse demasiado en darse cuenta en la mujer que tienen al lado, y que son ellos lo que realmente no se merecen todo lo que se sacrifican por uno solo de sus te quiero.
Aunque en su situación, él lo sabía.
Tenía conocimiento de lo que valía, pero no estaba haciendo nada para demostrárselo porque seguía siendo Aurora la que estaba cargando con esa maldita cruz arriesgándose para salvar a Alicia cuando el debería resguardarlas, porque sin esa niña ser suya, como se lo habia manifestado, si ella la adoraba eso era lo único que bastaba para subirla en un pedestal semejante en el que tenía a su belleza.
Volvió a centrarse en el juicio y en las sorpresas del día cuando vio entrar al autor intelectual de toda esta pantomima exigiendo la liberación de su espía más destacado, dejándolos de una pieza a todos, siendo al parecer el punto álgido de la situación para hacer que Edmund Harris se levantase presuroso a ejercer la escapada, porque sería el primero que caería.
Maldijo por lo bajo a Hans.
Se merecía que lo dejase a la expectativa actuando por intuición, pero no estaba jugando solo con él.
Joder.
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Editado: 24.12.2023