Mi mañana había sido un desastre. Había despertado con el gato de charlotte en la cara y eso había desencadenado mi insufrible alergia.
Los estornudos no se habían detenido en el camino a la escuela y reconsidere la idea de quedarme en casa como la tía Margaret había dicho, pero deseche esa idea al recordar el examen de geometría que iba a tener en unas horas. Tenía que aprobar ese examen y mi alergia no iba a impedirlo.
— ¿Segura que estarás bien?— pregunto por tercera vez mi tía. Ya habíamos llegado a la Universidad y ella había estacionado su auto frente al campus. Las gemelas bajaron del auto esperando a que yo hiciera lo mismo.
— Estoy segura, tome mi medicamento, se me pasará en unas horas — dije con seguridad mientras otro estornudo salía de mi boca. Margaret me vio con reproche pero aún así me bajé del auto.
Las tres nos despedimos de mi tía hasta que perdimos de vista su auto en la carretera.
— ¿Qué clase tienes? — pregunto Chelse caminando a mi lado con una sonrisa.
— Geometría, a primera hora tengo examen — dije con pesar. ¿Porque a los profesores se les ocurre poner un examen a primera hora del día? Al parecer no saben que en la primera clase todos aún no nos hemos hecho la idea de que ya no estamos en nuestras suaves sabanas.
— Suerte — dijeron ambas al mismo tiempo, sonando al unísono. Las gemelas se despidieron de mi con un beso en la mejilla y cada una de dirigió a su respectiva aula.
Entre con pasos perezosos al salón, viendo a mis compañeros jugar entre ellos como si aún fueran niños de preescolar. Observé mi asiento vacío y una sonrisa apacible surco mi rostro, hoy Allan Pemberton no molestaría porque no compartíamos la clase de geometría juntos.
Pero el pensar en él tan temprano en la mañana había sido de mal augurio, pues a penas pensé en él, apareció como por arte de magia.
— Ven. Voy a mostrarte algo — dijo tomándome de la muñeca y comenzando a arrastrarme fuera del salón.
—¿Qué estás haciendo? Si no te das cuenta estoy por hacer un examen — dije asustada. Si reprobaba geometría sería mi fin.
— Sólo serán unos minutos, llegarás a tiempo a tu examen — Allan tenía esa expresión serena que tanto lo caracterizaba mientras yo me encontraba confundida, no sabía si enojarme con él o preocuparme por mi examen de geometría.
Entendía el porque las chicas del salón hablaban siempre de él, pues Allan era el prototipo de chico que todas deseaban. Era alto, atractivo, tenía un buen cuerpo y unos ojos hechizantes. Aunque eso a mi no me importará tanto, ya tenía a alguien en mi corazón y ni mil Allan's podrían compararse ante él.
—Allan, suéltame, déjame volver a mi salón — dije poniendo resistencia a su agarre, pero era obvio que mi escuálido cuerpo y mi inexistente fuerza; no se compararían ante él.
— Dijiste que tenía que bajarte las estrellas para que confiaras en mi —
– Fue un decir – dije formando una “o” con mis labios mientras seguía siendo arrastrada por Allan a los salones finales del campus.
– ¿Qué es lo que hacemos aquí? – volví a preguntar al estar frente a uno de los salones abandonados. Allan no respondió, apretó su agarre en mi muñeca y me hizo entrar al salón.
No podía ver nada porque el salón estaba a oscuras, lo que hizo que todas las alarmas en mi cabeza se encendieran, Allan no tenía una buena reputación que digamos.
– Allan – pronuncié su nombre con la voz temblorosa – ¿Qué estamos haciendo aquí?
– Ya lo sabrás –
Después de que él respondiera, las luces se encendieron pero no ilumino el salón por completo. Las paredes del salón estaban siendo iluminadas por pequeñas luces que parecían estrellas, todo a nuestro alrededor estaba a oscuras como si fuera el cielo nocturno. Sonreí sin pensarlo, la vista era encantadora. Me acerque a la pared, tocándola con mis dedos viendo como la pequeña luz que parecía una estrella se reflejaba en la palma de mi mano.
– ¿Cómo hiciste esto? – pregunté asombrada admirando nuevamente el pequeño firmamento a nuestro alrededor.
– Un mago nunca revela sus secretos – respondió con una sonrisa que era iluminada por el rayo de sol que había entrado por la rejilla de la ventana. Lo que me hizo darme cuenta que el sol ya había salido por completo y que lo más segura era que el maestro Tim ya haya llegado a dar la clase.
– Mi examen – dije con preocupación para darme media vuelta y comenzar mi carrera hacia mi salón, pero su mano me detuvo.
–¿Entonces ya crees que mis intenciones son buenas? –
Sonreí nuevamente a su cuestionamiento, quizá los rumores acerca de Allan Pemberton eran una exageración, él no era tan mala persona como los demás lo pintaban.
– Voy a pensarlo – dije socarrona para correr devuelta a mi salón. Cubriéndome de las primeras pringas de lluvia que habían comenzado a caer.