El corazón del playboy |#1|

Capitulo dieciocho

Betty estaba bien nuevamente, sus signos vitales se habían establecido y el riesgo ya había pasado. Me entristecía pensar que su vida se estaba escapando y yo no podía hacer nada para evitarlo. Por más que quisiera entregar mi vida por la suya, no podía hacerlo. Estaba de brazos cruzados viendo como la mujer que mas amo estaba siendo arrebatada de mi lado y yo no podía hacer nada para impedirlo. Cuando Betty despertó, fui el primero en entrar a su habitación, dejando a Madison y Gina esperando fuera. Había pasado la noche entera esperando a que mi hermana se mejorara, en la espera de que el segundo ataque que había tenido pasara, y finalmente lo hizo. Mi hermana una guerrera que había ganado nuevamente otra de sus batallas.

Lo primero que observé al entrar, fue el pálido rostro de mi hermana quien miraba fijamente la ventana a un lado de ella. Su mirada estaba apagada, esos orbes color verde habían perdido el brillo en ellos, pero a pesar de las ojeras de bajo de sus ojos y que su piel luciera sin color, para mí, ella seguía siendo tan hermosa como antes. Mi hermana, era la única familia que tenía porque no podía contar a mi padre como tal, no ahora cuando parecía haberse perdido así mismo. Si Betty se iba, este mundo ya no tendría sentido para mí.

Ella no hablo, su voz no salía porque estaba tan cansada. Y por más que se había esforzado por mantenerse despierta al verme frente a ella, se había quedado dormida en cuestión de segundos.

– ¿Recuerdas cuando aún éramos unos niños? – comencé a decir pese a que ella ya no podía escucharme. 

–¿Recuerdas que decías que querías tener una historia de amor tan bonita como papá y mamá? La tuviste Betty, la tuviste. Aunque no fue de la manera en la que papá deseaba, tú tuviste lo que él no tuvo. Así que no debes rendirte ahora, debes de luchar más que antes porque no debes de dejar atrás a las personas que amas tal como mamá lo hizo. Así que mi dulce ángel, no te rindas. Porque todo cambiara tras tu partida. No sabré como recuperarme después de ello, no sabría como hacerlo.

Sentía que el nudo en mi garganta se incrementaba con cada palabra dicha y quemaba, mi corazón estaba en llamas porque en el fondo sabía que esta batalla no la ganaría y que debía de dejarla ir en algún momento.

Tome su mano con delicadeza y la cubrí con la sábana color cielo que tenía puesta, me acerqué hacia ella y le di un efímero beso en la frente mientras luchaba por  impedir que las lágrimas cayeran. No iba a llorar. No lloraría porque mi hermana iba a salir de esto nuevamente y yo iba a volver a reír a su lado.

Salí de la habitación con el corazón oprimido por mi corta visita, mi corazón se sentía devastado porque ahora ni siquiera había podido escuchar su voz.

Cuando salí de la habitación de Betty, Madison se acercó hacia mi, sus ojos color miel estaban cristalizados por las lágrimas acumuladas, lágrimas que cayeron de sus preciosos orbes sin poder retenerlas al verme salir.

Sus lágrimas. Ahora tenía una de sus lágrimas conmigo.

Madison había derramado lágrimas por mí, y para mí.

No eran lágrimas de lástima, eran porque ella entendía el dolor que yo sentía. Al verla frente a mí, la opresión en mi pecho se desvaneció, aquel nudo en mi garganta estaba desapareciendo poco a poco. El alivio había llegado a mí porque ella estaba a mi lado, viéndome solo a mi. Una pequeña luz estaba frente a mis ojos, una luz que me guiaría lejos de la oscuridad en la que estaba. Quizá si había una esperanza. Aunque era pequeña. Yo tendría una esperanza. 

Ella se había ofrecido a llevarme a un lugar fuera de ahí, para que mi mente se despejara un poco de todos los problemas y las tristezas que me albergaban. Y yo la seguí sin rechistar.

Forme una minúscula sonrisa al identificar el camino por el que íbamos. Había estado perdido en mis pensamientos que solo me había limitado a dejar que Madison me guiara, aunque podía seguirla a cualquier lugar sin importar a donde me llevara.

– Tu plan no es original porque yo te traje aquí antes – dije divertido. La alegría estaba regresando a mi al tenerla a mi lado. La tristeza se había disipado.

– Ahora es mi turno de hacerlo.

Ella sonrió. Por segunda vez, ella me estaba sonriendo y mi corazón había sentido una calidez que desde hace tiempo daba por perdida. Sus inocentes ojos me miraban con un brillo que antes no tenía, un brillo que nunca pensé que tendrían al verme.

– Toma – dijo entregándome una moneda que traía en su bolsillo, una vez que estuvimos frente aquella fuente. Aquella fuente que estaba siendo testigo de la historia que estaba por comenzar pero que pronto terminaría.

– ¿Que pasa si mi deseo no se cumple? – pregunté divertido repitiendo las palabras que ella había dicho la vez anterior.

– Entonces yo lo haré realidad – contestó recitando mis mismas palabras.

La primavera se estaba acercando a nuestras vidas, podía asegurarlo. Todo mejoraría.

 




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