El corazón del playboy |#1|

Capitulo veintidós

 

¿Alguna vez escucharon la historia de la flor que era deseada por todos pero que ninguno podía tener?

Tal vez escucharon otra versión de la historia o tal vez nunca la escucharon, o quizá dicha historia nunca existió, pero la tía Margarett me narraba esa pequeña historia las noches en las que no podía dormir.

La historia decía que en un pequeño jardín; fuera de la ciudad, se encontraban rosas de todos los colores, de todas las variedades y que los jardineros siempre iban a comprar sus rosas ahí, y a pesar de que todas las flores eran bellas, había una que superaba a las anteriores, era la rosa más hermosa que cualquier jardinero pudiera tener; sin embargo nunca nadie se atrevió a llevarla a su jardín, simplemente contemplaban su belleza desde la distancia temiendo que si alguna vez la arrancaban, su belleza se perdería y ya no podrían admirar aquel brillo que la rosa desprendía.

Mi tía nunca me contó el final y yo con el tiempo le dejé de insistir por ello.

– ¿Qué se supone que es lo que estabas haciendo? – preguntó Charlotte entre dientes mientras me llevaba arrastras fuera de la escuela. Como una madre la cual encuentra a su hija haciendo algo malo.

– Yo.. no – balbuce sin saber que decir. No tenía una respuesta para ella y tampoco tenía una respuesta para las preguntas formuladas en mi cabeza.

¿Realmente estaba dispuesta a corresponder si Allan me besaba?

En ese momento de ensueño lo mas seguro era que si lo hubiera hecho, pero gracias a la aparición de Charlotte, ese momento se había esfumado y había puesto mis pies devuelta a la tierra.

– Madison.

Charlotte se detuvo en su camino una vez que llegamos al campo vacío de futbol americano. Me sostuvo de los hombros y me miró con compasión.

– No busco ser la chica que se la pasa tratando de alejarte de él como si su amor estuviera prohibido o algo por el estilo. Lo que menos quiero es verte sufrir Madi, desde el primer día en que te vi llorar cuando esas niñas te molestaron en preescolar me prometí a mi misma que haría todo lo posible de cuidarte como una hermana mayor y hacer que nadie te hiciera sufrir. Se que quizá solo son solo unos meses en los que soy mayor que tú, pero de igual forma soy la mayor de nostras y es mi deber cuidar de ustedes.

Charlotte me sonrió comprensiva. Correspondí a su sonrisa con una que mas bien parecía una mueca. No sabía que debía de decir, antes pude haber respondido con un: Jamas me enamoraría de Allan Pemberton o algo que involucrara insultos hacia su persona. Pero ahora no podía hacerlo, no podía asegurar que algo como eso no sucedería, los flashes del Allan vulnerable frente a una puerta de hospital surcaron mi mente, su sonrisa altiva y su mirada que hacia resplandecer esos orbes verdosos no hacían mas que hacer un revoltijo de mi mente y hacerme dudar.

Allan era una parte de lo que todos siempre decían de él, pero la otra parte de él que desconocían, era su verdadero atractivo.

Era su mirada dulce que no correspondía con su sonrisa arrogante lo que lo hacían diferente de algún otro.

Era su genuina personalidad la que me exasperaba en ocasiones, pero la que igualmente me provocaba una sonrisa tonta en los labios.

Era él y sus encantadores ojos, los que te hacían perder toda la racionalidad que alguna vez tuviste y juraste conservar.

Allan Pemberton era todo lo que una chica quería a su lado, pero tal como aquella rosa que es admirada, él jamas puede ser arrancado de aquel jardín, porque su brillo se perdería si algún jardinero quisiera adueñarse de su belleza.

 

 

 

                                                                  …

 

 

Deje salir un suspiro nervioso acompañado con el jugueteo constante de mis dedos entre sí. Sería mentir si dijera que no estaba nerviosa, porque me encontraba inexplicablemente ansiosa.

Mi mente era una maraña de sentimientos y emociones a los que no podía ponerles fin alguno. No podía callar esos sentimientos dentro de mi y mucho menos podía fingir que nada había pasado, no podía ignorar el hecho de que estuve apunto de cometer el peor error de toda mi vida, estuve a un paso de caer en sus redes solo por ser una ilusa. Por eso bien dice mi tía Margarett, nunca digas de esa agua no beberé porque el mundo puede regresarte tus palabras con creces.

Me arme de valor de una vez por todas y después de una profunda inhalación, entré al local de malteadas que tenía enfrente y donde James me esperaba.

Desde que tengo memoria, James Anson había sido lo único para mí. No había otro chico que llamara mi atención mas que él. Había conservado este amor unilateral por años y me había aferrado a él ilusamente, con la esperanza que algún día ese amor que escondía fuera correspondido. Y sabía perfectamente que ese día que tanto espere ya se estaba acercando, ese día estaba mas cerca que nunca pero las circunstancias estaban cambiando, o quizá era yo la que lo estaba haciendo. Pero que James dijera que estaba dispuesto a aceptar mis sentimientos y empezar una relación conmigo, ya no me provocaba la misma euforia que en años pasados. En esta ocasión, el rostro petulante de cierto chico de ojos verdes rondaba mi mente sin poder detenerlo. Mi mente estaba infestada de Allan Pemberton y no podía hacer nada para negar ese hecho.

Ya no podía hacerlo.

Camine entre las mesas con mantas color amarilla del local, buscando la cabellera pelinegra de James, encontrándola en la mesa mas alejada de todas, a un lado de la ventana.

Afiance mi agarre en mi bolso color blanco que traía en mis manos, sintiéndome nerviosa, con las manos sudorosas como si me fuera a parar frente al profesor en una exposición. No podía ver a James con la misma emoción que sentía antes, ahora tenía una inexplicable sensación de desasosiego en el pecho que no me dejaba respirar con tranquilidad.




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