Lluvia
Deje las llaves de mi auto en la encimera de la cocina para luego caminar hacia el refrigerador. Saque una de las botellas de agua que habían dentro y bebí de una de ellas de un trago. Había llegado de visitar a Betty del hospital, afortunadamente parecía estar mas estable que los días pasados. La mirada en sus ojos parecía resplandecer mas que antes, a pasos pequeños ella iba mejorado y no me quedaba duda que sería igual que la vez anterior, ella iba a vencer esa enfermedad, ella lo lograría tal como lo había hecho en el pasado. Beatriz Pemberton era una gran guerra y por eso yo confiaba fielmente que el destino nos iba a sonreír una vez mas.
Arroje la botella vacía al pequeño cesto de basura color negro que había en la cocina, provocando que el sonido retumbara en el silencio del lugar. Se suponía que yo era el único en la casa, pero supe que no era así al escuchar los firmes y elegantes pasos de mi padre bajando por las escaleras, lo que me hizo darme cuenta de su presencia en la casa. Volví a agarrar las llaves de mi auto que deje en la encimera para volver a marcharme. Las ganas de quedarme se habían esfumado al saber que él se quedaría en casa en esta ocasión.
– ¿Apenas llegaste y saldrás de nuevo?
– La madre de Brian me invito a cenar, así que iré con ellos esta noche – añadí en el mismo tono despectivo que él siempre usaba cada vez que hablaba. Me di media vuelta en mi lugar para seguir mi camino pero una vez mas él me detuvo.
– ¿Estas seguro que iras con Brian y no iras detrás de aquella chica? – inquirió contrariado.
Chasque mi lengua disgustado mientras trataba de retener la risa sarcástica que quería salir de mis labios.
– No es tu problema a donde vaya o con quien lo haga. Mantente al margen, como siempre lo has hecho – respondí secamente, sin querer extender mas esta conversación que sabía que terminaría en una discusión sin sentido.
Mi respuesta no pareció gustarle ya que me detuvo del brazo antes de que saliera por la puerta de la cocina. Me deshice bruscamente de su agarre y lo miré con severidad, él me sostuvo la mirada con firmeza.
– Si vas a buscarla, no vas a encontrar nada que pueda agradarte – masculló cerca de mi rostro.
– ¿Estas siguiendo a Madison? – indagué con molestia. Él sonrió con mofa.
– Te dije que solo quiero protegerte, para que no pases lo mismo que yo. Pero los seres humanos jamás creemos lo que otras personas nos dicen hasta que lo vemos con nuestros propios ojos.
Sacó su libreta de notas dentro de su saco color negro junto con una pluma plateada. Apoyo la libreta en la isla de la cocina y anoto una dirección en ella para después extenderme la hoja de papel que había arrancado. La tome con mirada desafiante y rompí la hoja de papel frente a sus ojos.
– Yo no soy como tú, y las personas allá fuera no son como mi madre – repliqué sereno para posteriormente darme media vuelta para marcharme, pero me detuve.
–No quiero que vuelvas a seguir a Madison, no la involucres a ella en esto, es mi única advertencia, ¿entendido?
No espere una respuesta de su parte y me fui de ahí sin prestarle atención a sus palabras susurradas.
|…|
– Solo me quería ir de ahí– contesté a la anterior pregunta de Brian. Al parecer había arruinado su cita con una de las chicas del club de gimnasia, la cual no recordaba su nombre.
– Entiendo amigo, puedes quedarte en casa todo el tiempo que quieras, sabes que tenemos una habitación reservada para ti desde que tenías cinco años.
Rió al escucharlo. La habitación conjunta a la de Brian siempre había sido mi refugio de la niñez, no había días en los que no estuviera ahí, porque era el único lugar donde podía sentirme tranquilo, sin la presión de mi padre sobre mi, sin escuchar sus llantos e insultos por la partida de mi madre. Betty hacía lo mismo, los dos siempre huimos de aquella casa desde que ella nos abandono.
– ¿Qué fue lo que el señor Pemberton dijo esta vez para hacerte escapar? – preguntó Brian con curiosidad mientras comenzábamos a caminar hacia su casa.
– Dijo estupideces, ¿qué mas va a decir?
– Oh, espera, espera –. Brian se detuvo a medio caminar y yo me detuve a la par de él.
– Debo comprar unas banderillas para mamá, dijo que tenía antojo de uno.
Brian dejo salir una risita contagiosa. La mamá de Brian, la señora Hilda Griffin, era una mujer de aproximadamente unos cuarenta y cinco años de edad, y a pesar de que aún no era vieja, y que su embarazo podía correr riesgo por su avanzada edad, ya estaba por dar a luz al quinto hijo del feliz matrimonio Griffin. Y en especial Brian, estaba contento por tener a su cuarta hermana ya que en esta ocasión, él sería el hermano mayor, así que como buen hermano, cumplía todos sus caprichos desde el vientre de su madre.
– Te espero aquí – avisé y lo despedí con un gesto de mano. Brian cruzó la carretera corriendo cuando el semáforo estuvo en rojo.
Me quede parado en el mismo lugar, mirando con aburrimiento a las personas que transitabanpor las calles, recorriendo con la mirada los locales que yacían a mi alrededor, deteniéndome en un lugar en especifico, donde esa melena de rizos rubios resaltaba entre las personas que se encontraban dentro. Esa figura que yacía sentada frente a un chico desconocido, pertenecía a una persona que no había dejado de circular en mi mente cada vez que estaba por dormir.
Al verla ahí, las palabras de mi padre aparecieron en mi memoria como el flash de una película.
No vas a encontrar nada que pueda agradarte. Había dicho y ahora sabía con certeza a que se refería.
Era como si el mundo a mi alrededor hubiera dejado de girar, el mundo que conocía por ser redondo, ahora comenzaba a pensar que realmente era plano. Que no había nada que lo sostuviera, que simplemente el mundo era plano porque así se sentía en estos momento, o quizá mis divagues habían comenzado a tener un hilo menos congruente que el inicial porque mi mente se encontraba dispersa en mas de miles de pensamientos que la surcaban.