Lluvia y cielo nublado.
¿La muerte tiene un color? Si.
El color de Don Andrés para su funeral era el rojo, el carmesí de las flores decoraban la triste tierra que le abrazarian para resguardar su ataúd por toda la eternidad.
Los labios de todas las mujeres presentes en el panteon tenian labios cual si hubieran besado a una jugosa fresa. Elenor, aquella viuda y vieja mujer vestía un vestido negro con un saco gris, sus hijas le imitaron dichas prendas.
Los caballeros en trajes grises para no representar luto en tristesa si no, luto en respeto. Sus corbatas de un tono rojo muy intenso, tan intenso como la sangre que mancharon sus manos, tan intenso como sus pecados.
Armando iba de negro, nada rojo, ni un anillo con piedra de rubi o alguna rosa en su mano. Se le vio vestido con un traje negro, acompañado de una corbata negra con bordes color plata, una camisa negra y un par de zapatos que podías ver tu propio rostro reflejado en ellos.
Un experto de moda diria que nada de eso se le vería bien, una mujer chismosa diría que es por su deseo de sobresalir entre la multitud. Pero lo cierto es, que él, Armando, hijo mayor del difunto Don Andrés, aquel que sería sucesor de la mafia que su familia manda, estaba triste.
Los rumores al verlo se expandieron esa misma mañana lluviosa, ninguno le dio el pésame, por alguna extraña razón, ya le temían sin ser el nuevo Don.
Dentro de una semana, pasando 7 días de luto, darían el nombramiento como nuevo lider, sin embargo; ya se había gando el respeto, el amor de muchos, así como el miedo. El miedo que acumula sensaciones y que al ver ese objeto causante de dicha sensación, sientas un cosquilleo en la espalda.
Dicen, no creeas del todo querido amigo, que aquel día, cuando estaban todos los conocidos en la puerta, varios voltearon a ver la tumba donde ahora descansa el gran anciano. Vieron la silueta de su hijo, quedandose fija, tal vez despidiendose de su ausente padre, pero la imagen que ellos vieron dio a luz a su apodo, aquel que le seguiría hasta su blanca muerte.
"El cuervo"....