Mi cuerpo se siente liviano, tan liviano como una delicada y ligera pluma que cae de forma lenta y sutil, meciéndose de un lado al otro con la brisa del viento y siendo reconfortada por esta que la guía suavemente hasta su incierto destino, el dolor desapareció y le dio paso a la relajación, el frio se esfumó y me vi envuelta en una calidez reparadora, el pitido cesó y el fuego fue apagado por la lluvia, un leve ronroneo escapa de mis labios complacida por la paz interior que logre obtener.
Un cosquilleo en mi garganta logra calmar el ardor y dolor de mis pulmones perforados, algo dulce cae, un líquido cálido y abrazador que conforme se esparce por mi cuerpo cierra las heridas provocadas por Odette, mis huesos crujen al volver a su posición normal, crujen al reconstruirse, no obstante, no siento dolor cuando esto sucede, tampoco puedo moverme, mucho menos abrir los ojos, la debilidad de mi cuerpo es tal que incluso no puede respirar por sí solo. El sabor del líquido es desconocido y fascinante, exquisito, sabroso, nunca antes había probado algo semejante, simplemente me deleite al percatarme de su presencia viscosa en mi organismo.
Es tan dulce como una fruta, incluso me atrevería a decirme que su sabor es más fuerte que el de un vino blanco, te empalaga apenas toca tu paladar y deleita con su exquisito olor y sabor, pero, conforme el efecto de ingestión va pasando, el sabor metálico aparece entre el cumulo de sabores. Mi mente flota en algún mundo sin explorar, no puedo pensar, solo disfrutar del calor que aquel liquido viscoso me ofrece, mis mejillas arden, mi cuerpo se retuerce de placer, ¡Oh! Deseo probar más, ¡Necesito embriagarme con él! ¡Necesito volverme adicta a él!
Igual que una bebida alcohólica, más fuerte que una droga y más sabrosa que cualquier fruta dulce que haya probado jamás. ¿Qué es esto? Jamás había probado algo igual, el dolor de mi cuerpo desapareció, puedo moverme sin chistar más no quiero abrir los ojos, los parpados pesan y siento la necesidad de seguir durmiendo. Me giro en la cama y coloco una mano debajo de la almohada. Es domingo, Emma no se molestará si despierto tarde, seguramente Xavier tampoco, necesito descansar, mi cuerpo me exige descansar, mi mente no soporta más esta presión psicológica y mis emociones son un remolino sin fin, necesito recuperarme del impacto que tuve al ver a Odette, necesito alejarme por un día de Xavier.
¡Xavier! ¿Qué ha pasado con Xavier? Abro los ojos y me incorporo bruscamente en la cama, desorientada y aún cansada busco al pelirrojo con la mirada, ¿Qué sucedió? ¿Dónde está Xavier? ¿Dónde estoy? ¡Lo último que recuerdo es a Odette intentando asesinarme! ¿Cómo llegue a este lugar? Mi respiración es agitada y en un brusco movimiento para salir de la cama, provoco un insoportable dolor en mis costillas derechas, al parecer no estoy completamente recuperada como mi sueño me lo hacía indicar. Levanto la mirada ofuscada, es difícil mantener mis ojos puestos en una sola cosa, la tenue luz de la luna se asoma por una pequeña ventana y desemboca en los zapatos de... una persona.
Recorro el camino de sus zapatos hasta su rostro y me topo con unos profundos e interesados ojos oscuros, penetrantes y para nada confortables, completamente diferentes a los preciosos y despampanantes ojos azules de Xavier, hipnotizantes y placenteros, la oscuridad de estos ojos negros me causa cierto pavor; una sonrisa fanfarrona se forma en sus labios y arquea una ceja, su mirada escurre cada parte de mi cuerpo, penetra mi ser y me cohíbe, tengo que abrazarme a mi misma para no sentirme intimidada por este vampiro. No lo reconozco, sus facciones delgadas y finas resaltan en la oscuridad, su barbilla larga y los pómulos delgados y pálidos, casi violáceos, me recuerdan a un impuro, cautelosa me levanto de la cama y entrecierro los ojos para poder observarlo mejor, sus labios son finos, sus ojos grandes y resplandecientes, jocosos en parte, de color negro, profundos y aterradores en cierto sentido. Lleva su cabello recogido del lado derecho con dos finas trenzas cosidas, la otra mitad cae contra su rostro sin prolijidad alguna. Su alto y delgado cuerpo está cubierto por una campera de cuero, sus manos cubiertas por guantes de cuero juegan con un arma.
Me cuesta un poco identificarlo, haciendo memoria a lo sucedido, me pareció ver a Daniel acudiendo en mi rescate, no estoy tan segura, jamás he cruzado palabra con él, mucho menos hemos tenido contacto visual estrecho, simplemente es un compañero de clases con el cual nunca interactúe; si es que a eso se le puede llamar clases, los vampiros son bastante anti sociales, cada uno está por su lado, son independientes y solitarios, el aula siempre está cargada de un aire pesado y agobiante, no toleran estar tanto puros como impuros uno cerca del otro. Es un jodido dolor de cabeza tener que estar en ese lugar, nadie habla con nadie, todos se observan recelosos y esperan pacientes por el profesor, sus ojos siempre están al acecho al igual que sus cuerpos.
— ¿Daniel?
Asiente con la cabeza y deja de darle vueltas al arma que tenía entre los dedos, rápidamente la guarda en su bolsillo, se cruza de brazos sin despegar su mirada de mí, este vampiro por alguna extraña razón, me da un aire a ególatra, mis labios forman una mueca de desagrado, un leve suspiro escapa de estos, tambaleante intento caminar hasta la ventana, necesito identificar el lugar.
— No deberías levantarte tan rápido. Tu cuerpo no está del todo sano. —acotó el vampiro.
Lo ignoro y me fuerzo a caminar, mi cuerpo se tambalea y pierde el equilibro estampándose contra la mesa de luz, vaya, he tenido mareos fuertes, pero este ha sido único entre todos, parpadeo un par de veces atónica ante la caída, el golpe me dejó tonta y con un terrible dolor en las costillas que conforme me muevo incrementa. Daniel suspira y se levanta de la silla, si, es mucho más alto que yo, incluso que Xavier, juraría que mi cabeza a duras penas llega a su pecho. Me lo advirtió, pero mi terquedad fue más fuerte, así como las enormes ganas de salir de este lugar.