Corro por los pasillos del castillo sin rumbo alguno, no logro reconocerlos puesto a que no he explorado el sector de los vampiros, no tuve tiempo de hacerlo. Me limito a escapar de la realidad buscando unos segundos para mi y respirar, me siento confundida y desorientada; por un momento el miedo me asfixió, se apoderó de mí.
Aunque lo desee con intensidad no soy una vampiresa normal como tanto intente mentirme, no estoy ni cerca de serlo. La persona que me acosa constantemente resultó ser parte de mi familia, resultó estar escondida en mi interior y resultó que busca asesinarme para hacer reencarnar a una persona poderosa y peligrosa.
No solo tengo que lidiar con Odette quien busca esclavizar a los humanos, también debo lidiar con Angelique quien me acosa día y noche en búsqueda de mi locura para poseerme y asesinarme a sangre fría. ¿Acaso no le bastaba con tenerme como nieta? Estoy agotada de ella, de todo lo que la rodea, simplemente deseo que me deje en paz de una vez, pero sé que es imposible, tiene un cometido y lo cumplirá cueste lo que cueste.
Tropiezo y caigo al suelo con brusquedad en medio de un patio interno del castillo -o escuela, aunque no lo aparente- raspándome una rodilla, las lagrimas recorren mis mejillas y los temblores aparecen, soy incapaz de aceptar esta realidad, incapaz de aceptar mi cruel destino. No quiero morir, no así, no es el momento, aún tengo mucho por vivir, muchas cosas que descubrir, tengo un reino que gobernar.
Es una noticia fuerte que me afectó más de lo imaginado, gracias a Celeste y Xavier, aunque me duela aceptarlo, he podido saber esta verdad, este secreto que la corte tanto escondía, estoy segura que Alexander si sabía de esto más estuvo ocultándolo todo este tiempo por ordenes de nuestro padre seguramente.
Me siento en el suelo y miro mis manos raspadas recuperarse lentamente, el pitido comenzó a incomodar, basta, no quiero oírte ahora, ¡Déjame en paz! Cubro mis oídos con mis manos con fuerza antes de gritar, el pitido incrementa y retumba en mi cabeza. Grito soltando lo que tengo acumulado en mi interior, Xavier me ha dejado de lado, Celeste se ha vuelto una desconocida para mí, mi familia ya no es de confianza y las personas que debían cuidarme me están traicionando, las cosas se complican conforme el tiempo va pasando, conforme esta estúpida guerra entre vampiros se aproxima y el día en el cual tendré que enfrentarme a Odette esta próximo.
No puedo con todo, ¡Tengo apenas diecisiete años! ¿Tengo realmente esa edad? Las dudas me carcomen recordando la extraña charla que Fabrice, Ethan y Gabriel tuvieron cuando Xavier me mordió, el verano del cincuenta y seis intente quitarme la vida intentando despertar, trago saliva asustada, ¿Cuántos años tengo? ¿Hace cuanto tiempo creo tener diecisiete años? ¿Por qué me ocultarían algo así? No lo entiendo, no entiendo por qué me mentirían con algo tan importante como mi edad, ¿Es que acaso sucedió algo grave como para mentirme al respecto? Mi rostro empalidece ante esta estúpida realidad, es imposible, no puedo haber vivido más de dieciséis años yo no... no soy como ellos.
El insoportable pitido sigue retumbando en mi cabeza mareándome, seco las lagrimas con las palmas de mis manos y me doy ánimos en pequeños susurros para enfrentar esta terrible realidad que estoy afrontando, necesito ser fuerte, esta no soy yo, no es la Amalia que quiero ser, puedo soportarlo, tengo que hacerlo, afrontar la situación con la cabeza en alto y dejar los berrinches de niña pequeña de lado para terminar de descubrir las verdades que tanto anhelo.
El raspón de mi rodilla sangró, pero comenzó a curarse lentamente, las transfusiones de sangre están ayudando a mi cuerpo a regenerarse por si solo cada que me lastimo, me están produciendo un pequeño despertar de sentidos vampíricos como la regeneración rápida de heridas.
Me levanto frustrada conmigo misma y opto por caminar hasta la fuente que hay en medio de este pequeño patio interno, me siento en el borde de esta y respiro profundamente observando el cielo nocturno nublado, Alexander aparece por una puerta de madera, su típica mirada dulce y cariñosa está opacada, aquellos encantadores ojos celestes no muestran brillo alguno, sino que preocupación.
Aprieto mis puños con fuerza y me tenso en cuanto el camina con lentitud hacia mí, su barbilla está tensa, niega a modo de desaprobación y luego suspira despeinando su cabellera rubia buscando las palabras adecuadas para comenzar una conversación y no meter la pata en el intento de hablarme, somos iguales, tenemos el mismo carácter y por lo tanto chocamos muchas veces.
Alexander es callado y reservado, hay una fina línea entre nosotros que se difiere del amor al odio y la cual nunca hemos traspasado por suerte, al comienzo nos tolerábamos, pero ahora, con toda esta situación, comencé a sentir demasiado afecto de su parte y compasión, está preocupado por todo lo que me encuentro viviendo más no sabe como decirlo, como acercarse a mi sin invadir mi espacio personal, se ha apartado dejándome respirar por tanto tiempo que volver a hablarnos es extraño más ambos hacemos nuestro esfuerzo para no perder nuestra hermosa relación de hermanos, el me apoya y siento ese apoyo incondicional que me proporciona.
— Tenemos que hablar. —murmura con un tono suabe de voz, intentando tener delicadeza en sus palabras.
— ¿Qué quieres, Alex? —suspiro agotada de toda esta situación, mi hermano lo comprende, me mira con compasión mientras estira una de sus manos a mi rostro y corre un mechón de cabello tras mi oreja.
— Xavier ya te había adelantado algunas cosas, ¿No? —asiento y el acaricia mi mejilla levemente.
— Lastimosamente, si, me comentó que él y Celeste estuvieron investigando al respecto y encontraron parte de esta información, más Lisa aclaró algunas dudas...
— ¿Te conto que la ultima en morir fue Dolores? —asiento con la cabeza— Perfecto, entonces puedo proseguir. Dolores murió hace unos trescientos años, después de eso el ciclo se rompió y no volvió a aparecer por ninguna parte Angelique, hasta tu nacimiento donde se dieron cuenta que en tu interior se encontraba la Lilith original.