CAPÍTULO 4
Con la despedida de Erlik, las pesadillas empeoraron. Cada noche era peor que la anterior, siempre estaba muy cansada. Las duchas por la mañana, se volvieron una rutina al despertar con fiebre y sentir que la piel me ardía.
No podría haberlo soportado si no fuera por, Abi que desde el momento que le hablé de mis pesadillas, empezó a dormir conmigo cada noche para cuidarme, me acompañaba cada vez que me deprimía; ella es la única que sabe de mis pesadillas, de los cuadros depresivos, los ataques de pánico.
Mi madre se ha esforzado para que la situación en casa no sea tan incómoda, pero sé que solo lo hace por Matthew y por eso me deja estar todo el día encerrada en mi habitación, el único día que se mostró preocupada por mí, fue el día que me perdí en el bosque, desde entonces es como si no existiera para ella.
La semana transcurrió muy rápido y cada día era igual que el anterior: estar encerrada en mi habitación, dormir todo el día y solo levantarme para ducharme y lo que nadie sabe es que ya ni siquiera puedo pasar la comida, me siento tan cansada, tanto físicamente como mental. Solo deseo rendirme.
Todos decidieron que la mejor manera de distraernos, sería irnos a la playa, “como si eso solucionara los problemas”. Esa misma tarde planearon todo y evidentemente se me prohibió negarme, es más mi madre se encargó de preparar mi maleta, no dije nada y solo lo acepte en silencio, por que es la única forma de que ella me deje en paz.
—Ambar, tú sabes. ¿Dónde está el protector solar? — pregunta mi madre enojada, sus gritos hacen que me duelan los oídos.
—No lo sé, la última vez que lo vi, lo tenías tú— me tapo los oídos y me hago un ovillo en el sillón, mis manos no dejan de temblar.
—¿Qué fue lo que dijiste? ¿A quién crees que le estás respondiendo así? — pone sus manos en la cintura y me mira fijamente para seguir gritándome, solo puedo encogerme más en mi lugar y abrazarme a mi misma, mi labio inferior empieza a temblar, me aguanto las ganas de llorar.
—Tranquila cariño, ya lo he encontrado— llega Matthew y agradezco que se la lleve, mi cabeza estaba a punto de explotar con sus gritos.
—Bueno, solo falta empacar las toallas y creo que lo tengo todo listo— Abi, suspira aliviada, sentándose a mi lado y dándome un paquete de gomitas, por que sabe que eso me ayuda con la ansiedad.
—Mamiiiiii, ¿puedo llevar mi muñeca de Moana, porfi?— Ani, apareció en el salón corriendo hacia nuestra madre.
—Claro que sí, mi bebé hermosa— mi madre, carga a Ani en brazos —¿Quién es la niña de mami? — le llena la cara de besos, mientras Ani se ríe a carcajadas, “amo a mi hermana, pero duele ver como mi madre, si puede ser una buena madre con ella y no conmigo”.
—Bueno, yo creo que ya lo tenemos todo listo— Matthew se acerca a darles un beso a cada una y se lleva los bolsos al auto.
Cada uno, se fue a su habitación. Abi, se viene a dormir conmigo, nos cambiamos y nos ponemos nuestros pijamas, me acuesto del lado izquierdo de la cama ya que, Abi no puede dormir, si no es en el derecho y a mi me da igual, apaga la luz y empieza a moverse para ponerse más cómoda.
—Buenas noches, Ambar— se acerca para abrazarme.
—Buenas noches— le correspondo el abrazo. Luego de unos minutos,
Abi se queda dormida, pero yo no puedo dormir.
Pasan las horas y sigo dando vueltas en la cama, no logró dormir, así que como última opción, pongo un vídeo con sonidos de lluvia y el sonido me relaja.
Media hora después.
Estoy por quedarme profundamente dormida, cuando mi cabeza me empieza a doler y dar vueltas. Como si de un proyector se tratase, mi cabeza empieza a reproducir imágenes de un hombre: rubio y alto, de espaldas, en medio de un bosque junto a un lago. Algo hace clic en mi cabeza, reconociendo el lugar. Nunca olvidaría ese hermoso lago, es el mismo bosque, donde Erlik y yo, nos conocimos, pero ¿quién es ese hombre?; no lo conozco, pero aun así, siento algo raro en el pecho, un sentimiento de familiaridad, siento exactamente lo mismo que sentí con el hombre de la tienda de regalos.
Él está distraído, mirando un punto fijo, dándome la sensación de que está perdido en sus pensamientos. El hombre voltea su cabeza para ver hacía un lado, como si sintiera mi mirada, al ver su rostro de perfil. El recuerdo del hombre de la tienda de regalos viene a mi mente; el momento en el que entré y tropecé con ese hombre, que al parecer es el mismo que estoy viendo ahora. Esto es muy loco.
El hombre empieza a hacer movimientos extraños con sus manos, de las cuales empieza a salir, fuego de color azul, como el de mis pesadillas. El fuego se extiende hasta alcanzarme, cegándome por unos segundos, haciendo que las imágenes desaparezcan, dejándome más confundida que antes.
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Editado: 15.12.2023