Capítulo 3.
Atardecer.
Alexandra.
Pocas veces en lo que llevaba conociendo a Gema había visto sus ojos siendo expresivos, es maravilloso lo que podemos ver a través de los ojos. Cuando Gema deja detrás esa actitud fría y calculadora, se ve muy amable, incluso tierna, sus ojos toman un brillo muy particular en el que reluce la ternura.
Me honra conocer la parte más humana que puede tener.
- Siempre estaré para ti, loca idiota obsesionada con los gatos. - A veces podía ser regañona, mandona, una histérica sin control, una copia barata de Cruela de Vil, una obsesionada del control, y muchas cosas más, pero algo que sin duda alguna ella es de mi... es que es mi mejor amiga.
Si no hubiera estado para mí, hubiera hecho una tontería, hubiera dejado que mi mundo se destruyera. De alguna manera, me ayudo a salir adelante, a luchar por vivir, a valorar lo que tengo, la vida que tengo y aunque en este momento no goce de una vida como tal, valoro mi vida con cada molécula de mi ser.
Sonreí engreída. - Solo admite tu amor hacia mí y considerare casarnos en la mañana. - Gema cambio su expresión una vez más, su rostro reflejaba molestia, bufo por lo bajo algo acerca de una "idiota arruina momentos, sin corazón".
Una vez más emprendimos el camino hacia la mesa, la mesa donde estaría Jesús esperando, cada paso era un grado más de nerviosismo. En nuestra visión ya aparecía la mesa circular, estaban todos ahí, en especial él, una sombrilla que los cubría del sol, las mesas a nuestro alrededor, el césped verde, fresco y recién cortado, él parecía tan cómodo hablando con todos, como si no fuera el nuevo. Mis nervios iban en incremento, sentía mi cuerpo querer fallar, mis rodillas temblaban, un tic en el ojo izquierdo se empezaba a formar, era un mar de nervios. No obstante, un hábito muy peculiar que él tiene desde pequeño se manifestó, se puso de pie una vez Gema y yo nos encontrábamos frente a la enorme mesa.
Sentí como una sonrisa de idiota se formó en mis labios, desde que éramos pequeños él hacía lo mismo no solo conmigo, con todas las mujeres, era algo muy propio de él. Siempre que lo hacía me daban unas enormes ganas de soltarme a reír, porque me hacía sentir como en la época antigua, como si yo fuera una princesa y el príncipe.
Todos en la mesa se lo quedaron viendo de manera extraña, algunos entendieron sus acciones y soltaron pequeñas risas que le coloraron el rostro. Gema y yo también reímos, más que nada por su divertida reacción.
Me senté en mi respectiva silla al igual que Gema, pocos segundos después él también lo hizo. - Hola. - mi voz tembló un poco, pero lo oculté esclareciéndome la garganta. Estaba un poco a mi derecha así que me vi obligada a girar la cabeza un poco para poder verlo. -Bienvenido a nuestra escuela, como ya escuchaste mi nombre es Alexandra. - claramente eso ya lo sabes. Pensé - intenta no causarme muchos problemas, por favor. - terminé sonriéndole levemente, intenté que mi voz saliera segura. Fallé. Gema quería reírse, Adrián me vio extraño y los demás no se dieron cuenta.
- Gracias. -Contestó con un susurro con el rostro colorado, para su mala suerte el no pasó desapercibido por nadie, en especial para Gerardo, el bufón del grupo.
- Alexandra, deja de sonreírles así a todos. Zuricata. - Me vio entrecerrando los ojos. Mientras negaba de un lado a otro con la cabeza. Sonreí levemente cuando escuche que me llamo "zuricata" - Pobre chico. - Me recriminó, su vista se posó en Jesús. - Tranquilo nuevo amigo es normal que te pase cuando recién la conoces. - Le dio unas palmaditas en la espalda. - Espera unos días y la conocerás de verdad ella es extremadamente malvada. - Su intento por susurrar fue patético. - ¡Ay! ¿Qué te pasa idiota? - Sonreí cuando vi como Felipe movió su pie por debajo de la mesa y le dio una patada.
- Solo te salvo de morir de una manera cruel, patética y perturbadora. -Se encogió de hombros. -Pero si quieres morir adelante, nadie te va a extrañar. - Gerardo me giró a ver. Le sonreí de la manera más malvadamente inocente que puedo conseguir.
Muchas personas luchan con todas sus fuerzas para llamar la atención, porque quieren sentirse importantes. Yo estaba obligada a llamar la atención. Extrañaba mi antigua vida, en la que no era nadie, en la que solo tenía un amigo y los demás no se centraban en ver que ropa estoy utilizando para atacar en cualquier momento. Aunque claro aun así me sigo vistiendo como se me da la gana.
Nunca es bueno acostumbrarse a las cosas, pero ya me había acostumbrado a los malos comentarios a mi alrededor.