*Antes de comenzar el cap quiero decirles que para romance soy muy malo, no cuenten mucho este cap, tómenlo como la presentación de otro personaje*
Me encontraba en las puertas del comando de policía con mi machete en la mano y la adrenalina pasando por todo mi cuerpo. Temblaba como si tuviera mal de Parkinson al mismo tiempo que pensaba como tal monstruosidad pudiera acabar tan rápido con la población de una ciudad. Era totalmente imposible. Pensaba en mis padres y tal desesperación por encontrarlos crecía más y más.
Abrí una de las puertas del edificio todo estaba oscuro y todo era silencioso. Había tal silencio que daba escalofríos. Afortunadamente la electricidad seguía funcionando y encendí las luces. Estaba atento a cualquier sonido extraño que escuchara. Caminaba con mucha suavidad y sin hacer ruido. Buscaba la armería en la cual había todo tipo de armas; o eso tenía entendido. Logré llegar a dicho salón pero la puerta estaba cerrada con llave. Opté por darle patadas para poder tumbar la puerta, pero podía hacer mucho ruido y llamar la atención de los zombies. Me dirigí a la recepción a buscar las llaves de la armería con mucha cautela (algo en lo que era muy bueno era en ser sigiloso). Abría cajones y todo lo que encontraba era papeles y archivos de delincuentes, operativos, pruebas etc, hasta que en una repisa logre ver muchas llaves, entre ellas las de la armería. También estaban las llaves de los autos de policía que se encontraban estacionados y no dude en tomarlos. Abrí la puerta de la armería y era cierto que había mucha variedad de armas.
Escopetas, pistolas, revólveres, rifles de asalto como la M4, scar-H y famas, rifles de francotirador, granadas lo cual era extraño y muchísima munición para todas las armas. Tomé todas las armas que pude al igual que la munición, las coloqué en un saco y fui a buscar un auto con las llaves que había encontrado. En el camino encontré 2 motosierras y supuse que me iban a ser de utilidad. Probé con todas las llaves hasta que al fin uno de ellos abrió la puerta. Gracias a los videojuegos tenía un poco de conocimiento acerca del manejo de armas y acerca de conducir tenía poco conocimiento.
Guardé las armas en el maletero separando una M4 y un rifle de francotirador junto con las municiones respectivas para las armas y las puse en los asientos de atrás.
Tomé un suspiro de alivio al completar mi misión sin toparme con ninguno de aquellos seres que habían invadido mi ciudad. Encendí el auto y me dirigí de vuelta a mi casa. Tomé mi celular y llamé a mis padres pero ninguno me respondía. La angustia era cada vez mayor y no sabía qué hacer. Llegó la noche y todo era silencio, pensaba que yo era el único sobreviviente, que yo era el único que estaba vivo o era diferente a esas cosas. Tuve un sueño con mis padres muy extraño. Estaba en una pradera caminando y mi padre me tocaba el hombro. Giré al instante y veo a mis padres con una sonrisa muy simpática y mi madre me abrazaba con todas sus fuerzas. Después mi padre me dijo:
—Hijo, te amamos con todo nuestro corazón, se fuerte y valiente y llegaras muy lejos sin importar que pase. Estamos orgullosos de ti, Adiós... Te amamos nunca lo olvides.
Al parecer se estaban despidiendo y abrí mis ojos bruscamente. Eran las 5:00 de la mañana y mi preocupación ya estaba excediendo los límites.
Salió el sol, desayune y salí con el auto a la plaza de Bolívar y así dirigirme al trabajo de mis padres y poder encontrar alguna pista de su paradero. Baje del auto y tome mi rifle de francotirador SR25 automático. La usé para poder divisar los caminos para asegurarme de que no hubiera zombies. En esas escuchó zapatos como si alguien estuviese corriendo. Miraba hacia todos lados y no veía a nadie hasta que una calle de distancia veo a una chica de aproximadamente 17 años, rubia y con muy buen cuerpo.
—¡VEN AQUÍ, RÁPIDO! —Grité con todas mis fuerzas al igual que le disparaba a los zombies que la perseguían.
Cambió su rumbo hacia donde yo estaba, abrí las puertas del auto y ella entró de un brinco. Zombies empezaron a salir de donde ella provenía y se acercaban muy rápido. Aceleré con mucha prisa y salimos de ese lugar. Ella lloraba y temblaba de miedo. No mencionaba ni una sola palabra.
—¿Estás bien? —Le pregunte
—Creo... Creo que si —Me respondió con la voz entrecortada.
—Tranquila, estas a salvo —Trataba de tranquilizarla.
Llegamos a mi casa y la invite a entrar. Tenía mucho frío y ya estaba un poco más calmada. Le di chocolate caliente para el frío y empezamos a dialogar.
—¿Cómo te llamas? —Pregunté
—Mariana, tengo 17 años, gracias por salvarme la vida. Creí que ese era el fin para mí.
—Vaya, también tengo 17 años. Supe calcular tu edad con solo verte. Mucho gusto y bienvenida a mi casa. ¿De casualidad no has visto a otras personas? —Me refería a mis padres.
—La verdad es que no. ¿Y tus padres?
—Precisamente a esas personas estoy tratando de buscar. Estaban en su trabajo y nunca volvieron. ¿Y los tuyos? —Reforzaba la conversación.