En aquel árbol, en una de sus fuertes y gruesas ramas, vimos a un zombie colgado del cuello; hacía sonidos extraños debido a que la cuerda apretaba su garganta, y se sacudía en el aire... Al parecer esa persona se había suicidado. En su cintura había un cartel de cartón manchado con un poco de sangre que decía:
Estamos condenados, nadie se salvará. Me voy de este asqueroso mundo con mi familia. Adiós para siempre, todo se fue al carajo.
Detrás del árbol se encontraban dos cuerpos más; el de una mujer y el otro de un niño de 8 años aproximadamente. Ambos estaban atravesados por una especie de lanza que entraba por la garganta y salía por la corona del cráneo, parecía que no pasó mucho tiempo desde que decidieron quitarse la vida. Era algo aterrador... parecía una película de terror. Mariana empezó a temblar de miedo, Toby les empezó a ladrar y yo, por otra parte, me daba muy mal rollo; el zombie colgado, el letrero, los dos cuerpos puestos en una postura completamente perturbadora... Probablemente nos iba a dejar un trauma, pero en tiempos así debíamos acostumbrarnos.
Nos fuimos del lugar con la imagen de la mujer y el niño en las lanzas, fue lo que más nos impactó. Pocos metros más adelante había una pequeña casa hecha de madera acompañado de un camino que apenas se podía ver. Posiblemente era el hogar de aquella familia. En aquellos terrenos sólo vivían personas de extrema pobreza, no sé cómo podían vivir en ese tipo de casas e incluso en donde vivían. Estaban apartados de la ciudad, prácticamente fuera del contacto de la sociedad. Toby se fue caminando hacia la casa olfateando el suelo y finalmente entró. Mariana y yo nos acercamos un poco, decidimos entrar para inspeccionarla y con solo pasar el dintel de la puerta un fuerte olor a sangre y carne un poco putrefacta invadió nuestro olfato. Toby salió estornudando, Mariana y yo cubrimos nuestras narices con las manos y entramos. La casa era muy pequeña, era cuadrada en el cual en una esquina se encontraba la cocina, en otra se encontraba el baño, junto a la entrada había una cama y detrás de ella una cuna improvisada el cual de allí provenía el olor. Había un bebé con la cabeza aplastada: los sesos estaban regados en la sábana, tenía mordiscos en su vientre, tenía una pierna arrancada y varios mosquitos estaban sobre él. Nos alejamos con nauseas, buscamos comida pero no había nada. De un viejo y gastado armario Mariana sacó una especie de manta delgada, me pidió que me hiciera al frente de ella y que me quitara la camisa. Al hacerlo me vendo el hombro rasgando poco a poco la manta hasta que quedo firme. Me puse de vuelta la camisa y le agradecí.
Tiempo después, cuando ya nos íbamos a marchar, el sonido de una rama quebrándose nos alertó y decidimos escondernos en la casa, olía mal pero era mejor estar seguros. Mariana tomó a Toby y con sus manos le cerró la boca para que no ladrara, se movía mucho pero después se calmó. Miramos por las rendijas de la casa y vimos a un hombre aparecer entre la vegetación; tenía gorro de camionero, barba blanca y tenía en sus manos un rifle de caza. No se le veía para nada confiable. Se paró justo en frente de la casa y la observó con detenimiento. Más tarde aparecieron otros 3 hombres armados y le preguntaron:
—¿Has encontrado algo?
—Hasta el momento nada. Sólo esta porquería de choza.
Mariana y yo nos miramos a los ojos con cara de incertidumbre, lo que sea que estuviesen buscando no les agradaba... se podía notar en sus rostros que les preocupaba. Tomaron camino hacia la derecha y dos minutos más tarde Mariana y yo salimos de la casa al tiempo que escuchamos un motor encenderse y alejarse.
Había que irnos lo más rápido que pudiésemos, tal vez habrían mas de ellos y con malas intenciones, habíamos quedado con miedo pues la primera vez que encontramos personas normales, nos secuestraron y casi nos matan.
El atardecer empezaba a notarse. Mariana y yo seguíamos en la montaña, estábamos totalmente perdidos. No sabíamos que dirección tomar, no sabíamos dónde pasar la noche y menos sabíamos que comer. Habíamos caminado por la maleza por mucho tiempo sin hallar rastros de mis amigos o de personas cuerdas.
Encontramos una especie de cueva, entramos y era perfecta. Había que buscar algo con que cubrirnos para el frío de la noche y leña para una fogata y por supuesto algo de comida. Era difícil de creer pero cualquier cosa que se pudiese comer nos servía.
Mariana se dedicó a buscar comida y algo con que cubrirnos, yo busqué leña y piedras. Volví a la cueva y armé todo para la fogata. Mariana llegó con hojas de platanera y un par de huevos que saqueó de unos cuantos nidos.
Proseguimos a preparar todo para la noche, el cielo se estaba oscureciendo y necesitábamos un poco de luz para ver. Preparé la fogata, puse las rocas y la leña en buena posición, tomé un poco de yesca, dos palos y empecé a frotar con mucha rapidez. Después de un exhausto trabajo, ya teníamos iluminación y con las hojas hicimos una especie de colchón. Sólo quedaba pasar la noche, comer un poco y recargar energías. Toby se acostó en la mitad de nuestras caderas, era como un suave peluche.