No tuvo otra opción que seguirle, ese pequeño vistazo de su realidad todavía estremecía al leopardo en su interior, Evan estaba furioso y apenado, no se esperaba esto, no, ni en su peor pesadilla podría haber visto eso.
Con los Ice Daggers aprendió que los jóvenes y cachorros eran el tesoro más preciado que podía tener un clan, no entendía cómo un alfa podía tolerar semejante castigo por una acción tan inocente como un simple beso. No podía comprenderlo.
—Mientras recorres el territorio te encontrarás con muchas cabañas en lo alto de los árboles —la voz de Roxy lo sacó de sus pensamientos—. Algunas están abandonadas, otras no.
Captó la nostalgia en la voz de Roxy, y el leopardo emergió de su bruma de odio y furia.
— ¿Desertaron?
La mujer caminaba adelante, recta y firme, fuerte, su cabello rojo ondulaba hacia la zona media de la espalda.
—Murieron —respondió a media voz, luego tomó aire y su tono cobró fuerza—. Algunos se rebelaron contra Richard, otros quisieron huir y fueron cazados, los últimos tres murieron por el hambre.
Evan tragó el amargo nudo que se armó en la garganta al oír eso.
— ¿Ya no cuentan con dinero? —Preguntó, acelerando el paso le alcanzó.
Si el problema era ese, él podía ayudarles, su cuenta de ahorros que Aria había preparado para él todavía no alcanzaba la mitad, con gusto compartiría su dinero para ayudar a Roxy y los suyos.
—No. Richard se hace rico a costa nuestra, raciona la comida al mínimo para cada uno y no permite el ingreso de nuevos víveres hasta el siguiente mes después de la provisión, la mayor parte de las ganancias por la venta de las cosechas se las queda él, con el resto compra las migajas que nos arroja.
Oh, si antes lo odiaba por castigar al cachorro derramando su sangre, ahora quería verlo muerto. Richard estaba encabezando la lista de las peores personas que tenía la desgracia de conocer, y se trataba de un alfa cambiante. Todo esto, Evan podía esperarlo de los humanos más psicóticos y sádicos, criminales, pero no de un alfa, se suponía que la palabra proteger estaba grabada a fuego en cada uno, entonces nada justificaba que estuviera destrozando este clan.
— ¿Cuántos miembros son?
—Sin contar a los tipos que ha traído de afuera, hay veintitrés adultos, diez ancianos, nueve adolescentes y seis cachorros. Si el lugarteniente hubiera tomado su lugar, con aquellos pobres ingenuos que quisieron unirse al clan, habríamos alcanzado los noventa miembros.
— ¿Y qué les pasó?
Roxy le miró, esbozó media sonrisa triste que anticipó una verdad cruel.
—Muertos, todos ellos.
La tristeza transformó su rostro, ella tembló y disfrazó eso culpando al viento frío que soplaba sin mucha fuerza. Evan quería acercarse, su leopardo ascendió más que dispuesto a brindarle su calor.
—Lo lamento —dijo, y fue todo lo que le salió.
Roxy suspiró.
—Sí, yo también. Lamento no tener lo necesario para acabar con Richard de una vez por todas.
Ella continuó caminando a través del bosque que se abría más al paso de la luz de la tarde nublada, el ambiente estaba silencioso a excepción de sus pisadas que se oían con claridad por la espesa capa de agujas de pino secas, más allá de eso y un par de aves a lo lejos, todo parecía sin vida, estéril y sombrío.
Evan sabía que ella lo estaba presionando para que cambiara de opinión, y aunque ahora comprendía lo mal que vivían ella y sus compañeros de clan, no podía irrumpir de la nada y enfrentar a Richard Gardner.
Tenía muchas dudas y contradicciones dando vueltas en su mente como remolinos agitados, Evan era un alfa, pero no se sentía listo para liderar un clan y todavía no sabía si quería eso para su vida, además de que tenía la inseguridad marcada en su corazón, ¿y si no era lo suficientemente fuerte? ¿Y si no podía? ¿Qué sucedía si actuaba en contra de lo que decía, y moría en el enfrentamiento? No era que tuviese miedo a la muerte, pero ahora tenía a una compañera, desconocida o no, Roxy era la mitad de su alma y Evan era la mitad de la suya, si moría ella nunca volvería a emparejarse, ¿sería capaz de quitarle eso?
No tenía respuestas para ninguna de esas dudas.
—Esas casillas son los baños —habló Roxy apuntando a diez pequeñas casillas de madera—. Ya no tenemos agua caliente, así que antes de bañarnos encendemos una fogata para hervir agua.
—Pero, tienen paneles solares y calentadores afuera.
—Sí, pero no funcionan, y el último que sabía cómo repararlos murió el mes pasado.
Evan miró las construcciones, húmedas y apestando a podrido, con esos paneles quebrados y los calentadores oxidados. El leopardo le tentó por dentro, ofreciéndose para el reto, Evan se mantuvo firme y continuó caminando cuando Roxy reanudó la marcha.
Adelante, el bosque se abría siguiendo un arroyo de tamaño considerable, a ambas orillas había piedras con hielo. El frío se hacía sentir en ese lugar, pero cuando escuchó un quejido, Evan volvió a considerar sus deseos.
Atado a uno de los tres postes de madera enterrados en la arena del otro lado, un hombre joven temblaba de frío, estaba semidesnudo y murmurando palabras en voz baja, tenía una cicatriz que bajaba desde el lado izquierdo de su frente hasta la ceja, el cabello castaño claro y la piel bronceada. Sin importarle el hielo en la superficie del agua, Evan cruzó el arroyo decidido a ayudarlo.
—No es buena idea —dijo Roxy, pero él no le hizo caso.
Esto estaba mal, muy mal, todo el clan estaba mal. En especial el maldito que había atado a ese joven al poste, con cuatro grados de temperatura y sin protección contra el clima.
— ¿Y tú quién eres? —Preguntó abriendo sus ojos y tensando su cuerpo.
—Un novato —respondió, tenía al leopardo presionando en su mente, molesto al ver tanto maltrato.
Evan rodeó el poste y comenzó a desatar los nudos de las sogas que mantenían al joven inmóvil.
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Editado: 12.06.2019