Mayra estaba asombrada ante todo lo que sucedía y que ella no tenía memoria o eso creía. Observando a la chica frente a ella, lograba realizar cada movimiento con una precisión que parecía sobrenatural. Poco a poco, sintió que le encantaba lo que la maestra enseñaba, como si despertara un fuego interior que siempre había estado allí.
Al otro lado del salón, una hilera de niños realizaba los mismos ejercicios. A Mayra le parecieron excelentes, especialmente uno que no dejaba de mirarla, sus ojos brillando con una intensidad que le recordaba las estrellas en el cielo.
Cuando llegó el momento de bailar en parejas, para su asombro, le tocó bailar con aquel chico que no dejaba de observarla.
—Espero que no te equivoques como ayer —dijo él en voz baja y algo agresiva, como un dragón defendiendo su territorio.
—¿Y a ti qué te pasa? Baila bien, no me gusta bailar con los que tienen pies izquierdos —dijo colocándose molesta en su sitio.
La música comenzó y, como por arte de magia, todo lo que debía hacer vino a la mente de Mayra. Realizó cada paso sin equivocarse una sola vez, como si sus pies apenas tocaran el suelo y fuera algo que hubiera hecho toda su corta vida.
Al terminar, recibieron un gran aplauso iniciado por la maestra. Para su sorpresa, su compañero hizo una inclinación delante de ella, como un caballero ante una princesa, y le dijo:
—Has ganado. Mi nombre real es Nereius, no se lo digas a nadie —y sin más, se retiró a su puesto con cara de pocos amigos, dejando a Mayra intrigada por el secreto que acababa de compartir. ¿Por qué diablos le diría ese nombre tan feo? ¿Y qué era lo que había ganado?
La princesa dragón Rosa sintió que algo había cambiado en ella. Una chispa se había encendido, brillando como una llama en su interior. El destino de la princesa dragón Rosa.
Al culminar la clase, otra niña que dijo llamarse Shairy, y que parecía un hada con su gracia etérea, tomó a Mayra de la mano y corrió con ella hacia donde el grueso de las demás estaban. Mayra la seguía, aún sin comprender nada, como si estuviera en un sueño mágico.
Todas, al verlas llegar, corrieron juntas hasta el baño, sus movimientos sincronizados. Allí se le quedaron mirando, sus ojos brillando con curiosidad, hasta que Nancy le preguntó:
—¿Y bien? ¿Te dijo el príncipe su verdadero nombre?
—¿Príncipe? ¿Qué príncipe? —preguntó Mayra, confundida como si acabara de despertar de un largo sueño.
—¿Qué te pasa, Mayra? —volvió a preguntar Esthela con semblante preocupado, con suavidad. —¿No recuerdas que hiciste una apuesta que si no te equivocabas en la coreografía él te tenía que decir su verdadero nombre?
—Ah, esa apuesta —dijo al fin, como si una bruma se disipara de su mente. —Nereius, se llama el príncipe Nereius, pero me dijo que no se lo dijera a nadie, así que no lo hagan.
Todas las chicas asintieron al tiempo que hacían un gesto como si sellaran sus labios con magia antigua. De a poco, Mayra aprendió el nombre de todas, cada una única como las escamas de un dragón.
Supo que Esthela vivía en el palacio del rey porque sus padres trabajaban para ellos, junto a dos hermanos, Maurin y Dustin. También el castigado príncipe Lotha la consideraba su hermana. Shairy y Lily vivían en una preciosa casa rodeada de jardines encantados y eran hermanas. Yenny y Nancy también vivían con sus padres en el centro de la ciudad, donde los edificios parecían tocar las nubes.
Saray era hija única al igual que Maria Elena, a la cual le gustaba que le dijeran Elenita. Por su parte, la bella Elena siempre estaba rodeada por sus hermanos que la querían y cuidaban mucho, como guardianes de un tesoro.
También se aprendió el nombre de la bella Elizabet, siempre vestida de blanco como un ángel y llena de sonrisas que iluminaban la habitación. A su lado, Thalia, que como a ella le gustaba el azul, corría junto a cada rato a su lado como si se conocieran de siempre. Por último, el grupo de amigas lo completaba María, con una presencia tranquila y serena.
Cuando al fin llegó su mamá, le dio permiso para que acompañara a la bella Esthela al palacio donde radicaba. A Mayra todo le parecía maravilloso, como si jamás hubiera visto este mundo lleno de tecnología avanzada, luces brillantes y autos veloces surcando las calles.
Al llegar al palacio, respiró aliviada. Aunque estaba rodeado de altos edificios que desafiaban los cielos, este lugar parecía detenido en el tiempo, como un refugio de la antigua magia. Sin saber por qué, se sintió completamente a gusto en el mismo, como si toda la vida hubiera vivido en un lugar así, un hogar para su alma de princesa dragón que apenas comenzaba a despertar.
De repente, el palacio se llenó de risas, como si un coro de pequeños dragones hubiera descendido sobre él. Los padres de Esthela habían preparado una hermosa mesa en el jardín, rebosante de golosinas para las niñas. Era un festín digno de la realeza dragón, con dulces que brillaban como gemas y pasteles que parecían flotar en el aire.
No se permitían niños en esta reunión; era su código sagrado, un día exclusivo para chicas donde podían hablar y reír de sus cosas sin temor compartiendo sus secretos más íntimos. Esta tradición continuó a medida que las chicas iban creciendo. Por muy ocupadas que estuvieran, siempre encontraban un día y una hora para reunirse, como si un vínculo mágico las mantuviera unidas a través del tiempo y el espacio.
A veces, Mayra sentía como si algo o alguien la llamara en su mente, una voz poderosa que resonaba en lo más profundo de su ser. Siempre tenía la sensación de que la observaban, como si dos ojos invisibles la siguieran a todas partes, vigilando cada uno de sus pasos.
Pero lo más intrigante era el sueño recurrente que tenía. En él, se veía a sí misma volando por encima de un campo de cerezos florecidos, sus pétalos rosados danzando en el aire como pequeñas llamas. Volaba en compañía de alguien, una presencia fuerte y reconfortante, pero cuya identidad nunca lograba discernir. Era como si una parte de su verdadero ser, su naturaleza de dragón, intentara revelarse a través de estos sueños, mostrándole glimpses de un mundo mágico que aún no podía comprender completamente.
Cada vez que despertaba de este sueño, Mayra sentía una mezcla de añoranza y emoción, como si su destino estuviera llamándola, esperando pacientemente a que ella descubriera su verdadera identidad.
—Mayra, vayamos a bailar hoy —la invitó su hermano Andrés Ariam—Vamos a la discoteca que le gusta a tus amigas.
—¿En serio, hermano? ¿Me llevarás? —preguntó emocionada, con los ojos brillando de emoción. —¿Y tu novia no se pondrá celosa?
—Ella también va. Llevaremos a nuestros hermanos. Ahora su madre no puede impedir que lo hagamos —dijo mientras hablaba por teléfono, como si estuviera coordinando una expedición. —Listo, nos encontraremos allá. Así que vístete linda, quiero presumir de mi hermana la bailarina.
—Ja, ja, ja... no te burles, sólo me eligieron para un papel secundario —dijo Mayra feliz, su risa melodiosa como el canto de un ruiseñor.
Ese día, para sorpresa de todos pero sobre todo de ella, la maestra la había elegido para hacer el segundo personaje del ballet que bailarían para la graduación. Estaba muy emocionada, porque tenía que hacer un gran solo donde podría demostrar sus grandes habilidades, como un dragón mostrando su destreza en vuelo. Esto podría abrirle muchas puertas.
Aunque no había renunciado al ballet, junto a su hermano recibía clases de bailes populares y salían a bailar mucho, aprendiendo nuevas formas de danzar.
—Ya me visto enseguida y llamo a mis amigas a ver si estarán allá —dijo ella mientras corría hacia su habitación, llamando a sus amigas que enseguida estuvieron dispuestas a asistir. —Andrés casi estoy lista. Mira a ver si tu novia no se pone celosa de mis amigas, quiero divertirme. ¿De acuerdo? Andrés Ariam, ¿me escuchas?
La vida en la ciudad era muy agitada. Aunque se habían separado para seguir lo que a cada una le gustaba estudiar, no dejaban de encontrarse los sábados, manteniendo vivo el vínculo de amistad que las unía. Ese día había mucho que celebrar. Su papel secundario en la coreografía importante era todo un triunfo.
—Mayra, ¿sabes si el príncipe Nereius va a ir? ¿Es tu pareja de baile en la obra todavía? —preguntaban sus amigas, curiosas. —¿Ya averiguaste de qué país es el príncipe?
—No, no pude, y no es mi pareja hace mucho. No olviden que un día dejó de ir y no volvimos a bailar —contestó, una sombra de tristeza cruzando su rostro como una nube pasajera en el cielo. —Era un bailarín excelente.
—¿Van a venir tus hermanos? —preguntó Yenny, con expectación.
—Sí, los tres. Es precisamente Andrés Ariam quien me lleva, aunque va con su novia. También me acompañan Max e Ixac —dijo saliendo del baño, su entusiasmo renovado con anticipación. —¿Y tu hermano Maurin va a ir, Esthela?
—No lo sé, ya sabes que le ha dado por andar con Lotha y no sé dónde andan —respondió Esthela. —Bueno, nos vemos allá.
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Editado: 12.12.2024