Phoebe llegó a su apartamento. Hacía dos semanas que se había mudado ahí con Teresa, pero ella ahora no estaba y tenía la casa para ella sola. Justo lo que necesitaba.
Lo primero que hizo al llegar fue apagar el móvil, ya que no quería hablar con nadie, después se ocupó de cerrar todas las ventanas y la puerta principal y al fin pudo relajarse.
No sabía muy bien que había pasado esa noche, pero quería olvidarlo por el momento.
Se encamina hacia el baño, pero el teléfono fijo empieza a sonar. Se había olvidado de desconectarlo. Al ver que se trataba de Adalind acepta la llamada.
- Me he enterado de todo – dice la mujer -. ¿Estás bien?
- No lo sé – contesta ella con un suspiro -. No sé quiénes son esas personas.
- Pero sí que sabes sus nombres.
- Adalind, no quiero hablar. Solo quiero relajarme.
- Está bien, pero recuerda que estoy aquí para lo que quieras.
- Gracias. Nos vemos mañana.
Cuelga y desconecta el teléfono.
Entra en el baño intentando dejar la mente en blanco y algo en su muñeca le llama la atención. Tenía una quemadura en forma de mano. No sabía cómo se había hecho eso, es entonces cuando recuerda al desconocido. Este le había agarrado y ella había sentido un dolor horrible de cabeza, no entendía como su mano había quedado así.
- Mira que he tenido días raros – habla en voz alta -, pero este se lleva el premio.
Media hora después Phoebe sale del baño un poco más relajada. Aún seguía teniendo la cabeza un poco atestada por lo ocurrido esa noche, pero se dijo que mañana indagaría más.
Ya con ropa cómoda se sienta en el sillón y una bola de pelo rojo se pone en sus piernas. Se trataba de una gata. Una que Phoebe encontró abandonada y a la cual acogió en su casa.
- Cali, al fin has vuelto – dice ella acariciando a la gata -. ¿Dónde habrás estado metida?
La gata maúlla y salta de su regazo.
Para no sentirse sola enciende la televisión y es entonces cuando coge su móvil y lo vuelve a encender. Tenía varias llamadas perdidas de Nick y un mensaje de él preguntando si estaba bien. Adalind también le había llamado, supuso que lo hizo antes de llamar al fijo de casa. Por último tenía un mensaje de un número desconocido.
"Hola! Esto es un poco raro. Soy Raffe. Sé que no me recuerdas y no quiero forzarte, ya que sé que eso no es bueno, pero quiero que sepas que nunca te haríamos ningún daño, claro que tampoco espero que me creas, ya que no sabes quienes somos.
Por lo que nos ha contado Nick esta noche ha sido muy larga para ti, pero quería que supieras que si necesitas hablar estoy aquí. Contestaré a todas las preguntas que tengas. Que descanses.
Raffe. "
Phoebe aparta la vista del móvil y se queda mirando a la nada y de repente en su cara se forma una sonrisa. No entendía por qué sonreía, ya que solo había pensado en Raffe y en como la miró cuando dijo su nombre.
Algo dentro de ella le estaba pidiendo a gritos que lo llamase. Tenía su número, así que podía hacerlo, entonces mira la hora. Eran las cinco de la mañana pero el mensaje lo había enviado hace tan solo diez minutos. No le dio más vueltas.
- ¿Phoebe? – la chica escucha la voz ilusionada de Raffe.
- Sí... Yo... - no sabía que decir -. No sé qué me pasa, pero algo dentro de mí me ha impulsado a llamarte.
- Ya veo.
- ¿Estás ocupado?
Raffe contesta que no y Phoebe le da su dirección para que viniera a su casa.
Raffe se queda mirando el móvil en sus manos. Estaba muy emocionado por la llamada de Phoebe, pero tenía miedo. Había sido muy doloroso ver a su hermana y que ella no los reconociera. Era tan extraña esa situación...
- Ve y no le hagas esperar – dice Isabelle. La chica había escuchado la conversación entre los hermanos y se había alegrado al saber que Phoebe quería ver a Raffe -. Yo aprovecharé para ir a ver a Asmodeo.
Raffe le da un beso antes de empezar a coger su ropa y ponérsela lo más rápido que puede.
Al bajar al salón se encuentra con sus padres, y no tenían pinta de ir a dormir.
- ¿Dónde vas? – pregunta Mia.
- Phoebe me ha llamado – responde él cogiendo su abrigo y bufanda -, me ha pedido que vaya a verla. ¿Por qué no vais a descansar? Deben estar agotados.
- Lleva cuidado – susurra Mia dejando un beso en la mejilla de su hijo.
Cinco minutos después Raffe estaba frente el edificio que le había dicho su hermana. Había llegado tan rápido porque había usado sus alas.
Se acerca al videoportero y toca el timbre.
- ¿Raffe? – escucha decir a su hermana -. Ve arriba del todo a la terraza.
- Vale.
Se escucha el ruido de que la puerta está abierta pero Raffe no entra. Saca sus alas y empieza a ascender.
Se encuentra con una terraza bastante descuidada y supuso que los inquilinos de este edificio no la usaban.
Minutos después escucha abrirse una puerta y es cuando ve a Phoebe. Esta se queda parada al verlo ahí, ya que no se explicaba cómo había llegado antes que ella.
- ¿Cómo has subido? – pregunta.
- Volando – responde él con una sonrisa tensa.
- ¿Los lobos pueden volar?
- No todos.
Phoebe asiente y empieza a caminar hacia el extremo más cercano. Le gustaba mucho ir allí, ya que había muy buenas vistas.
- ¿De dónde sois? – interroga Phoebe.
- Pues...
- ¿No sabes dónde vives? – lo mira con una ceja alzada.
- Actualmente vivimos en Nueva Orleans, pero tú y yo nacimos en Warren, New Hampshire. Al igual que nuestros padres.
- Así que eres mi hermano – a Phoebe le empieza entrar la risa histérica -. ¿Eso es posible?
- Claro que lo es – dice él muy serio -. No sé si te has dado cuenta, pero tienes los mismos ojos que papá.
- Pero tú eres un lobo, yo no lo soy.
- Ah, eso – Raffe se lleva una mano a la nuca -. Verás, no te puedes convertir porque una mujer muy poderosa cortó el vínculo con tu loba.