El Destino del Fénix

1. Reencuentro con un Viejo Conocido

Han pasado ya unos cuantos años desde mi llegada al mundo mortal. Desde que descendí a la Tierra siendo apenas una niña, una parte considerable del poder que cultivé durante siglos para convertirme en la diosa fénix se disipó, pues mi frágil cuerpo humano no podía contener tanta energía mágica; solo una porción de la misma sobrevivió, suficiente para vivir una vida terrenal entre los humanos.

Rara vez usé esa parte de mi poder mientras vivía entre mortales, aunque en ocasiones lo hice para sanar a los animales del bosque o las criaturas de nuestra granja, pero siempre en secreto, sin que mis padres supieran nada al respecto. Pero un día, mi resolución fue puesta a prueba de manera inesperada.

Esto sucedió cuando mi hermano llegó a casa malherido, víctima de unos rufianes que lo habían atacado salvajemente. En ese momento, no había tiempo para buscar un doctor en la aldea cercana, su vida pendía de un hilo, y no tuve más opción que actuar.

Cerré los ojos y serené mi mente, enfocándome en un punto fijo. Invoqué el poder del fénix que yacía en mi interior y sentí cómo su energía se extendió por mi cuerpo envolviéndome en un aura brillante que imitaba las llamas puras del ave. Coloqué mis manos sobre las heridas de mi hermano y, poco a poco, estas comenzaron a sanar. Cuando el proceso terminó, él finalmente despertó, como si un nuevo soplo de vida hubiera entrado en su ser.

Después de esa experiencia tan caótica, revelé mi verdadera identidad a mis padres y les expliqué cómo había llegado a ellos. Sorprendentemente, lo comprendieron sin alterarse demasiado y prometieron guardar el secreto de que yo era la diosa fénix. Al confesarles la verdad, sentí un profundo alivio interior y mis días transcurrieron tranquilamente.

Sin embargo, un visitante inesperado pronto llegaría a nuestras vidas, despertando nuevamente aquel espíritu inquieto que yacía en mí y aquella nostalgia que pensé haber dejado atrás hace mucho tiempo.

Zhou, el hermano de mi madre, era quien vendría a visitarnos. En ese momento, yo no lo conocía ni tampoco era consciente de que sería un viejo conocido del pasado.

Un día, mientras ayudaba a mi madre a cortar las verduras para la comida, pregunté:

– ¿Dónde vive el tío Zhou? – ya que quería conocer un poco más de él.

– Tu tío no tiene un lugar fijo. Viaja mucho y cura a las personas con sus conocimientos de alquimia.

– ¿Es médico?

– No exactamente. Te darás cuenta cuando lo veas.

Esa respuesta, no hizo más que incrementar mi intriga y atravesó por mi mente la idea de que tal vez fuera un inmortal. Si así era, tendría que tener mucho cuidado, pues no quería que ningún inmortal supiera de mi existencia, ya que gracias a uno de ellos terminé dejando ese lugar.

Pero la sorpresa llegó el día en que mi tío llegó a casa, dejándome bastante atónita. Zhou resultó ser mi antiguo maestro de alquimia, quien me había criado en mis años en el Reino Inmortal.

Al verlo, sentí un fuerte impulso de abrazarlo y hacerle mil preguntas, pero me contuve, pues un movimiento impulsivo podría desatar consecuencias impredecibles.

Aparentemente, él no me reconoció, aunque mi madre ya le había comentado sobre mí en sus cartas. Sin embargo, mi espíritu inquieto no podía ignorar el simple hecho de que su visita no fuera una casualidad, sentí que el destino lo había puesto en mi camino nuevamente por alguna razón que aún no alcanzaba a comprender en su totalidad.



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En el texto hay: dioses, reencarnación, antigua china

Editado: 15.08.2024

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