El Día

XVI

Él me miraba con su mirada taladradora, me quedé impávida, pero al momento traté de reaccionar, pestañé un par de veces buscando cómo disimular mi impresión.

— Claro, desde luego te colaboro con eso.

— Sabía que lo harías, gracias.

— Sí, desde luego… ¿por qué no lo haría?

Un silencio se formó, uno incómodo, no sé sí solo era para mí, pero ya no quería estar más ahí, solté un suspiro me recosté al espaldar y dirigí la vista al ventanal a observar la calle, al menos que pareciese eso. El mesero llegó con la orden, ya no tenía ni hambre y eso me empezaba a enojar.

— Gracias por ayudarme, te lo agradezco.

— Descuida —solté.

Tomé el tenedor empezando a remover los tallarines, no me gustaba nada estar así.

— Karina —le oí decir, pero no levanté la vista— Karina.

Enrollé los espaguetis en el tenedor, no me sentía bien.

— Karina.

— Dígame —respondí al fin.

— No quiero que se me enferme comiendo con esa actitud —dijo, alcé una ceja, el me miraba de manera inquisidora para luego brotar una sonrisa— es una broma, no soy casado ni nada por el estilo.

Me lo quedé viendo seria.

— Es en serio, solo no me resistí a hacerle la broma.

— No me diga.

— ¿Se enojó?

— Pues no me gustan las bromas, no tienen ningún motivo.

— Lo siento ya que no le gustan, pero la mía sí tuvo un motivo y me agradó su resultado.

— Así ¿Cuál era?

Él volvió a sonreír, me empezaba a enfadar por pensar en lo que quizás se refería, me hacía pensar que era un engreído, eso me molestaba y mucho.

— ¿No piensa responder? —solté con un tono agrio.

— Pero no se ponga así —dijo él tomando un bocado.

Le miré muy fija, esperaba que masticara y tragara la comida, necesitaba que contestara para confirmar mis suposiciones, así tener el pretexto de dejarle allí solo. Cuando le vi comer lo que tenía en su boca insistí.

— Conteste.

— Tranquila, solo quería confirmar aquella pregunta que me hiciste en tu casa.

Fruncí el ceño, mi mente se trasladó al sábado, busqué en mi memoria, cuando apareció: “¿no tienes problemas en venir aquí?”. Seguía con esa tontería, ¿por qué rayos le había hecho esa pregunta? La respuesta era obvia: curiosidad… realmente… ¿era eso? Sí. Pero…

— Mmmm… ¿a cuál de todas las preguntas se refiere?

— Karina una cosa que comprendí fue, que, usted es una persona inteligente, por lo que sabe perfectamente a qué pregunta me refiero.

Dejé el tenedor sentía que tenía el semblante bastante serio.

— Entonces es: ¿a qué si no tenía problemas en llegar a mi casa ese día?

— Sí.

— No le entiendo, yo creo haberle explicado, además que solo trataba de tener plática, yo no soy muy buena a la charla, por eso no entiendo.

Su mirada escrutadora me reparaba como el cazador vigila a la presa, más en específico cuando un policía está en interrogatorio con el acusado.

— No lo sé, sus mejillas sonrojadas me dieron otra percepción.

— Así… —solté cruzándome de brazos— ¿Según usted?

— No te enojes, Karina —pidió.

— Puede responder, por favor.

— Está bien, solo pensé que tu interés era saber si estaba soltero o comprometido —dijo.

— ¿Y por qué piensa que eso a mí debería interesarme? —solté, me sentía molesta— solo trataba de hacer plática le repito, además le contesté el por qué, al menos mi por qué, no sé qué maquinará usted respecto.

— Pero, Karina, relájese, yo solo pensé que eso es lo que quería saber, además de que era una simple broma.

— No me agrada eso, además usted dijo que tenía un motivo, ¿cuál era ese motivo?

— Comamos tranquilamente mejor —sugirió.

— Prefiero que me responda.

— Karina —mis ojos sentía que los tenía como taladros sobre él, necesitaba que respondiera de una buena vez— está bien —soltó.

Tomó un trago de su bebida.

— Como te dije, solo se me pasó que tú deseabas saber este dato, además ver tu reacción al saber de una esposa —lo miraba fijamente y su vista estaba en la mía también— sé que se incomodó —se sonrió.

Aquella expresión y comentario derramó la gota, pensé que era un poco distinto, pero era un engreído inaguantable.

— Eres un engreído —bufé, él se me quedó viendo impresionado— estás tan equivocado, no estas ni tibio haciéndote ilusiones, ¿quién rayos te crees que eres?

Me puse de pie para salir a grandes zancadas, estaba enojada, escuché unos pasos que me seguían, salí a la calle, cuando le oí llamarme, no volteé me pasé la calle rapidísimo, al llegar al otro lado observé de reojo que él también intentaba cruzar la calle, pero de nada le serviría, porque yo detuve un taxi para irme.



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En el texto hay: felicidad, libro, amor y llanto

Editado: 15.10.2021

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