"El tiempo no siempre le sonríe al gato. Su relación es extraña, por qué para existir necesita devorarlo.
Normalmente el gato se come momentos aleatorios de la historia, nadie lo nota nunca, porque es como si jamás hubieran estado ahí para empezar, así que no le faltan a nadie, y a los que pudieran faltarles, seguramente también habrán sido borrados, condenados a existir únicamente cuando el gato se acuerde de ellos...
Y ojalá la relación terminara ahí.
Pero al tiempo le gusta vengarse, con esas otras veces...
Cuando alguno de los seres más amados del gato simplemente se desploma a su lado y cae muerto.
¿A cuál de esos a los que solías llamar tus amigos mataste primero, Candiani?
Y si elegiste salvarlo, ¿A quien te comiste en su lugar para que siguiera respirando?
Son ese tipo de dudas las que a veces me mantienen despierto."
—Lyoshevko Lacroix
No me gusta el frío.
Mojarme.
Sentir que mis huesos crujen.
Y que mi sangre se espesa tanto que comienza a circular a una velocidad cada vez más y más lenta.
Los mecanismos supervivencia en situaciones de vida o muerte, pueden ser llegar a ser una cosa cruel...
Cuando la temperatura baja tanto, que comienza a provocar que tu cuerpo no funcione como debe, tu sistema nervioso manda la orden de sacrificar todo lo que no considere vital para que tu corazón siga palpitando y da pie a que comience ese doloroso proceso en el que te va amputando uno a uno los dedos de tus manos, tus orejas, la punta blanda de tu nariz, tus pies, y si lo considera necesario; no duda en deshacérsete de tus cuatro extremidades completas.
Porque lo más importante es que sobrevivas, cómo y en qué condiciones lo hagas, es algo qué pasa por completo a segundo plano.
Claro que, por amputar no me refiero a que se desprenden de pronto como sucede con las extremidades de las lagartijas, ni a que una guillotina gigante aparece frente a ti de pronto y comienza a rebanarte como si fueras un simple trozo de jamón... en realidad, es un método un poco más ortodoxo, más lento y mucho más metódico, pero no te atrevas a poner en duda su efectividad: Simplemente tu corazón deja de bombear sangre a esos sitios, y eso hace que su tejido se vaya muriendo poco a poco... hasta que llega un punto en que se parecen mucho más a un pedazo de cartón viejo que a cualquier cosa que alguna vez haya tenido vida.
Creo que si has llegado hasta este punto de mi historia, ya debes saber perfectamente que los que tenemos maná de naturaleza fría, le tememos al frío por sobre todas las cosas, porque resulta que eso que somos, tiene también el poder de destruirnos. Lo mismo pasa con los que tienen maná de naturaleza caliente, le temen al fuego, a las llamas, al calor. Y es por esa razón que tendemos a buscar un equilibrio: A un ser de maná opuesto que nos ayude a regularnos.
La atracción física como los seres humanos la conocen, no existe para nosotros.
Nos regimos principalmente por el maná.
Somos maná.
Y es por eso que jamás vamos a sentirnos atraídos o a enamorarnos de un ser humano; porque no lo tienen.
En realidad, es algo mucho más fácil de explicar de lo que parece.
Por ejemplo a un águila jamás van a despertarle nada las plumas de un pavo real, no importa cuán brillantes, coloridas o hermosas sean, no van a detonar su lívido (cosa muy diferente, si hablamos de detonar su hambre, porque entonces sí, funcionan a la perfección)
Por otro lado, los indefensos pececillos que habitan las profundidades marinas, siempre van a sentir ese magnetismo letal por la fluorescencia que emiten sus depredadores, y eso va a sentenciarlos: porque al final, fue diseñada justamente para eso; para ser una trampa perfecta de la naturaleza en la que siempre van a caer.
Y son estás reglas básicas las que mejor explican la relación que tenemos con los seres humanos.
Tan solo piensa en el efecto que los que son como yo, ejercen sobre las personas, toma como ejemplo aquellos videos de los que te hablé en el capítulo anterior.
Los que me dio la serpiente; Deimos.
Que no se te olvide: Nosotros somos esa luz que fue hecha para que jamás puedan alejarse, y los estamos cazando.
Lo hemos estado haciendo por siglos.
Y la historia siempre te ha hablado de nosotros aunque todavía no te has dado cuenta.
Pero no nos adelantemos a eso... no aún.
Ya no me queda mucho tiempo, pero hay algunas cosas que quiero que entiendas primero, porque si eres como yo; como nosotros, y estás despertando, seguramente te vas a sentir así de desorientado como yo me sentí al principio. Y estoy escribiendo esto justamente para que sepas todo lo que descubrí en mi despertar, y lo mucho que el mundo ha cambiado desde que nos escondimos.
Así que en esta ocasión voy platicarte un poco, de esa primera vez: La primera vez que me quedó mucho más claro el alcance que tiene el poder del gato y por qué incluso los de nuestra propia especie nos temen al punto de haber dejado que les cortaran las alas, las garras y los colmillos para tratar de erradicarnos.
Así que pon atención, porque cada elemento de este pequeño relato, es importante.
Hacia frío.
Hmm... eso no se me va a olvidar nunca.
Y mientras voy evocando el recuerdo hasta hacerlo completamente vívido, para narrártelo como si lo hubieras vivido también tú, lo puedo corroborar porque me veo a mí misma con ese abrigo puesto.
Claro... él Abrigo que resultó ser la primera pista tangible que tuve.
Tan diferente a aquellas docenas de focos rojos que siempre estuvieron ahí.
Y que no vi.
Al menos nunca a tiempo.
Ese abrigo llegó a mí una tarde lluviosa, desde tierras argentinas, me lo había mandado la señora Castillo; una mujer que mis padres habían conocido mientras viajaban por todo Latinoamérica. Se habían propuesto conocer todo su continente primero y sólo después de hacerlo , entonces sí: cruzar el charco.