Emma Myers
¡¿Qué demonios Emma?!
Esas fueran las primeras palabras que pronunció Declan en cuando bajé del coche.
No me dio tiempo de contestar. Él solo me tomó del brazo y me jaló para que quedara frente a él. Me examinó unos segundos como comprobando que estaba completa y cuando terminó me miró directamente a los ojos, solo que la forma en que lo hizo fue diferente a las anteriores, esa vez en sus ojos verdes no había rastro del brillo ni la felicidad que lo caracterizaban, solo había enojo.
Era la primera vez que Declan me hablaba y me miraba de esa manera, tan fría.
Al principio no entendí su molestia, ni siquiera sabía qué hacía en mi casa a esa hora, fue hasta que vi la patrulla en la entrada de mi casa que lo entendí. Nunca avisé, simplemente me fui con Thomas toda la noche.
Sabía que estaba mal, dentro de mí siempre supe que estaba haciendo algo malo, pero creí que ni Derek ni mamá estarían en casa y que no se enterarían.
Cuando Declan apartó la mirada, se inclinó para quedar a la altura de la ventana del coche y poder ver a Thomas.
—¡Tú! Lárgate antes de que te metas en más problemas.
Sin decir más, empezó a caminar hacia la casa, llevándome con él. Su agarre se volvió molesto, por lo cual traté de soltarme, pero Declan no me lo permitió.
—Declan, suéltame. Me lastimas. Soy capaz de caminar sola.
Al escuchar eso y ver la manera en que mi amigo me jalaba, Thomas salió del coche y trató de llegar a nosotros. Supe en seguida que trataba de hacer, pero para ser sincera no necesitaba a dos tontos peleándose enfrente de mi casa y menos con la situación a la que me enfrentaba, por lo que negué con la cabeza y la súplica se marcó en mi cara para que se detuviera.
Él, al entender el mensaje, detuvo su caminata y terminó retrocediendo. Pude ver una mueca de impotencia dibujada en su rostro, pero respetó mi decisión. Suspiró, volvió a subir a su coche y salió de ahí.
Ni siquiera había llegado al umbral de la puerta, cuando mi corazón empezó a acelerarse.
Traté de pensar en una buena excusa que me ayudara a justificar toda una noche desaparecida, pero ninguna llegó a mi mente. Bueno, sí se me ocurrieron varias, pero la mayoría eran estúpidas.
En cuanto crucé la puerta, todos los presentes caminaron hacia mí.
Mi mamá fue la primera en llegar a mí, pasó sus manos por mi cara y luego me abrazó. Tan solo con ese primer vistazo me di cuenta de que realmente la había asustado. Me sentí terrible de hacerle eso.
—¿Estás bien? —preguntó exaltada—. ¿Dónde estabas? ¿Qué paso?
—Lo siento yo… —no supe cómo explicarle. Mi mente quedó en blanco, sobre todo cuando vi a mi padre en la casa.
Mamá se me quedó viendo —como todos en esa sala—, esperando una explicación que claramente no tenía. El oficial, al notar la situación, interrumpió el incómodo momento y aclaró su garganta.
—Me alegra que tu hija esté bien Dorian —dijo dirigiéndose a mi padre—. Tengo que retirarme.
—Lamento haberte molestado con esto Al.
Él negó con la cabeza y luego estrechó la mano con mi padre. Sophie, que sabía muy bien que era lo que venía a continuación, me dio un abrazo antes de salir de la casa junto con Declan.
Una vez que solo quedamos la familia, todo se volvió aún más tenso. Derek fue el primero en hablar.
—Emma, ¿Dónde estabas? —preguntó molesto, pero tratando de contenerse.
Sabía perfectamente cuando Derek estaba enojado porque se le marcaba una vena en la frente y en ese momento esa vena estaba a punto de explotar.
No sabía exactamente que excusa iba a poner, pero de lo que sí estaba segura era de que no iba a involucrar a Thomas, no después de todo lo que había hecho por mí.
—Solo… tenía ganas de estar sola.
—¡¿Estar sola?! —exclamó mamá, anonadada y molesta por mi respuesta tan vaga—. Por estar sola desapareces una noche completa, sin avisarnos, ni contestar el teléfono, ¿Tienes idea de las horas que pasamos? ¡Pensando en que te había pasado algo! Emma has hecho muchas cosas tontas e imprudentes y te he aguantado muchos berrinches, pero esto, es lo más egoísta e irresponsable que has hecho.
No supe que contestar, no había nada que pudiera decir que la calmara y ciertamente no sabía lidiar con mi mamá en ese estado, pocas veces se enojaba a ese grado, así que solo guardé silencio.
—Hija, no has respondido a la pregunta —intervino por primera vez mi padre—. ¿Dónde estabas?
—¡No te metas! —proferí enojada y cambiando totalmente mi actitud—. ¡Esto es un asunto entre mi familia y yo!
Que justo él me exigiera respuestas sobre mi paradero era lo más hipócrita.
—¡Emma! —me regaño Derek, un poco exaltado—. Empiezo a perder la paciencia.
No era el único, yo también la empezaba a perder y una clara señal era el hormigueo en mis manos, ese que siempre se presentaba cuando estaba a punto de explotar.