El día en que te encuentre

Capítulo 16. No se lo cortes

Emma Myers

Mis sentimientos por Thomas se habían aplacado durante el tiempo que nos dejamos de hablar. Me había gustado su físico y luego su personalidad, pero también había conocido su lado no tan amable y eso había hecho que retrocediera.

Por lo cual seguía pensando que lo mejor era mantenerme alejada de él.

Cuando me lo proponía, podía evadir muy bien mis sentimientos, llevaba muchos años evadiéndolos y sabía que con Thomas no iba a ser la excepción.

Ese día, en el baño, tomé mi decisión y el hecho de que empezaba a hablar de nuevo con él no iba a cambiar la decisión que ya había tomado.

No, no, no.

Estaba a punto de llegar a la ciudad de nuevo, pero antes de irme a mi casa preferí pasar por un poco más de esa rica tarta que Susan me había vendido en la tarde. Se me estaba volviendo una adicción.

Entré a la cafetería, en donde solo había una persona en una de las mesas del fondo. Me había dado cuenta de que no venía mucha gente, ya que la cafetería tenía un toque rústico, pero a mi parecer era un lugar muy acogedor.

—Hola.

—Mi niña —dijo sorprendida—. ¿Otra vez aquí?

—Si… la verdad es que no puedo vivir sin esa deliciosa tarta —susurré y señalé al estante en donde ponían las tartas.

—Pues tienes suerte —me aseguró sonriendo—. Acaba de salir una nueva y no es por nada, pero le quedo deliciosa.

—Perfecto —golpeé despacio con mi mano el mostrador—. Me convenciste. Me la llevo.

—¿Toda? —preguntó sorprendida y abriendo sus ojos.

—Toda Susan, por favor.

—De acuerdo, te la envuelvo. Ya salgo —salió del mostrador y caminó hacia la cocina.

—Gracias —grité mientras se alejaba.

No tarde mucho en volver al coche, acomodé la tarta en el asiento y conduje hasta que enfrente de mí apareció el letrero de la ciudad, en él que te daba la bienvenida y se podía leer en letras muy grandes el nombre de la ciudad.

La noche empezaba a caer y yo solo quería ir a mi casa a comer mi tarta y ver un poco la televisión.

No hice más paradas, fui directo a mi casa.

Al principio pensé que no había nadie. La mayoría de las luces estaban apagadas, solo la luz que iluminaba la sala estaba encendida junto con la televisión que transmitía una serie de caricatura.

Se me hizo raro, pero no le di muchas vueltas. Dispuesta a continuar viendo aquella serie, fui a la cocina por un cubierto para poder sentarme enfrente de la pantalla y comer mi tarta, pero antes quería cambiarme.

Empecé a subir las escaleras y fue cuando noté que había un sostén en el piso al final de la escalera, lo levanté y traté de recordar si era de mi mamá o mío —aunque estaba casi segura de que mío no era­­­, yo no usaba nada con estampado—. Fue hasta que escuché golpes provenientes del cuarto de mi hermano, seguido de unos cuantos gemidos, que lo capté.

¡No puede ser!

No me lo creo.

Volteé a ver el sostén en mis manos y de inmediato lo solté como si me quemara. Literalmente mi mente en ese momento hizo corto circuito dejándome pasmada en el escalón.

¿Qué se suponía que debía hacer?

¿No se supone que para eso tiene su cuarto en la universidad?

Me quedé quieta por unos segundos, pensando en mis opciones, hasta que escuché otro gemido y sentí que se me iba a salir una carcajada o la tarta que había comido en la tarde. Cualquiera de las dos opciones era posible.

En mi estómago se anidó un sentimiento entre divertido y asqueado.

Tapé mi boca para aguantarme la carcajada que amenazaba en salir —Dios, la situación era una joya—. Me estaba costando mucho trabajo, no reírme o vomitar, lo que llegara primero, pero no era mala, no le quería cortar el rollo a mi hermano, así que empecé a bajar las escaleras de la manera más silenciosa que pude.

Con mi cubierto y tarta en mano salí de la casa, cuidando que la puerta no se azotara.

Una vez afuera, solté la respiración que había estado conteniendo para no reírme. Saqué mi teléfono y le envié un mensaje a Sophie, mientras caminaba hacia su puerta. 

[Ábreme, estoy en tu puerta] —E.

[¿Te corrieron de tu casa?] —S.

[Algo así, ábreme y te comparto de lo que compre] —E.

No pasaron más de dos minutos cuando la puerta se abrió y Sophie me dejó pasar.

—¿Qué me trajiste? —preguntó emocionada, viendo la caja que traía en las manos.

—Realmente tenía planeado comérmela yo sola, pero…

—Pero… —Sophie me incitó a seguir.

—Bueno… mi hermano tiene fiesta en la casa —hice unas comillas imaginarias para resaltar la palabra fiesta— y si me quedaba ahí, iba a terminar vomitando mi tarta. Sería un desperdicio.

Sophie frunció el ceño y se quedó procesando lo que le acababa de decir, luego sus ojos se abrieron en total sorpresa y supe que entendió a que me refería con fiesta.




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