Emma Myers
Thomas siguió conduciendo hacia mi sorpresa, aun cuando lo intenté, no me dijo nada.
Ese día todo en mí estaba despierto, miles de sensaciones recorrían mi cuerpo y no me podía sentir más feliz.
¡Él estaba enamorado de mí! Dios, sonaba tan bonito.
Al igual que él, yo también estaba perdidamente enamorada de él. Realmente lo amaba, era una sensación nueva y difícil de explicar, pero la forma en que me hacía sentir, me gustaba.
No tenía mucha experiencia cuando se trataba de amor, pero estaba segura de que los sentimientos que yo tenía hacia él, era la descripción exacta del amor.
A pesar de todos los problemas que se habían presentado alrededor de nosotros, con Thomas se hacían más ligeros y por primera vez me sentía comprendida.
Él sabía todos mis secretos y aceptaba cada uno.
—Llegamos —anunció, entrando a la ciudad más cercana de la nuestra. Exactamente a 36 millas de distancia.
—¿Qué hacemos aquí? —pregunté con la mirada hacia las calles.
—Bueno, cada año en esta época se pone una feria. No es mucho, pero es divertida y te ayudará a despejarte un poco Emma. Quiero que sonrías. Me gusta verte sonreír.
No pude evitar sonreír, Thomas era muy detallista y siempre salía con cosas tan tiernas que me fue imposible no enamorarme de él.
—¿Cuánto tiempo tenemos?
—Esa es la otra sorpresa —soltó un poco nervioso cuando terminó de estacionarse frente a una cafetería y pasó su mano por su cabello—. Yo estaba pensando quedarnos un fin de semana.
—Thomas, aunque me encantaría, no creo que mi mamá este de acuerdo con que me quede un fin de semana con mi novio.
No dijo nada, él solo sonrió de oreja a oreja.
—¿Qué?
—Me gusta cuando dices mi novio —sonreí y le acaricié su rostro, él cerró sus ojos ante mi contacto y oprimió un poco su rostro a mi mano.
Me había dado cuenta de que amaba el contacto físico de ese tipo.
Sentir mis caricias era algo que él disfrutaba mucho. Él decía que su preferida era cuando acariciaba su cabello y yo sabía que era verdad porque siempre que lo hacía Thomas ponía cara de cachorrito y me encantaba.
—Pues eso eres, Thomas O’Connor. Mi novio.
—Y es todo un honor serlo, Emma Myers.
La comida de la cafetería estuvo deliciosa y tarta fue el plus. Me gustaba esa tradición que teníamos él y yo de ir a las cafeterías a probar las tartas y no era precisamente por las tartas —que la mayoría estaban deliciosas—. En realidad, era porque era nuestra tradición, de Thomas y mía.
Al salir, él condujo un rato más hasta que a lo lejos pude ver la feria. Los juegos mecánicos y las decoraciones se veían a la distancia, estaba muy ilusionada. Había estado tan estresada con todo lo de la escuela que no me había dado cuenta de lo mucho que necesitaba algo así.
El día no podía ser más perfecto ante mis ojos.
Pero lo mejor era que le había confesado mis sentimientos a él sin ningún temor a que algo saliera mal. Supongo que cuando estás segura de algo no hay cabida para el miedo.
Sabía que no habíamos empezado de la mejor manera, no todo había sido color de rosa como lo pintan en los libros, pero aun con eso, ahí estábamos, juntos.
Thomas con los meses se abrió a mí y me había permitido conocer diferentes facetas de él y de su pasado.
Me había contado sobre su madre. Ella murió en la carretera que va hacia el lago. No podría describir el dolor que sentí mientras me lo contaba, se veía que era un tema que aún le dolía demasiado y no lo culpaba. Yo estaría igual si algo le llegara a pasar a mi madre.
Cuando me lo contó conocí a un Thomas que hasta ese momento no había visto, conocí a un Thomas vulnerable.
—Yo la mate Emma —masculló en un tono bajo y entre sollozos.
No me miraba, solo veía hacia el piso, como si le avergonzara contarme todo y solo estuviera esperando a que lo culpara y me alejara de él.
—Eso no es cierto, fue un accidente, nadie tuvo la culpa.
—No, esa noche ella no quería salir. Prácticamente, la obligué a llevarme al lago solo porque había discutido con mi padre y la llevé a su muerte.
No había ni una pizca de duda en sus palabras y me dolió darme cuenta de que en verdad él creía que había sido su culpa.
—Escúchame bien Thomas —exclamé mientras tomaba sus mejillas y hacía que me mirara a los ojos—. Eso no es cierto, tú no podías saberlo y tú no causaste ese accidente. Tu padre solo siente dolor por perder a su compañera de vida y estoy segura de que todo lo que te ha dicho en realidad no lo siente.
—Él si lo siente Emma —aseguró—. Cada palabra que me ha dicho, él de verdad lo siente. Cada vez que él me ve, estoy seguro de que solo ve al causante de la muerte de su esposa y lo peor es que no lo culpo. Porque sí, yo la mate.