Querido Diario:
Hoy fue mi primer día de clases en la universidad. Entré a administración de empresas, para poder crear mi propia empresa. Esperaba conocer muchos amigos, porque no quería repetir la pesadilla de nuevo como en primaria y secundaria. Esperaba que todos pudieran quererme de verdad porque no soy mala persona, pero una vez más me equivoqué. Entré y todos susurraban que era horrible y diferente a lo que son ellos, muchos se burlaban de mí atuendo y otros simplemente se alejaban de mí. ¿Qué hice yo para que me trataran de esta manera?
Cuando entré a clases y le contesté bien al profesor, me tiraron un papel que decía que era un cerebrito. Luego dos chicos que no recuerdo sus nombres, me dijeron que era unos cuatro ojos. Uno de ellos se pintaba el cabello al parecer, porque llevaba un color verde y el otro era un poco achinado y piel algo morena. Todo se me complicó y no sé qué es lo que tengo para que me trate así.
Bien, definitivamente no fue mi día y me siento mal. Hasta la capitana de las animadoras me empujó haciendo que cayera a la fuente del patio. Mis padres están preocupados, pero ellos no saben exactamente lo que me pasa. Me siento mal por mentirles, pero solamente puedo decírtelo a ti.
Te escribe la destrozada Diana.
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Al terminar de leer el diario me sentí tan mal ya que de verdad no era justo que la trataran así en su primer día sin conocerla, noté que alguien tiro una hoja colorida y la recogí para ver qué decía:
Fiesta en casa de Cindy Yan.
¿De cuándo acá, Diana hace fiestas? Ella ha cambiado mucho y sigue aparentando ser otra persona.
—¿Te enteraste que Cindy Yan hará una fiesta en su casa porque sus padres salieron de viaje? —entran dos chicos al baño de nuevo para leer el diario.
—¿Hablas de la sensual Cindy? —le pregunta otro, al parecer uno de ellos era Alejandro, el capitán de fútbol y el otro era Gerardo, el co-capitán. Ellos me caen mal porque se creen mejor que uno. Y más ese Ale por creer que yo soy un traidor.
—Sí, esa mujer está para comérsela —confiesa y eso hace que me moleste.
—Debemos ir a la fiesta y ver que sacamos de esa mujer —dice el otro y comenzaron a reírse. Estoy a punto de salir y romperles las caras cuando siento que mi bolsillo vibraba, entonces me doy cuenta que era el teléfono. Escucho que los dos idiotas se fueron y no dejan de reír.
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Migue: ¿Qué diablos te pasa desde ayer?
9:00am
Yo: No puedo contarte ahora.
9:01am
Migue: Ya deja de tonterías y dime qué jodidos te pasa.
9:03am
Yo: Luego te cuento.
9:04am
Migue: Pero de verdad, porque ya me cansa todo esto.
9:06am
*Desconectado*
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Me entra una llamada de Miguel y ya sé lo que me espera—: ¡ODIO QUE ME DEJES HABLANDO SOLO, CUANDO TE VEA ME VAS A ESCUCHAR LUCAS!
En el fondo se escucha unos golpes seguido de la maestra Claudia regañando a Miguel, reí ante eso—: ¡Señor Clifford deje de estar gritando en un lugar publico y de gente trabajando!
Él cortó la llamada y yo me rio de eso. Luego guardo el diario y me voy a la siguiente clase que me toca; biología. Esa clase es aburrida, pero me distraigo viendo a la hermosa Diana, espero que ella no se de cuenta que tomé su diario.
Estoy entrando a la clase y veo que ella se encuentra ahí sentada como siempre en el lugar que nos asignó la maestra. A pesar de todo, ella aún trabaja conmigo en biología; quizás no porque ella quiera. La maestra nos colocó así desde principio de año, el único problema era que desde que ella cambió toda su apariencia, todos los chicos están alrededor de ella y eso no me gusta. Y esto es otra seña de que sé que ella no es Cindy sino Diana. Me acerco muy molesto mientras ella sólo sonríe a cada uno de ellos, ella aún sigue siendo tímida.
—¡Largo de aquí antes de que les rompa la cara! —les grito un poco y todos me vieron; algunos hicieron caso y otros todavía no, pero los veo amenazante y se alejan. Diana me ve algo confundida; sé que ella todavía no cree que la amo. Si la amo, pero yo la hice sufrir.
—No tenías que hacer eso —me dice suavemente; me siento y la veo sonriendo. Amo escuchar su voz y más cuando me habla a mí.
—Sé que te molesta y ellos son insoportables —le digo y ella toma un mechón que se posa en su rostro y lo coloca detrás de su oreja. Ella no dice nada; me duele que ella ya no es como antes. Recuerdo cuando estábamos en esta clase y me ayudaba con algunas cosas; sin embargo, solo me aprovechaba de ella y ahora estoy pagando todo.
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—Buenos días, alumnos; el día de hoy vamos a utilizar una planta y vamos a ver que pasa cuando le colocamos una gota de fertilizante —dijo la maestra Pérez.
Todos estábamos vestidos con una bata y a mí me tocaba trabajar con Diana, me veía toda nerviosa y me sonreía. No obstante, yo era un idiota en ese tiempo; la rechazaba.