Decidimos hacerle creer a Charlie que había ganado.
Carlos se escondió en el bosque cerca del lago, y nosotros le llevábamos lo que podíamos de comida. Algunas veces, cuando hacía mucho frío como para dormir fuera, traspasaba la cerca y dormía en el colectivo. Antes de que salga el sol ya estaba de regreso.
Él decía que prefería el bosque, que ahí se sentía más libre. Ninguno le discutió nada.
Alicia y Santiago volvieron a ayudarnos. Eran los únicos aliados que teníamos ahí dentro. Ellos nos conseguían un poco más de comida para Carlos, y ropa de abrigo.
Se nos ocurrió decirle a Charlie que Eduardo y Carlos habían desaparecido y que faltaban algunas cosas del colectivo. Le dimos a entender que sospechábamos que habían escapado juntos, y también le dijimos que siempre decían que estaban disconformes con la comunidad. Santiago y Alicia lo corroboraron.
Charlie creyó que Eduardo efectivamente huyó, pero solo. Se tragó nuestra mentira por completo. Lo escuché en una de mis jornadas de espía. Me estaba por ir después de eso, cuando ocurrió algo extraño. Un hombre entró en la oficina de Charlie, un hombre que estaba completamente seguro de no haberlo visto nunca en la comunidad.
— ¿Y?, ¿ya están listos? ¿Cuándo comienza todo? —Preguntó Charlie al hombre.
—Me gusta que me saluden, aún en este mundo devastado. —Contestó este con un suspiro. Charlie hizo un gesto de impaciencia.
—Hola —Dijo—. Ahora responda ¿Ya está todo listo?
El hombre cambió su expresión pasiva por una de odio en menos de un segundo, lo que me tomó desprevenido y casi me hace caer. Se acercó a Charlie a grandes pasos y lo agarró del cuello sin que pudiese defenderse.
—No olvides quién es tu superior. Recordá que no sos nada, no te necesitamos, Charlie. Solo te utilizamos para evitar el inútil derramamiento de sangre —Le dijo el hombre con los dientes apretados y a centímetros de su rostro—. Vos elegís ¿Está claro?
—Sí... sí... —Respondió este, atemorizado. Yo no podía creer lo que mis ojos veían.
—Te haces el macho conmigo y no te das cuenta que tenés un espía atrás del vidrio. —Dijo dejándolo caer. Mi corazón se detuvo en mi pecho.
Salí corriendo lo más rápido que pude.
Quería contarle todo en ese instante a mamá, pero tuve que ir con Alberto para cumplir horario. Si desaparecía así nomás, se habrían dado cuenta de que fui yo.
Alberto tuvo que llamarme la atención varias veces, me preguntó en qué estaba tan concentrado, y si me pasaba algo reiteradas veces. Le mentí diciendo que no había dormido bien, aunque en un momento me vi tentado en contarle todo lo que sabía. Era un buen hombre y confiaba en él. Lamento mucho no haberlo hecho.
O quizás fue mejor para él así.
Apenas salí fui a hablar con mamá, disimulando mi apuro lo mejor que pude. Esa noche hubo reunión con Carlos en el bosque. Se acercaba algo grande, y teníamos que prepararnos.