Todavía no comencé a escribir el reencuentro y ya siento mis ojos humedeciéndose. Lo que sentí después de verlos a todos tras 7 meses es indescriptible.
Lo que daría para volver a verlos ahora mismo, aunque sea solo por cinco minutos…
Zeus me llevó con mamá, que estaba en ese momento en uno de los muros haciendo guardia. Se veía tan hermosa. Su cabello castaño, igual al mío, estaba mucho más largo de lo que recordaba, y sus ojos verdes se iluminaron al verme. No lo pensé dos veces y me lancé a abrazarla. Fue un abrazo lleno de amor y lágrimas, de “te extrañé” y de “no puedo creer que estés acá”. Un abrazo que valió más que mil palabras.
Después de que Zeus nos dejara, mamá me hizo miles de preguntas al mismo tiempo. Quería saber en dónde había estado, por qué no había ido antes, cómo hice para escapar, quién era Marc… Le respondí algunas, y le prometí que cuando estuviéramos todos contaría bien la historia.
Zeus le dio el día libre a mamá, así que ella nos llevó al lugar en el que vivía el grupo. Se quedaban en el edificio en donde estaba la oficina, aunque no sé bien cómo definirlo. La cosa es que era grande, y un montón de personas vivían ahí. Había habitaciones que podrían haber funcionado de aulas en otro tiempo; baños, una cocina, y dos canchas de futbol 5 (techadas) que se utilizaban de comedor, además de las oficinas y una mini biblioteca. Y ese no era el único edificio que existía, ya que había otro un poco más alejado, aunque era más pequeño.
Continuando. Mi amigo y yo nos quedamos en el lugar mientras mamá iba a buscar a los otros… que casi se desmayan al verme. Me abrazaron, me besaron y hasta me insultaron. Estaban muy alegres de que estuviese vivo, algunos ni siquiera se imaginaron que podría haber sobrevivido al ataque en la ruta.
Me acribillaron a preguntas desde el primer momento, como mamá. Pasada la excitación del reencuentro, les conté pacientemente todo lo que había pasado con ayuda de Marc. Quedaron maravillados y encantados con mi relato de los híbridos que me habían ayudado, contemplando la posibilidad de una alianza entre nuestras razas, de que quizás en un futuro pudiésemos convivir en paz. Saber que no todos ellos deseaban destruirnos abría una puerta a la reconstrucción de un nuevo mundo en conjunto.
La semilla de la esperanza había sido sembrada.
Deseó de todo corazón que algún día suceda.
Mamá estaba orgullosa de mí, y de haber pensado en dejarme el mapa. Sin eso, nuestro reencuentro se habría retrasado muchísimo más, en caso de que hubiese logrado llegar a Heaven.
Les pregunté por Santiago. Sabía que había muerto, no tenía ninguna posibilidad, pero quería saber qué habían hecho con él. Me dijeron que lo enterraron a un costado de la ruta, al pie de un árbol que marcaron. Hicieron una pequeña ceremonia de despedida y se despidieron de él, algunos también de mí dándome por perdido.
En el momento tuvieron que huir para salvarse de los híbridos, aunque sin alejarse demasiado. Cuando pudieron volvieron a buscarme en el bosque, se metieron tan lejos como se animaron, aunque nunca encontraron ninguna señal mía. Finalmente decidieron irse a Heaven, con mucho dolor. La mayoría pensaba que había muerto, menos mamá que decidió dejarme la nota como última esperanza.