Mientras estaba dormido, soñé con ellas de nuevo, Elizabeth y Martha, empezaba a entender que yo viví una vida diferente antes, en ese tiempo solo me dedicaba a crear algo nuevo para mi aldea, empezaba a recordar lo que era vivir feliz, tenía una familia y gente que se preocupaba por mí pero todo eso cambiaba poco a poco por mis recuerdos más profundos y dolorosos, esos recuerdos que aún no me atrevo a ver, esos recuerdos llenos de dolor, soledad, odio y tristeza.
-Mildway despierta- me dijo Kokone, en ese momento empecé a abrir los ojos y me di cuenta de que no estábamos en Deryville.
-Kokone ¿Dónde estamos?
-Lo lamento Mildway tenía que venir a casa después de lo que vimos si quieres regresar ahora...- interrumpí en ese momento poniendo mi mano en su hombro.
-Te entiendo Alexander y descuida toma el tiempo que necesites- le sonreí y bajé del auto.
-Gracias Mildway- dijo al bajar también y caminamos entrando en Sayeville. Era una ciudad hermosa, algo rústica pero encantadora, fue la misma sensación que sentí al llegar a Deryville.
-Y bien Kokone guíame.
-Vamos a mi casa entonces- Caminamos un poco y me impresionó que todos saludaban con gran respeto a Alexander era algo que jamás había imaginado. Llegamos a casa de Alexander y también como la familia Cleever, la familia Kokone tenía una gran mansión lujosa y hermosa.
-Esta es la residencia Kokone, Mildway ten en cuenta que no eres bienvenido porque mi familia desconfía de los alquimistas ya que nos han traído miseria y ya sabes lo que pasó con mis padres.
-Lo comprendo Kokone, adelante ve yo esperaré aquí.
-No tardaré hablaré rápido con mi tío para advertirle del peligro.
-Toma tu tiempo me daré una vuelta por aquí.
-Solo ten cuidado.
-Claro Kokone descuida sé cuidarme solo.- Alexander entró a la mansión Cleever y mientras yo empecé a caminar, era todo tan hermoso nunca pensé encontrarme otra ciudad así. Seguí caminando observando y comprando dulces típicos de ese lugar, eran pequeños chocolates sabía que a Allice le iban a encantar pero también debía llevarle unos cuantos a Annie o se molestaría. Parecía niño emocionado por ver a Allice otra vez; seguí caminando cuando me encontré con un grupo de personas extrañas, llevaban cascos con un raro escudo de armas, era un león amarillo con un sol detrás y un fondo azul, iban caminando y se toparon conmigo y el que parecía el líder me detuvo.
-Alto, identifícate forastero.- Se quedó viendo mi emblema de alquimista
-Mi nombre es James Mildway vengo de Deryville y vine con Alexander Kokone.
-Es imposible que Alexander tenga algo que ver con un maldito alquimista.-Al decir esto me rasqué la cabeza y sonreí.
-Esas palabras me las dijo cuándo lo conocí, se nota que es el clan Kokone- dije burlándome.
-Te arrepentirás- dijo un soldado mientras se abalanzaba hacía mí con su espada, por desgracia tengo reflejos muy agudos y bloqueé el ataque con una de mis espadas, mientras otro soldado me quería atacar por detrás, con mi otra espada bloqueé el ataque y los empujé lejos de mí. Sus ataques eran como los de Alexander pero mucho más débiles, todos menos el capitán estaban peleando contra mí, fácilmente pude ganarles pero me preocupaba el tipo que no combatía.
-Lo sentimos es demasiado fuerte...-decía un soldado a su capitán.
-Era de esperarse, como capitán de la policía de Sayeville es mi deber detenerte alquimista. -después de decir eso sacó de su bolsa unos guantes negros y se los puso.
-¿combate cuerpo a cuerpo? Será divertido y un placer -enterré mis espadas en el suelo y me preparé para pelear-Demuéstrame qué poder tienes.
Empezamos a pelear, él atacó primero dándome un fuerte golpe que apenas detuve con mis manos, era fuerte y rápido ese golpe me dolió bastante. Hizo que perdiera los dulces.
-Vaya eso dolió -le dije- y ahora me toca- desvié su puño golpeé su casco, debo admitir que era resistente a pesar de haber golpeado con bastante fuerza, solo pude estrellar un poco el vidrio que tenía; el capitán se levantó y empezó a maldecir a todo mi ser.
-Eres un maldito bastardo malnacido hijo de...- En ese momento tuve que interrumpir golpeando su estómago y volviendo a golpear el casco, quería ver la cara del que me llamó así sin permiso. Chocó contra un árbol, la gente se reunió alrededor y veían a su capitán de policía derrotado, asombrados y temerosos ayudaron a su capitán que ya casi tenía el casco roto.