Durante años me conformé con ser la otra a pesar de ser legalmente la legítima. Fui quien limpiaba las sobras de aquél hombre con el que me casé y su amante, a quien convirtió en la señora de la casa y yo pasé a ser su sirvienta; aquella a la que él buscaba cuando su mujer estaba indispuesta.
Lloraba lágrimas de sangre cada noche, cuando esos recuerdos me inundaban era casi imposible parar de derramar lágrimas. Mi pequeño, aquél al que pude conocer cuando ya su piel estaba pálida, sin vida... Su pequeño cuerpesito tan delgado tenía horas de haber sido sacado de mi vientre, pero no resistió; no pudo vivir en este mundo donde nadie es santo, nadie es bueno por completo, donde nadie es tan bondadoso como dice serlo.
Recuerdo que ellos habían llegado felices, abrazándose y dándose muchos besos. Me acerqué para intentar saber el motivo de su alegría, pero la respuesta que recibí por parte de él me dejó helada, congelando mi sangre en cuestión de cortos segundos.
Ellos tendrían un hijo, uno al que él amaría, mimaría y le daría todo lo que mi hijo no pudo ver y disfrutar. Ella le daría el hijo que él tanto deseaba...
Mi vida ya era un asco desde que pasé de ser la señora de la casa a ser su sirvienta, ya no había un motivo por el cuál vivir si no tendría al menos de darle su primogénito.
Esa tarde, cuando ellos se fueron a celebrar, agarré una de las cuerdas más fuertes que había en el sótano, ese mismo en que tantas veces lo hicimos cuando le llevaba uno que otro aperitivo mientras él reparaba cualquier cosa que se hubiera dañado, la colgué del tuvo grueso que pasaba rozando el techo y le hice varios nudos; por nada debía fallar. Cuando sentí que era mi momento tomé una silla, me puse la soga el cuello y me permití imaginar el reencuentro con mi bebé, y así fue como pateé la silla y mi cuello fue apretado por la cuerda hasta que el aire dejó de llegar a mis pulmones.
Fui débil; no pude soportar ser la otra y vivir sin tener lo que tanto amé y nunca pude tener: el amor de un hijo.
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tristeza muertes y catastrofe, abandono traiciones y sufrimiento
Editado: 16.09.2021