El sonido del reloj la enloquecía, su cerebro maquinaba todo lo más rápido posible. Frente a ella, el padre de Ainara la miraba, esperando una respuesta para la pregunta.
— ¿Todo esto por un susurro? —cuestionó pensativa. El hombre asintió, estaban más jodidos de lo que creía—. ¿Y ustedes están catalogados como traicioneros? —volvió a asentir.
—La única forma de ser redimidos es ir a la guerra —explicó—. Pero este colegio es zona neutra y atacarla es un delito, quien sea el atacante será bombardeado por todos, aliado o no.
La náyade se quedó en silencio durante unos segundos, meditando la información. La historia de la humanidad y de el mundo mágico se entrelazaban, se separaban y chocaban con mucha fuerza. Quizás si se hubiera quedado con sus hermanas sabría un poco más, o quizás ya se lo habían contado. Después de tanto tiempo fuera de el agua sus memorias humanas y de náyade se estaban mezclando, borrando y volviendo. Era un problema al tomar decisiones porque las olvidaba, pero no pretendía decirle a nadie, trataría de resolverlo sola.
— ¿Hay algo más que los motive a ir? —cuestionó.
Los adultos intercambiaron una mirada, la cual aumentó las sospechas de la muchacha.
—Hace un tiempo vinieron los abuelos de los gemelos, creyendo que no sabíamos nada del mundo mágico trataron de hipnotizarnos. Nosotros hablamos con ellos, les explicamos nuestra posición, puesto que ellos estaban igual que nosotros. Ellos nos dejaron unos papeles por si algo les sucedía —explicó la madre de Ainara—. En esos papeles hay una carta de la otra abuela de los gemelos, la cual no tienen idea.
Josefina se quedó en completo silencio, meditando todo la información que le estaban dando. Trató de no sacar conclusiones equivocadas, por lo que conocía de la historia de la relación entre los abuelos y los gemelos era que siempre ellos hacían las cosas por alguna razón.
—Necesito esos papeles, también tendré que hablar con mis padres. Cuando vuelvan todos trataré de desaparecernos. Las cosas van a estar demasiado calientes como para movernos tan rápidamente... —inhaló profundamente, trató de calmarse. Porque ahora debía dar grandes pasos y estaban solos. Una manada de lobos quería atacarlos y estaban indefensos—. Buscaré una forma de protegerlos a todos —aseguró con seriedad.
La madre de Ainara se quedó en silencio, sabía que el peso que estaba cargando esa chica sobre sus hombros era horriblemente grande. Dentro de ella sentía algo de pena y de un malicioso alivio, pena porque sabía como había terminado Candy y alivio porque su hija no había tenido que tomar ese rol en el grupo, a pesar que durante toda la vida ellos habían presionado para que lo sea. Quizás no había sido lo correcto y ahora podía notarlo.
—No te preocupes por nosotros, con los padres de Belén y Guadalupe nos arreglaremos —aseguró.
La náyade no prestó atención a lo que le decían, su cabeza estaba pensando en cada problema que deberían enfrentar para llegar a su destino y como se mantendrían allí. Necesitaba conocer a cada uno de sus aliados y enemigos. Era hora de desvelar cada secreto que existiera para poder escapar.
~Y~
Lilim abrió los ojos sorprendida, estaba algo desorientada y tenía una sensación de vértigo que hacía que le faltara el aire, miró en todas direcciones. Estaban en la casa, Analía y Night los miraban algo asustados y sorprendidos.
—Creo que estamos jodidas... —escuchó la voz de Lea y el pánico le entró. No se había equivocado.
—No, esto es imposible— murmuró Lilim tocando las paredes tratando de asegurarse de que no sea—. ¿Cómo es que llegamos acá? —la respuesta era muy obvia, pero no quería creerla.
—Lo mismo les pregunto —dijo Night acercándose a ella. Sus ojos se iluminaron repentinamente, estaba escaneandola con uno de sus conjuros para tratar de averiguar si eran realmente ellos. Era molesto sentir como escaneaba hasta su aura, pero si eso lo hacía sentir tranquilo estaba bien.
Era la primera vez que todos se estaban sacando las máscaras allí, al menos las principales. Eso significa que habían algunas peores, pero al menos ya conocían más la escencia de todos.
—Todo es un secreto —dijeron al mismo tiempo, ambos sonrieron, su sonrisa y su forma tan suave y baja de hablar daba un poco de miedo, se veían algo extraños.
—Esa runa está prohibida —habló Gabriel nervioso—. No muchos la conocemos, solo dos tipos de razas pueden lograrlo y deben trabajar juntas...
— ¡Callate! —le gritó Lilim—. No te atrevas a mencionarlo —estaba algo asustada, porque si lo que decía era cierto el problema estaba sobre ellos.
Los chicos miraban con mucha curiosidad la casa, había tenido unos grandes cambios, cuando murieron un grupo de duendes volvieron a levantar la casa y construlleron muchas más habitaciones que la versión anterior.
Se escuchó un gemido entre toda esa pelea, todos voltearon y se encontraron con marcos, estaba tirado en el suelo, repirando agitado, sudando y tomandose el pecho. No sabían que había pasado, solo podían preocuparse por el muchacho.
—Mateo —habló Nina a su lado tratando de que el chico dejara de temblar—. ¿Qué pasa? ¿Qué te duele? —le preguntó muy preocupada.
—L-las consecuencias de usar mis habilidades son e-estas —su voz flaqueaba—. Es-estas son las consecuencias de nunca haber entrenado —hablo entre jadeos.
La rubia conocía bien de la mágia, por lo que logró ver la habilidad de Mateo era parte de la división de Manipulación de fuerzas fundamentales de la realidad. Todos aquellos que tenían ese tipo de dones tenían tendencia a sufrir grandes malestares.
Candy se acercó cuidadosamente, poniendose de rodillas junto al muchacho al igual que Nina y cuidadosamente besó su frente.
Un destello innundó toda la habitación, haciendo que los presentes quedaran cegados. Al desaparecer el Mateo se encontraba sentado mirando fijamente a Candy con mucha sorpresa. Antes de que pudieran decir algo Marcos se lanzó sobre ella y empezaron a pelear de forma amistosa.
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Editado: 16.05.2020